Rebecca se notaba cansada. Ya sabía por boca de Billy, que Heng había regresado. Eso la intranquilizaba y la ponía nerviosa. Tal vez Heng estuviera enfadado por la llegada de la guerrera Sarocha y estaba segura de que lo pagaría con alguien, solo deseaba que ese alguien no fuera ella. Decidió ir a dar una vuelta, la mañana era espléndida, el sol brillaba con fuerza. Se metió en la bota la daga que su padre le había regalado hacía un par de años, se despidió de sus padres y se marchó. Se adentró por el sendero hacia el bosque, el único lugar que le calmaba los nervios, le transmitía tranquilidad. Caminó despacio maravillándose de todo lo que la rodeaba, el canto de los pájaros, el brillo de las hojas, los hermosos colores de las flores silvestres... amaba ese lugar. —Veo que madrugáis, señora. La voz profunda de la mujer le hizo dar un respingo al sobresaltarse. No esperaba a nadie allí a esas horas. —Vos también, al parecer, mi señora. —Soy madrugadora sí, años de disciplina convierten a uno en una mujer de costumbres arraigadas. Ella la miró. Sus ojos negros brillaban con la luz del sol que se filtraba a través de las hojas. Llevaba su espada sujeta a la cintura, pero no iba vestida como una guerrera, sino como un mujer cualquiera, aunque Sarocha jamás parecería un simple mujer, con mirarle uno se daba cuenta de que era todo menos común. —Es peligroso andar por los bosques sola, ¿a qué se debe su imprudencia, señora? Ella se sorprendió por la pregunta y no sabía que contestar, simplemente la miró fijamente a los ojos... —Tal vez su madre necesite más moras, porque si es así yo alegremente le ayudaré en la recolección, con la única condición de que se me pague con un trozo de aquel delicioso bizcocho. Rebecca se sonrojó y sonrió. A sarocha se le aceleró el corazón al ver aquella sonrisa tan dulce e ingenua. —No mi señora, no vengo a por moras, simplemente salí a dar un paseo. Sarocha se mostró defraudado. —Bueno, en ese caso ¿puedo acompañarla? Ella no sabía qué decir o qué hacer. Nunca se había mostrado tímida pero esa mujer la trastornada... Ella la miró pacientemente esperando una respuesta. —Supongo que no hay inconveniente mi señora. Sarocha se acercó un poco más a ella y la observó. Sus ojos verdes transmitían un brillo que la dejó fascinada. Los rayos del sol se colaban a través de las hojas de los árboles, acariciaban con dulzura sus cabellos castaños, lanzando destellos dorados. Sintió ganas de acariciarlos, pero se contuvo... Rebecca, algo cohibida con el escrutinio, respiraba lento, a la espera de lo que ella pudiera hacer a continuación... No podía evitarlo, le gustaba estar con aquella impresionante guerrera, algo le atraía hacia ella, algo que se escapaba a su entendimiento. —Muy bien, pues vos primero, yo no conozco muy bien estos bosques. Ella inició la marcha despacio, mientras la mujer se situaba a su lado, lo suficientemente cerca como para notar su calor, pero sin tocarse. —¿Cómo se encuentran hoy vuestros padres?
—Oh... pues bien, gracias por preguntar... Sarocha sonrió —Sir Jirawat va a dar un baile, ¿iréis?
—Por desgracia creo que sí, mi señora. —¿Por desgracia? Ella la miró a la cara durante unos segundos y sonrió. —No disfruto mucho de los bailes, suelen ser tediosos y aburridos. —Comprendo... pero a casi todas las damas que conozco les encantan esas veladas. —Tal vez sí, pero yo no soy como todas las demás damas... Sarocha soltó una carcajada. —Ya veo que no. —Y vos, mi señora ¿iréis? —Pues teniendo en cuenta que el baile es en mi honor, creo que lo más
acertado y lo más educado es que asista. Rebecca se ruborizó. —Tenéis razón, lo siento. —No debes sentirlo, yo disfrutaría más con cualquier otra actividad, pero no debo ser grosera.—¿No os gustan los bailes, mi señora? Ella se inclino un poco y le dijo al oído: —Lo cierto es que son aburridos y tediosos. El roce de su aliento la hizo estremecerse, pero no pudo evitar sonreír. —Espero que me concedáis el honor de un baile. —Por supuesto, será un placer...Caminaron unos minutos en un amigable silencio. Sarocha pendiente de cada movimiento de Rebecca , y ella asimilando los sentimientos que la cercanía de la mujer, le provocaban. De pronto Sarocha se detuvo y le sujetó por un brazo para que ella lo imitara. Rebecca la miró extrañada, su cara había cambiado, ya no era la mujer amigable que paseaba con ella, ahora en su rostro y en su cuerpo veía a la guerrera, su forma de mirar alrededor, la tensión de los hombros y la mano que agarraba con fuerza la empuñadura de la espada. Rebecca se alarmó e inconscientemente se acercó más a ella.Sarocha , consciente de la muchacha que tenía a su lado, se llevó un dedo a los labios y le indicó que guardara silencio acercándola aún más a ella, protegiéndola de cualquier amenaza que pudiera existir con su cuerpo. Había escuchado algo, unos ruidos que nada tenían que ver con el canto de los pájaros y un escalofrío de anticipación le recorrió la espalda, esa sensación que precede a la batalla, ella era una experta en eso y lo conocía muy bien. Alguien los estaba siguiendo, lo sabía, lo podía sentir en todas las partes de su cuerpo. Estaba preparada para un enfrentamiento cuando escuchó el silbante sonido que producen las flechas. Sin pensarlo dos veces abrazó a Rebecca y con la rapidez de un felino, se tiró al suelo, cubriendo el cuerpo de la muchacha con el suyo propio. Ella solo tuvo tiempo de expulsar el aire de sus pulmones producido por la fuerza con que la mujer la abrazó y se vio tendida en el suelo, con el cuerpo de la guerrera sobre ella. No podía reaccionar, le parecía todo irreal. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué estaba en el suelo con Sarocha encima de ella? Se fijó en la mujer que ahora tenía tan cerca, su pelo negro estaba revuelto y su respiración agitada, miraba hacia todos lados intentando abarcarlo todo. —Mi señora... —Shssss... Ella guardó silencio. Sarocha se incorporó un poco y cogió a Rebecca de la cintura y lentamente la arrastró hasta un árbol grande. El tronco los protegería de las flechas, solo cabía esperar que no les rodearan... Rebecca apoyó la espalda en el tronco como Sarocha le había indicado justo después de soltarla. —Nos atacan, debes permanecer muy quieta ¿entendido? Rebecca abrió mucho los ojos y comenzó a asustarse. —¿Nos atacan? ¿Quién? ¿Por qué? Ella, apoyado en el tronco junto a Rebecca, dejó de intentar ver más allá de la espesura para fijar su mirada en la muchacha. —¿Tienes algún enemigo? Ella abrió aún más los ojos. —No, que yo sepa, mi señora. —Hum... entonces será por mí... —dijo casi para sí y volvió a intentar averiguar quién andaba por ahí. —¿Eso pretende ser una broma, mi señora? Sin mirarla siquiera le dijo. —Intento disminuir la tensión... Rebecca se horrorizó. —¿La tensión? Mi señora, ¡Nos están atacando! Una flecha voló a escasos centímetros de la cabeza de Sarocha, que se movió para quedar totalmente protegida por el árbol. —Ya lo sé. —Le contestó fríamente— ¿Crees que podrás quedarte aquí quietecita hasta que yo vuelva? Rebecca la miró con pánico. ¿Se iba a ir dejándola a ella ahí sola? Vio como la mirada de la guerrera se movía de un lado para otro y supo que estaba evaluando la situación, de pronto sintió una confianza inmensa en Sarocha, supo que, pasara lo que pasara, ella cuidaría de ella. —Sí, mi señora, no os preocupéis por mí. No me moveré. Ells asintió con la cabeza e inmediatamente se deslizó por el suelo hasta perderse en la espesura. Rebecca apoyó su cabeza en el tronco del árbol y de pronto se sintió muy sola. No podía oír ningún sonido, salvo los latidos desbocados de su corazón. Intentó tranquilizarse. Sarocha volvería a buscarla, lo sabía. Ella no era una dama melindrosa, no entraría en pánico, sabía luchar, Billy le enseñó bien cómo debía defenderse. Sacó la daga de la bota y la apretó con fuerza. Silencio. Solo se oía el silencio...Tan raro en el bosque y tan significativo, hasta los animales sabían cuando debían huir. Se apretó contra el tronco en
cuanto comenzó a oír ruidos extraños. Ramas que se partían, el sonido de pasos. Su corazón latía a una velocidad alarmante, tanto que pensó que sus atacantes serían capaces de oírlos también. Con la espalda apoyada en el tronco se fue incorporando muy despacio. Los pasos cada vez estaban más cerca. Agarró la daga con la mano derecha y se preparó para defender su vida. En cuanto el cuerpo apareció, ella sin pensarlo siquiera, se abalanzó con la daga en mano dispuesta a matar si era preciso. —¡Por todos los diablos, mujer! La voz de Sarocha la sobresaltó a la vez que la mano fuerte de ella agarraba su muñeca y la sujetaba a escasos centímetros de su pecho. —¿Es que queréis matarme? Rebecca al darse cuenta soltó inmediatamente la daga. —Lo... lo siento mi señora, lo siento... yo no sabía que erais vos... lo siento. Sarocha sonrió iluminando el corazón de Rebecca. Tenía una sonrisa maravillosa, capaz de hechizar a cualquiera persona. — Veo que al menos presentáis batalla, no esperaba menos de vos. No le soltó la mano, sino que la acercó aún más a su cuerpo consiguiendo así que Rebecca quedara prácticamente pegada a ella. Ella se quedó sin respiración y admiró la fuerza que transmitía ese cuerpo, se perdió en la intensidad de su mirada haciendo que perdiera la noción del tiempo. Por un instante pensó que la besaría, por un instante deseó que la besara. No podía ser... —¿Qué pasó con los atacantes? —preguntó, rompiendo así el hechizo que se había cernido sobre ambos. Sarocha parpadeó como si le extrañara que ella hubiera hablado. Miró fijamente esos inmensos ojos verdes que la tenían obsesionada y dio un paso para alejarse de ella, lo suficiente para que sus cuerpos no se tocaran y recuperar así la cordura que creyó perdida. —Solo era uno y creo que huyó. No lo perseguí, lo creí inútil teniendo en cuenta que no conozco bien este bosque. Ella asintió y se agachaba a recoger la daga. Con un ágil movimiento se la metió en la bota. —¿Tiene alguna idea de por qué nos han atacado? —No, ninguna —le contestó... Rebecca se incorporó y observó cómo Sarocha recogía la flecha que había sido destinada a matarla, del tronco cercano de un árbol y la miraba como si en ella estuvieran todas las respuestas. —Pero lo averiguaré.—Vamos, se hace tarde, os acompañaré a casa. —No le dirá nada de esto a mi padre ¿verdad? —Rebecca, creo que subestimáis a vuestro padre...********
Se acercó con paso rápido hacia donde estaban sus hombres sentados, tomando el sol y descansando después de las horas de entrenamiento diario. Hizo un gesto a Jim para que la siguiera y este sin pensárselo siquiera, la siguió. —Me acaban de atacar en el bosque. —¿Qué? ¿Estás segura? —¿Cómo no voy a estarlo, Jim? ¿Qué pregunta es esa? —Lo siento, me has pillado desprevenido. ¿Qué ha sucedido? Sarocha le mostró la flecha y Jim la miró fijamente. —¿Te suena? —le preguntó. —No Sarocha, no me suena. Aquí los hombres no están muy bien entrenados y son pocos los que manejan con algo de soltura el arco. Pero miraré por ahí... —Creo que no vamos a encontrar nada... Menos mal que me di cuenta a tiempo si no... —¿Si no? —No estaba sola... Jim miró sorprendido a su amiga y esperó a que siguiera hablando.Sarocha era reacia a contar sus cosas y necesitaba su tiempo. —Estaba paseando con Rebecca. Jim abrió mucho los ojos y sonrió. —¿Con Rebecca? ¿En el bosque? Quién lo iba a decir amiga. —No imagines cosas, Jim. Solo me la encontré por casualidad y decidí acompañarla en su paseo. Jim no paraba de reír. —Si hermana, sí, lo que tú digas. —Jim ¡Por Dios! Pareces un adolescente y me enfurece que de todo lo que te he contado prestes más atención a mi acompañante que al hecho. Pareces olvidar que nos atacaron. Jim se puso serio y clavó la mirada en ella. —¿Rebecca está bien? —Perfectamente. Acabo de dejarla en su casa.—¿Cuántos eran? —Creo que solamente uno y no posee muy buena puntería, por suerte para mí. —¿Le seguiste? —Me pareció una pérdida de tiempo, no conozco el lugar —Sí... el villano sabría bien dónde debía esconderse... Pero ¿cómo sabía que estabas en el bosque? Ni siquiera yo era consciente de dónde te encontrabas. —Creo que no me buscaban a mí, aunque tal vez no le hubiese importado
mucho matar dos pájaros de un tiro. —¿Crees que buscaba a Rebecca? —Sí, eso es lo que creo. Aquí casi nadie me conoce y no creo tener enemigos por estos lugares, sin contar al joven Heng. Pero no creo que sea capaz de tal villanía. —¿Y crees que mataría a Rebecca? —Tal vez no matarla, simplemente herirla, como un anuncio o recordatorio. Pero tuvo la suerte de estar conmigo, si hubiese estado sola... —Tendremos que investigarlo. —Sí amigo, tendremos que investigar...
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Coraje Oculto
FanfictionEsta historia es una adaptacion cuyo autor legal es A. Lawrence, Una novela histórica-aventuras-romance que hará las delicias de cualquier lector.