Capitulo 32

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Comenzó a caminar nerviosa mientras se frotaba el pelo desesperada. Ella no había atravesado el país para ser tratada de esa forma. Pensó que juntas se sentiría segura, sin embargo, lo único que podía sentir era el odio que desprendía Sarocha por cada poro de su piel no le creía y que dudara de ella fue la herida que destrozó por completo su corazón ya no había razón para permanecer ahí no dijo nada más se quitó el anillo de la mano y se acercó a la mesa, cogió la saquita que contenía las monedas de Jane y en su lugar dejó el anillo. Después agarró sus armas, salió de la tienda caminó hacia los caballos y se dispuso a ensillar su yegua. Billy se acercó hasta ella preocupado. —¿Qué sucede? Las lágrimas amenazaban con salir, pero ella parpadeó para evitarlo. —Nada Billy, no te preocupes . —Rebecca... Ella, después de atar la última cincha de la silla de montar, se giró. —Billy, lo siento, pero ahora no estoy de humor. No deseo hablar —¿Qué estás haciendo? —Me voy... —Pero... Rebecca, aún no estás recuperada y Sarocha no nos ha dado la orden de partir. —Lo sé Billy, me voy yo sola, aquí mi presencia no es deseada —¿Qué estás diciendo? Ella suspiró. —No soy bienvenida aquí, mi presencia es molesta, así que es mejor que me vaya. —Yo iré contigo y te acompañaré —No Billy, me voy sola —Pero... ¡No puedes irte tú sola! —Vine sola, ¿recuerdas? Puedo hacerlo y lo haré se montó con rapidez en su yegua frunció elceño al comprobar que la herida le daba un pequeño tirón. —Te voy a echar de menos amigo, eres la única familia que me queda. — Le dijo con tristeza —Y... y... ¿dónde irás? Ella le sonrió fue la sonrisa más dulce que le había visto en semanas —Me voy a casa y sin más espoleó a su yegua que salió disparada.

Jim llegó corriendo. —¿Qué ha pasado? —No tengo ni idea. —Que no... ¿Dónde diablos va? —A casa... —¿A casa? Jim volvió a mirar el lugar por el que la muchacha había desaparecido y echó a correr hacia latienda. —¿Estás loca? Le gritó a Sarocha.

Sarocha, seguía dando vueltas por la tienda, con sus manos revolvía su pelo como una loca. Estaba confundida y dolida.No podía creer que su Rey, el hombre por el que había dado la vida, por el que había peleado cientos de batallas, el hombre al que había jurado lealtad, le pudiera traicionar de esa manera. ¡Y con Gael! El ser más despreciable de la tierra, el único hombre al que jamás perdonaría y al que mataría sin dudar si se le cruzara. —Sarocha, por todos los santos, ¿Qué has hecho? Sarocha continuó dando vueltas y más vueltas así que Jim, hecho una furia golpeó la mesa con los puños, atrayendo la atención de su amiga. —¡Sarocha! alzó la mirada hacia el rostro rojo y enfurecido de su amigo. —No pasa nada. —¿Qué no pasa nada? ¿Por eso Rebecca se ha marchado a toda velocidad? Sarocha lo miró extrañada. —¿Se ha ido? —Sí, pedazo de asna apestosa. La muchacha ha huido y solo Dios sabe a dónde. —Le dijo mientras le mostraba el anillo que estaba sobre la mesa. 

No podía creerlo, ¿lo había hecho otra vez? ¿Esa pequeña mujer se había marchado? ¿Sola? cogió el anillo y se lo guardó ahora la rabia y el dolor por la traición de Enrique, se mezclaban con la preocupación por el bienestar de Rebecca corrió como alma que lleva el diablo fuera de la tienda, pero en cuanto se acercó a los caballos pudo comprobar que el de Rebecca no estaba y Billy permanecía de pie, mirando a la nada. —¿Dónde diablos está esa mujer? —Le preguntó llena de ira y preocupación. Billy la miró con rabia. —Si algo le sucede a Rebecca, le juro por Dios, que yo mismo me encargaré de matarte con mis propias manos, Y sin más se marchó, dejando a Sarocha conmocionada y con la boca abierta.

De vuelta a casa  

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Coraje OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora