Capitulo 10

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Sarocha la siguió observando, pero no dijo nada durante un rato. —Entre nosotros, nada ha cambiado. Rebecca se puso de pie y le miró de frente. —Os equivocáis. Todo ha cambiado. Sarocha se acercó despacio hacia ella. Rebecca dejó de respirar mientras le veía avanzar. Sigilosa como un felino, pero a la vez fiero, era una guerrera, una mujer capaz de matar con la misma facilidad con la que sonreía. —Explicadme en qué, si no os importa... —Antes, yo era la hija de James, él me protegería y me cuidaría de todo mal. Ahora sois vos la que debéis protegerme y cuidarme. No podréis hacer eso si no existe entre nosotros una relación formal. ¿Cómo podréis protegerme de vos? —Jamás os haría daño, Rebecca. —No se trata de lo que podríais hacerme, sino de lo que parece. Si entre nosotros existe más intimidad de la que tenéis con cualquiera de los que están bajo vuestra protección. Las habladurías hacen más daño que los hechos. Y ahora, al parecer, dependo enteramente de vos, mi señora. Sarochala miró con fijeza, su rostro era hermoso y sus ojos brillaban con la chispa de la juventud y la inteligencia. Tal vez ella tenía razón, era mejor para los dosmantener las distancias —Entiendovuestras razones y las acepto... ...Vamos, se hace tarde y tenemos que comer para recuperar fuerzas. Para Rebecca el día parecía durar lo que una semana, no veía la hora de que el solse pusiera. Le dolían las piernas y las nalgas, rozadas de estar tanto tiempo en la silla de montar... Tenía la convicción de que moriría antes de llegar a su destino. Billy aguantaba sin embargo,también empezaba a acusar el cansancio. Él era un soldado, sí, pero nunca había cabalgado tanto tiempo... Miró a Rebecca, se la veía cansada, pero se mantenía fuerte. Estaba seguro de que, aunque se estuviera muriendo, no diría ni una palabra. Sarocha iba sumida en sus pensamientos. Jim cabalgaba a su lado hablando todo el tiempo, aunque hacía rato que no le prestaba la más mínima atención. —¿Me estás escuchando? —¿Qué? Oh sí, sí, claro que te escucho Jim. —Yo creo que no. —¿Qué es lo que quieres? —Estaba diciendo que la muchacha está aguantando muy bien el viaje. No se queja, aunque supongo que estará agotada. Sarocha echó un rápido vistazo hacia atrás, casi se había olvidado de ella, aunque solo casi... se la veía cansada sí, pero su rostro mostraba fuerza y coraje. Sintió un extraño orgullo por la muchacha. —Parece cansada, tienes razón, tal vez vamos demasiado rápido, pero si no lo hacemos así tardaremos una eternidad en llegar Jim se quedó en silencio un rato. —No creo que diga nada. —¿Qué? —Te digo que no creo que diga nada, aunque esté sufriendo. Tiene fuerza y es testaruda. Me recuerda a su padre. A Sarocha se le curvó la boca en una sonrisa al acordarse de James, sin duda ella poseía la belleza de su madre, pero era mucho más parecida a su padre. —Tienes razón. —¿Qué piensas hacer con ella? Sarocha lo miró sorprendido por la pregunta. —¿A qué viene esa pregunta? —Simple curiosidad. —Pues... la verdad es que no sé... supongo que le buscaré algo en lo que dedicar su tiempo para que se sienta útil y más adelante le encontraré un buen marido. —¿En serio? —ahora era el turno de Jim de sorprenderse. —¿Por qué me miras así, maldito idiota?....... —¿Cómo vais Rebecca? ¿Estáis cansada? ¿Deseáis descansar unos minutos? Rebecca la miró fijamente a los ojos. Se le notaba realmente interesada por su bienestar. Eso le gustó, así no se sentía tan sola. —No, no os preocupéis, aguanto bien. —Yo creo que debéis estar cansada y dolorida...  ¿No es así? Ella le aguantó la mirada, pero no dijo nada. —Lo que yo creía. Ya falta poco y podréis recibir el descanso que merecéis. Realmente nos tenéis impresionados... —No os burléis de mí, señora, no me gusta. —Creedme muchacha, no es ninguna burla. Antes de la puesta de sol, Sarocha ordenó preparar el campamento cerca de la orilla de un río. Se acercó como era su costumbre a ayudar a Rebecca a bajar del caballo, pero esta vez no la soltó hasta que no estuvo segura de que la muchacha podría mantenerse de pie. —Aquí a la vuelta, detrás de esos árboles, hay una zona que concede bastante intimidad, por si queréis refrescaros o lavaros. —De acuerdo, gracias, mi señora. —No tardéis Rebecca o iré yo misma a buscaros. Rebecca afirmó con la cabeza y con paso firme se dirigió hacia donde Sarocha le había indicado... si decidía meterse en el agua nadie la vería y estaba a tan solo unos metros del campamento, desde ahí podía oír a los hombres hablar y reír con claridad. Se sentía segura así que se sentó en el suelo, se quitó las botas, las medias y la ropa interior, se arremangó el vestido hasta los muslos y se metió en el agua. Sin perder tiempo comenzó a refrescarse las piernas y sus doloridas nalgas,intentando encontrar alivio a su dolor. —Rebecca. ¿Estáis visible? —preguntó Jim desde detrás de los árboles. La muchacha se bajó el vestido, se le veían un poco los pies, pero no lo consideró inmoral dadas las circunstancias. —Si —Jim se acercó lentamente hasta ella. —Tomad, es un ungüento que os aliviará el dolor que produce la silla de montar. Rebecca se puso roja como un tomate. —No os avergoncéis muchacha. Poneros esto y os sentiréis mejor, ya veréis. Le dio el frasco que contenía la pomada y desapareció de nuevo. Rebecca no perdió tiempo y se untó una buena cantidad en las partes que tenía más doloridas. Cuando se presentó en el campamento, todo estaba preparado, los caballos atados y atendidos, había fuego listo para asar las piezas que trajeran los cazadores, y también una pequeña tienda.Como no sabía muy bien qué hacer, buscó a Billy entre los soldados y cuando lo localizó se acercó hasta él. Estaba sentado, apoyando la espalda en un troco, en cuanto vio a Rebecca le hizo un sitio para que lo acompañase. —¿Cómo te encuentras? —Bien, algo cansada, pero bien. ¿Y tú? —Puff... tengo que cabalgar una hora más y creo que mi cuerpo se rompería en pedazos. Rebecca soltó una carcajada y algunos soldados se giraron a mirarla. —No puedo creer que un soldado como tú sea capaz de demostrar debilidad. Los cazadores llegaron con una buena pieza de carne y comenzaron a prepararla. Rebecca apoyó la cabeza en el hombro de Billy y cerró los ojos. —Rebecca, venid —escuchó la voz de Sarocha llamándola. Abrió los ojos y se incorporó lentamente. Sarocha le ofreció una mano, que ella aceptó, y la ayudó a ponerse en pie—. Estáis cansada... —no era una pregunta, así que ella no dijo nada— Hemos preparado esa pequeña tienda para vos, así dormiréis con un poco de intimidad y podréis descansar mejor. —Muchas gracias, mi señora, pero no es necesario. —Yo creo que sí. La acompañó hasta la tienda, donde ya se encontraban los efectos personales de Rebecca. Se sintió maravillada, tendría un espacio único e independiente para ella sola. Entró primero Sarocha en la tienda seguido por ella. —Ahí hemos puesto un camastro, y la bolsa de vuestras pertenencias. Rebecca solo pudo sonreír....  Los días siguientes fueron una gran prueba para su fortaleza, pero la superó.Cuando llegaron a la ciudad apenas se lo creía de lo contenta que estaba. Su estado de ánimo cambió tanto que las incomodidades del camino casi se olvidaron. Sarocha poseía una finca a las afueras de Londres. Se acercó a Rebecca sonriendo y a ella se le aceleró el corazón. —Pues bien, ya hemos llegado a la mitad del camino. —¿La mitad? —preguntó ella con evidente horror. Sarocha soltó una carcajada. —Sí, la mitad. Tengo que hacer una parada para ir a hablar con su majestad, debo ponerle al día de los acontecimientos y luego viajaremos hacia mis tierras. —Ah...—Pero no os preocupéis Rebecca, os daré tiempo para recuperaros. Entraron en la casa y en la puertales esperaban una pareja de ancianos. —Rebecca, estos son el señor y la señora Smith, ellos se ocupan de que esta casa esté en condiciones cuando yo no estoy.... Si necesitas cualquier cosa no dudes en pedírselo, Rebecca sonrió al matrimonio, que la correspondieron con una sonrisa igualmente amable. —Víctor, preparen una habitación para lady Rebecca y un baño caliente. —Sí, mi señora, ahora mismo, mi señora. Mientras Rebecca fue conducida a una sala, apenas amueblada, que hacía las veces de salón y comedor. Sarocha le ofreció una silla que Rebecca gustosa aceptó. —¿Vivís aquí, entonces? —No, compré esta pequeña finca para tener un lugar propio donde dormir, cuando tengo que venir a ver al Rey. No me gusta mucho el ambiente del palacio, prefiero la comodidad y la soledad de mi casa. —Entiendo. —¿Deseas tomar algo antes de subir a tu habitación? —Oh... no, creo que no. Supongo que lo que realmente me apetece es un buen baño y un sueño reparador, más que cualquier comida. —Me imagino... Yo tendré que ir a hablar con el Rey, no sé cuánto tardaré, así que no me esperes para cenar. Las reuniones con su majestad son imprevisibles.

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—Mi señor... El hombre alzó la vista de los documentos que estaba leyendo y la fijó en el criado. —Habla. —Traigo este mensaje, mi señor. El hombre hizo un gesto con la mano para que se acercara y el criado, temblando, de miedo, supuso, se la entregó. Abrió el lacre y comenzó a leerla. «Ha iniciado la marcha, le seguimos de cerca. A la menor oportunidad realizaremos el trabajo». Le costó leer el mensaje, escrito con una letra tan rudimentaria. —¿Esperan respuesta? El criado seguía quieto en el mismo sitio con la mirada fija en el suelo. —No, mi señor. —Bien, puedes retirarte. Una vez se quedó solo, se puso en pie y se dirigió hacia la chimenea. Por un instante fantaseó con que eliminar a Sarocha pudiera ser más fácil...

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Rebecca disfrutó del baño como si fuera uno de los lujos más maravillosos que la vida pudiera conceder. Despuésse secó el pelo mientras se lo cepillaba tranquilamente, con pasadassuaves y constantes. Una vez terminada esa tarea se metió en la cama, las sábanas suaves rozaron su piel y ella suspiró de puro placer. Antes de apoyar la cabeza en la cama, ella ya se había dormido....

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—Majestad... El rey giró su cabeza y vio a Sarocha arrodillada en el suelo frente a él. —¡Mi querida amiga Sarocha! Qué alegría veros de nuevo por aquí. Decidme, que nuevas traéis. Sarocha se puso en pie con agilidad y miró a su Rey a los ojos, era de las pocas que se atrevía a hacerlo. —Las noticias eran todas ciertas, sire. —¿En serio? —preguntó el monarca, cambiando el gesto de felicidad a preocupación—. ¿Qué es lo que sabéis? —Conocí al muchacho en persona y pude comprobar con mis propios ojos de las maldades de las que es capaz. —¿Dónde está ahora? —Lo encerramos en una de las celdas de su padre, pero alguien le ayudó a escapar. He mandado a mis mejores rastreadores a buscarlo. —Entonces no tenemos de que preocuparnos, supongo que pronto lo tendré ante mí. —Sí, sire. —Bien, ¿y ahora que pensáis hacer con vuestro tiempo? —Si no deseáis nada más de mí, tenía previsto viajar a mis tierras, para poner algo de orden, hace mucho que no piso por allí. —Entiendo, de momento no hay nada a la vista mi leal amiga, por lo que podréis disfrutar de un merecido descanso y arreglar vuestras cosas. —Me alegra saberlo majestad. Tengo otra cosa que pediros. —Decid, pues. —No sé si recordáis al guerrero y comandante de las tropas de vuestro padre, lord James Armstrong... —Sí, tengo un vago recuerdo de él, y he escuchado de sus hazañas. —Bien, pues ha fallecido, asesinado junto con su esposa, creemos que por Heng. —Oh vaya, que triste final para un gran hombre... y que terrible... su pobre esposa... —Cierto, majestad. —¿Y cuál es tu petición? —Lord James deja una hija huérfana y deseaba pedirle su aprobación para poder convertirme en su protectora, cuidar de ella y velar por sus intereses. —¿Solo eso? —Solo eso, sire. El Rey miró fijamente a Sarocha. Era sin duda una mujer de honor, la mejor de todos, la más leal y valiente. Supuso que era su honor el que la llevaba a pedirle algo tan estúpido como ocuparse de una niña huérfana. Pero no le importó, si no se ocupaba Sarocha de ella tendría que hacerlo él mismo, en honor a la memoria de su padre, y no le apetecía lo más mínimo.....

Coraje OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora