Capitulo 27

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Aon corrió a toda velocidad y cogió a su hijo en brazos estaba sano y salvo mientras la madre cogía en brazos a la pequeña Emily y llamaba a gritos a Marian para que se acercara hasta ellos. Rebecca salió de la espesura del bosque, sus ojos se clavaron en los de Aon que avanzó hacia Rebecca —Nos has salvado la vida Billy, y por ello estaré en deuda contigo por el resto de mis días los ojos de Aon se humedecieron, pero él no se permitió derramar ni una sola lágrima, —No me debes nada Aon. —Dijo Rebecca tú habrías hecho lo mismo. Aon se abalanzó sobre ella y la apretó en un intenso abrazo, Rebecca los miró por unos minutos vio cómo se acariciaban, como se besaban y lloraban dando gracias por estar todos bien, apartó la vista y recayó en uno de los villanos, que estaba inerte en el suelo; Rebecca llevó a rastras uno a uno, a todos los hombres, arrancó las flechas de sus cuerpos y las juntó. No podía permitirse perderlas, por lo que se propuso lavarlas y volver a guardarlas. Una extraña flacidez se apoderó de todo su ser cayó de rodillas un sudor frío le recorrió la espalda, había matado. Era la primera vez que arrebataba la vida de un hombre las arcadas invadieron su estómago y no pudo evitar vomitar, unos pasos la sobresaltaron y se puso rápidamente en pie. —Soy yo. —Dijo Aon. Llegó junto a ella —¿Es la primera vez? —Preguntó el hombre mientras con su cabeza apuntaba a los cuerpos. Ella afirmó, Aon suspiró. —Bueno, esta es la vida que has elegido los dos se quedaron en silencio durante unos momentos... —Venga muchacho, te voy a ayudar a cubrir estos cuerpos y luego intentaremos descansar después de tapar los cuerpos con piedras, hojas y ramas, Aon se dirigió hacia el campamento y Rebecca fue directa a la orilla del riachuelo, se lavó la cara con frición y la boca, para quitarse el sabor amargo refrescó su cuello y después lavó las flechas. Se levantó con el alba levantaron el campamento y se pusieron en marcha. Londres estaba cerca, a Rebecca no le gustaba Londres. Estaba cansada, sucia y hambrienta y se le ocurrió ir a la casa que poseía Sarocha allí, una idea se cruzó por su mente el matrimonio que se ocupaba de esa propiedad era muy anciano y tal vez le vendría bien la ayuda de unas manos fuertes como las de Aon azuzó su caballo hasta que se posicionó cerca de Aon. —Aquí cerca tiene una propiedad mi señora, podemos acercarnos y pasar la noche allí Aon miró fijamente a Rebecca. —No queremos seruna molestia Billy, tal vez a tu señora no le agrade. —Mi señora es generosa y no estará presente, no os preocupéis, Ella no sabía aun cuánto tiempo la separaba de Sarocha ya no medía las horas ni los días... Se encontraba en una nebulosa extraña, recelosa y en momentos, desesperada temía ser reconocida, sabía que escapar de las garras del Rey y de Gael reconoció la construcción de la propiedad de Sarocha dando gracias por aquel milagro porque llegar hasta dónde había llegado no era más que un milagro, paró la montura frente a la puerta que daba acceso al patio desmontó con calma, —Voy a avisar de nuestra presencia nos os mováis de aquí. —Le dijo a Aon con paso firme y decidido avanzó hacía la puerta principal llamó y la cara familiar del señor Smith apareció tras ella, conoció el escudo que blandía en sus ropas, pero ni dijo nada a la espera de que el muchacho se explicara. —Buenos días, señor Smith. —Saludó Rebecca con calma —Buenos días muchacho, ¿Qué os trae por aquí? —Veréis...mis amigos y yo, necesitamos un lugar donde pasar la noche esperaba que vos nos ofrecierais esa hospitalidad. —No os conozco, . —Sí, sí que me conocéis señor. —No, no es cierto Rebecca se acercó un poco más a él y se apartó el pelo de la cara. —Soy Rebecca, estuve aquí con Sarocha, el hombre se frotó los ojos como para despertar de un sueño y volvió a fijar la vista en su rostro. —¡Jesús, María y José! Por todos los Santos, ¿Se puede saber que hacéis así vestida? —Shssss... —le apremió Rebecca—.Nadie debe saber que soy yo que nadie me reconozca, está en juego mi vida y la de nuestra señora. —¿Me vais a explicar lo que está pasando —¿Y bien? —Es una larga historia, Rebecca suspiró, y comenzó a hablar... Sarocha fue llamada por el Rey para dirigirse hacia Devon, al parecer la necesitaba allí junto con sus tropas. Se espera queel primo de su majestad entre por el sur del país e inicie una revuelta para hacerse con la corona —Pues bien, a los pocos días de la marcha de Sarocha, el Rey se presentó en el castillo con la excusa de que quería concederle mi mano en matrimonio a Gael, El Rey al darse cuenta de que, si seguía adelante y me obligaba a casarme con Gael, Sarocha se volvería contra él así que entre los dos planearon secuestrarme. Gael tenía previsto sacarme del castillo de Sarocha por la noche y llevarme lejos, me obligaría a casarme con él; pero yo los escuché sin que se dieran cuenta y decidí ponerme a salvo, por mí y por Sarocha... Miró con timidez hacia el hombre, que la miraba con los ojos muy abiertos —¿Estáis prometida a mi señora Sarocha? Rebecca se acercó hasta él y se sacó el anillo de compromiso se lo mostró al señor Smith —Es el anillo de su madre. Rebecca afirmó con la cabeza. —Sí, ese mismo. —¿Gael planeó raptaros y obligaros a casaros con él para hacer daño a su hermana? —Eso creo —¡Maldito malnacido! El arrebato de cólera pilló a Rebecca por sorpresa y dio un brinco, asustada; fijó la mirada en ella —¿Cuál es vuestro plan, mi señora? —Eh... bueno, tengo intención de llegar hasta dónde está Sarocha solo a su lado estaré segura. —¡Pero eso es una locura! —nadie debe saber que soy mujer, Rebecca caminó por la habitación nerviosa estaba segura de que Gael no se daría por vencido, algo en su interior la avisaba de un peligro inminente. Debía andar con cuidado —Necesito irme cuanto antes. —Le dijo al anciano, —. Creo que hice mal al venir aquí. A lo mejor Gael tiene alguien vigilando la casa... —Como vos habéis dicho, nadie puede reconoceros; suspiró y se frotó el pelo. Ya se había acostumbrado a llevarlo tan corto —Venid, os he preparado un baño y algo de comer, seguro que lo necesitáis. —Os lo agradezco, realmente estoy necesitada de buena comida... La bañera estaba a rebosar de agua caliente y en una mesa, había una bandeja llena de suculentos manjares —Gracias, señora Smith, sois una mujer maravillosa, se quedó profundamente dormida mientras acariciaba su anillo de compromiso. Al levantarse vio que su ropa masculina estaba colocada en la silla, limpia y seca, se vistió con calma volvió a colocar la tela sobre los pechos, con cuidado de no apretar mucho y seguidamente la camisa y todo lo demás se ajustó el cinturón, la daga y la bolsita con unas pocas monedas y bajó al salón tenía una bandeja preparada con comida que todavía mantenía el calor, así que se sentó en la mesa —¿Se puede? —Preguntó el señor Smith, —Sí, pasad señor. —Espero que hayáis dormido bien —Como un bebé, estoy como nueva. —Me alegro, tengo un sobrino que es soldado, trabaja para lord John de Carrick, emprenden camino mañana al alba, dirección Devon, le he preguntado si había sitio para uno más y me dijo que sí; Rebecca se quedó mirando al anciano sorprendida comenzó a meditar si se quedaba aquí, en la relativa seguridad de esa casa, corría la posibilidad de tarde o temprano, ser descubierta, tenía que tomar la decisión correcta, —Creo que podré seguir aparentando ser hombre durante unos días más —Dijo al fin. El anciano suspiró. —Bien, le he hablado de vos a mi sobrino él cuidará de vos y de que no os pase nada malo.—Gracias, señor Smith, muchas gracias —Señor Smith, ¿puedo pediros algo más? —Decime —Bueno, la familia que me ha acompañado, son buena gente. Aon es temporero, viene a Londres en busca de trabajo, me preguntaba... si tal vez aquí habría algo que él pudiera hacer y así poder mantener a su familia durante el invierno. —No os preocupéis, encontraré algo que ese buen hombre pueda hacer —¡Eso sería fantástico!

Coraje OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora