Capitulo 37

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Heng entró por la puerta y se detuvo en el umbral. —¿Qué está pasando? Se acercó más al camastro y vio como a Rebecca le sangraba el labio. —¿Qué has hecho? ¿No me dijiste que no podía tocarla? Y ahora vas tú y la rompes la cara... —Heng... —Gael pronunció el nombre como si se tratara de una amenaza, la mujer se acurrucó en el camastro, quedando en posición fetal estaba cansada, muy cansada, sintió como todos sus músculos gritaban por el esfuerzo al hacer un movimiento, por uno momentos cerró los ojos, pero la imagen de la cara de Gael hecho una furia, la perseguía los abrió con lentitud, sintiendo como algunas lágrimas se derramaban miró a su alrededor.

Gael comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación, mesándose el pelo con fruición estaba nervioso y disgustado, no deseaba hacerle daño, no al menos de momento se detuvo frente a la ventana. —Gael... —susurró ella —Qué. —Contestó sin moverse —Tengo frío... y hambre... Movió la cara ligeramente y clavó sus oscuros ojos negros en el rostro de Rebecca. Se sintió terriblemente culpable, cogió un trozo de pan y un trozode carne seca junto con una de las pieles que usaba para taparse por las noches se acercó hasta ella y se agachó a su lado, le ofreció la comida. Rebecca la cogió con las dos manos sin dejar de mirarle a los ojos. Gael se quedó un instante parado, mirándola, debido al golpe, el pañuelo que le tapaba el pelo, se había desprendido, él lo cogió y se lo quitó apartó los mechones de pelo corto que cayeron sobre el rostro de la mujer con la mano y observó los daños causados por su furia la cara de ella estaba roja y el labio comenzaba a hincharse. Ella hizo un gesto de dolor cuando los dedos tocaron la herida abierta, pero no dijo nada. Los ojos de Gael se desviaron hacia el pelo de la mujer y una sonrisa asomó a sus labios mientras con los dedos acariciaba el sedoso cabello... corto. —Así que esta es la razón por la que no dieron contigo ¿eh? Muy astuta mujer, muy astuta... 

Heng no le había quitado los ojos de encima y ahora que Gael se apartaba de la muchacha, podía verla con claridad sus ojos se agrandaron por la sorpresa no daba crédito se acercó hasta ella, acortando la distancia que les separaba en dos grandes zancadas y fijó sus ojos en Rebecca la furia le invadió su cara se puso roja de rabia. —¡Tú! ¡Tú pequeña zorra inmunda! ¿Se puede saber que has hecho con tu pelo? Ella se incorporó asustada por el arranque de agresividad de Heng, vio cómo se acercaba aún más y la apuntaba con un dedo furioso. —¿Te das cuenta de lo qué has hecho? ¡Tenía planes, muchos planes! Se abalanzó con la intención de golpearla, pero Gael ya estaba sobre él sujetándolo y apartándolo de la muchacha. Ella se incorporó y apoyó la espalda en la pared, tenía el cuerpo cubierto con la piel y con disimulo agarró la daga que mantenía oculta en su bota y se la escondió en la manga del vestido, si Heng la atacaba ella se defendería. —¡Quieto! ¡Quieto te digo! Heng se revolvía entre los fuertes brazos del hombre. —¿Es que no lo ves? lo ha hecho para molestarme tenía pensado todo... todo lo que pienso hacerla, cada minuto de cada hora que pasemos juntos, ¡Todo! Y ahora... ahora como voy a agarrarla por el pelo, ¡si lo tiene corto! —Le espetó con furia. —Tranquilo hombre, seguro que se te ocurrirá otra cosa. Heng había soñado miles de veces con poder arrastrarla por la melena y ahora... ahora no tenía pelo suficiente... Gruñó su enfado y con paso firme, salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí con un sonoro portazo, Gael se agachó frente a ella. —Te lo concedo, Rebecca —¿El qué? —preguntó. —Cuando termine con Sarocha te quitaré la vida a ti, no te dejaré en manos de ese loco —Gracias... . 

—Sarocha, no hay más que un hombre por los alrededores. —¿No hay vigías? —Preguntó sorprendida. —No. —Increíble...—Sí, eso mismo pensé yo, tal vez se deba a que no nos esperan aquí. —Aun así, Gael es un hombre inteligente, me extraña que no tenga las espaldas cubiertas, solo por si acaso. Jim se encogió de hombros. —Pues bien —le dijo al fin—Avancemos y veremos que nos encontramos. Rodearon la casa —Jim, ordena a dos hombres que apunten con arco al que vigila Los demás detrás de mí. Rebecca se estaba quedando dormida mientras, Gael seguía sentado en la silla, sumido en sus pensamientos y Heng dormitaba en un rincón de la habitación —¡Gael! sal de una vez, el aludido alzó el rostro y clavó sus ojos en los de Rebecca. Ella, esperanzada se incorporó ansiosa. —¡Gael! Sé que estás dentro, sal y resolvamos esto, se puso en pie y se dirigió hacia Heng que se había incorporado y miraba de hito en hito. —Sujeta a la mujer, ponte detrás de mí para que pueda verla, pero no salgas de la casa, no sabemos cuántos hombres traerá. Heng sonrió agarró a Rebecca por el cuello y la obligó a ponerse en pie. —Llegó la hora, preciosa vas a ver como tu amada muere frente a ti. — Le susurró en el oído. Gael abrió la puerta. —¡Vaya hermana! ¡No pensé que llegarías tan pronto! —le dijo —¿Dónde está Rebecca?—Le preguntó Sarocha —Oh... ella está bien... de momento. —Le dijo con una sonrisa maligna mientras se apartaba un poco y dejaba ver a Rebecca atrapada entre los brazos de Heng con un cuchillo en su cuello. —Suéltala Gael y te dejaré vivir. Gael rompió a reír a carcajadas. —No hermana, ella ahora me pertenece. Sarocha clavó su mirada de acero en Heng y le señaló con un dedo. —Heng, si le haces daño, te arrancaré la piel a tiras mientras estés vivo. Suéltala —Muy bien Gael, dime lo que quieres a cambio de la vida de Rebecca dio un paso adelante —No hay nada que puedas darme, Sarocha lo que yo más amaba me lo arrebataste, ahora me quedo con lo que más amas tú. —¡Yo no te quité nada! —Le gritó Sarocha llena de furia contenida. —Al parecer estás perdiendo la memoria, hermana. Sarocha suspiró todo parecía irreal, no podía creer que su hermano estuviera frente a ella y le reclamara por un hecho que tuvo lugar hace casi diez años las cosas no se arreglan así. —No tengo otra forma de hacerlo Sarocha, quiero que sientas mi dolor, quiero que padezcas como yo lo he hecho durante todo este tiempo esa es la condena por tu pecado. —Yo no maté a Diana. Gael dio otro paso al frente sin apartar la mirada de los ojos negros de su hermana. —¿Te atreves a negarlo? Ella está muerta Sarocha, tú te encargaste de ello. —¡¡Yo no maté a Diana!! Gael se detuvo —Ella está muerta y gozaba de buena salud cuando fui a buscarla estaba muerta, ¿Cómo puedes explicarlo? Sarocha se tocó el pelo alborotándolo aún más estaba furiosa y frustrada. —No me hizo falta matarla, Gael, ella se quitó la vida. Los ojos de Gael se abrieron amenazando con salirse de sus órbitas. —Mientes... —No... decidí que la encerraría de por vida y así se lo hice saber, pero no tuve oportunidad cuando Diana me vio parada en el umbral de su cuarto supo que tú habías perdido intentó convencerme de su inocencia y de tu perfidia, al haberla obligado a conspirar contra su amado esposo; pero no le creí, ni una sola palabra, así que le dije que no la mataría, pero que no volvería a ver la luz del sol. Ella me retó, se rio en mi cara, maldiciendo su mala suerte dijo que se había equivocado seguidamente bebió de la copa de vino y se envenenó. —Mientes... —Esa copa de vino la tenía preparada, pero no para ella, sino para ti si las cosas salían cómo habíais planeado. —¡¡Mientes!! —Te utilizó para cumplir con su deseo Gael, deseaba quedarse viuda pero no quería vivir en la pobreza, te utilizó para quedarse embarazada y así poder controlar todas las posesiones de Alfred hasta que el niño fuera mayor. Y te eligió a ti, un blanco perfecto, te enamoró, te convenció de sus sentimientos, pero solo quería un hijo tuyo para que el niño se pareciera a la familia ya que su esposo no la dejaba en cinta y a alguien que se deshiciera de Alfred tú fuiste un peón en sus manos. Gael perdió la razón debido a la furia y se abalanzó contra Sarocha, sus puños golpeaban en cualquier zona, sin mirar, sin pensar, solo deseaba acabar con ese ser despreciable pero Sarocha se defendía, no estaba dispuesta a dejarse patear. —Gael, te esto diciendo la verdad. —¿Crees que soy estúpido? ¿A caso piensa que puedes venir aquí, ante mí y soltar ese montón de basura y te creeré sin más? No eres más que un cretina cobarde.          —puedes comprobarlo por ti mismo si así lo deseas. —¡Cómo! ¡Diana está muerta! —Pero su criada no. Gael se puso derecho y aflojó el agarre de su espada. —¿La vieja sigue con vida? —Sí, ella fue la que nos contó todo en cuanto se vio acorralada está presa en el castillo de Brian....

Coraje OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora