Capitulo 24

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Siguió acariciando en círculos el dulce botoncito que le proporcionaba placer. Ella jadeaba y gemía. Su cuerpo se retorcía bajo el de Sarocha. Rebecca no era capaz de dar sentido a todo lo que le estaba pasando, a todo lo que estaba sintiendo. Cada caricia le transportaba a un lugar increíble, su mente dejó de funcionar y ocupó su lugar el millón de sensaciones que estaba experimentando. Su respiración se agitó al igual que todo su ser. Los labios de Sarocha dejaban un reguero de besos por su cuello y su cara mientras sus dedos la elevaban. De pronto sintió que no podía aguantar más, un calor placentero le subió por todo el cuerpo y después explotó en mil pedazos. Sarocha comprobó con deleite como su mujer se estremecía y palpitaba entre sus brazos. Se sintió poderosa. Absorbió los dulces gritos de placer de la muchacha con su boca y cuando notó que el cuerpo de ella quedaba totalmente relajado y flácido entre sus brazos. La miró fijamente, observando y memorizando el rostro satisfecho de su dulce dama. Se recostó en la cama y la acomodó en su pecho, apoyó su cara cerca del corazón de Sarocha, mientras rememoraba sorprendida la mayor experiencia vivida. —Jamás pensé que sería así... Sarocha sonrió.—Pues aún no has experimentado nada. —Contestó con suficiencia. —¿En serio?¿Será siempre así? —O incluso mejor. —Murmuró— En cuanto estemos casadas podrás comprobarlo por ti misma. —Lo estoy deseando soltó una carcajada ahora era feliz con su hermosa dama en los brazos. Había sido toda una revelación, al parecer su pequeña gatita rezumaba pasióny fuego por cada poro de su piel. Rebecca contempló el anillo de compromiso, brillando en su dedo, jugueteó con él —Es un anillo precioso. —Susurró. —Me alegra que te guste Sarocha suspiró. Se acomodó en la cama, abrazando a Rebecca con una mano y la otra la posó sobre la de ella, que descansaba en su pecho. —Mi padre se casó con la mujer a la que estaba prometido desde la infancia, pero ella al dar a luz de Brian, mi hermano mayor, murió. —¿Tienes más hermanos? —Preguntó. —Sí... Mi madre era una mujer fuerte, educada para ser una buena esposa, fruto de esa unión nacieron dos hijos más —¿Crees que seremos felices? —Preguntó tímida. —No tengo la menor duda, Rebecca yo me encargaré de hacerte feliz todos los días de mi vida. Ella sonrió y se acurrucó más al cuerpo de la mujer. —Entonces yo haré exactamente lo mismo. Estuvieron un buen rato las das tumbadas, cada uno sumida en sus propios pensamientos. Rebecca fue consciente de que Sarocha no había nombrado a su segundo hermano,pero no era el momento de hablar de él. Ahora solo podía disfrutar de la compañía de la persona con la que pensaba compartir su vida.....

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Los días eran largos y aburridos Sarocha se pasaba la mayor parte del tiempo entrenando en el campo de batalla y ocupándose de los asuntos urgentes que surgían en sus tierras. Las noches se volvían largas y frías. Billy procuraba entretenerla con juegos de azar y Jim le contaba historias Rebecca salió a pasear por las almenas. Le encantaba contemplar la belleza que la rodeaba. Se encontró con Jane, que estaba apoyada mirando con interés como entrenaban —Hola Jane.—Hola, Rebecca. —¿Qué haces aquí —Solo observo —Contestó; el sonido de los cascos de un caballo que viajaban a toda velocidad las distrajo. Ambas se asomaron a las almenas y vieron llega a un mensajero. —¡Por los clavos de Cristo! —soltó Rebecca sin pensarlo. —¡Qué! ¿Qué sucede? —preguntó Jane nerviosa. —Es un mensajero del Rey, y al parecer trae mucha prisa Sarocha sentada en la mesa comentaba con Jim las últimas novedades cuando vio entrar a paso rápido a su prometida y al momento la figura de un hombre, con el escudo del Rey en sus ropas. Se puso en pie, seguida por Jim y los presentes —Mi señora, traigo un mensaje de su Majestad el rey Enrique, para vos, miró a Rebecca y vio en sus ojos reflejado el pánico. —Entregádmeo, lo cogió de las manos frías del mensajero y lo observó tenían el triste presentimiento de que algo no iba bien. —Ábrelo. —Ordenó Rebecca casi fuera de sí, debido a los nervios. Sarocha suspiró y comenzó a leer mientras sentía como un puño le apretaba las entrañas, se detuvo en los ojos de Rebecca que se había puesto pálida y fue a ella, más que a los demás, que le dijo. —Habrá guerra. Un murmullo se instaló en la sala. Sarocha y Rebecca mantenían fijas sus miradas en los ojos de la otra. Los de ella se inundaron de lágrimas no derramadas.—Para cuándo. —Logró preguntar. —Inmediatamente —contestó Sarocha, vio como las lágrimas contenidas corrían sin medida por el hermoso rostro de Rebecca. Abrió los brazos y ella corrió acobijarse en ellos. Su llanto le empapó la túnica...

Coraje OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora