Capitulo 40

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Sarocha esperaba ansiosa en la pequeña capilla del castillo todos los habitantes de sus tierras habían decidido asistir al evento, las manos comenzaron a sudarle —¿No crees que está tardando mucho? —Le preguntó a Jim este se encogió de hombros y respondió. —Tal vez se haya arrepentido Sarocha lo miró furibunda y enojada, Jim se echó a reír y le dio un golpe en la espalda. —No te preocupes toda novia que se precie tiene que hacerse esperar. —Pues yo ya estoy harta de esperar... —murmuró. Escuchó el murmullo de los aldeanos y se giró lentamente, para ver aparecer a la mujer más hermosa de la faz de la tierra su corazón se paró y después comenzó a golpear con fuerza dentro de su pecho, parecía querer salir de ahí, Sarocha clavó la mirada en sus ojos y ella se la devolvió, sus ojos verdes brillaban de ilusión. —Oh... es magnífica —murmuró Jim,Sí, era magnífica, pero no solo por su belleza deslumbrante, ahora resaltada con aquel vestido que marcaba a la perfección cada una de sus maravillosas curvas era magnífica por su valor, su lealtad, su fuerza y porque era capaz de hacerla derretirse con tan solo una mirada cuando estuvieron juntas, Billy le tendió la mano de Rebecca, El hombre de Dios comenzó con su homilía, su sermón trataba sobre el verdadero amor y el afecto, pero Sarocha no le prestó la más mínima atención solo tenía ojos para admirar a Rebecca. Ella no apartaba la mirada y sus labios estaban decorados con una maravillosa sonrisa que hacía que le temblaran las rodillas. —Sarocha Chankimha, ¿aceptáis a Rebecca como vuestra legítima esposa y prometéis serle fiel, amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe? —Sí, acepto. —Y vos, Rebecca Armstrong Dumont, ¿aceptáis a Sarocha como vuestra legítima esposa y prometéis serle fiel, amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe? —Sí, acepto. —Por el poder que me ha sido concedido por la Santa Madre Iglesia, yo os declaro esposas los aldeanos rompieron a gritar y a vitorear Sarocha se acercó más a Rebecca y la cogió por ambas manos. —Ya eres mi esposa ella sonrió y se sonrojó, la sonrisa que brillaba en la cara de Sarocha la dejo casi sin respiración notaba el calor de la mano con la que Sarocha la sujetaba, sus nervios iniciales habían dado paso a una calma y tranquilidad que la absorbían solo estaban ellas nadie más. Sus miradas cómplices, el apretón de manos que Sarocha le había dado o incluso la vez en que le había acariciado la palma con sus dedos y ahora ya estaban casadas.—Eres la luz de mi vida, la que guía mi camino, la que me ilumina cuando las cosas se tuercen. Te amo Rebecca, con toda la fuerza de mi alma y de mi corazón voy a pasar el resto de mi vida intentando hacerte feliz.

La emoción la embargó sus preciosos ojos verdes volvieron a llenarse de lágrimas y esta vez no las pudo contener no podía hablar, pues tenía un nudo en la garganta que la impedía casi respirar. —Yo también te amo, Sarocha y deseo poder hacerte feliz todos los días de mi vida Sarocha sujetó la cara de la mujer entre sus manos, acarició su rostro con los dedos, secándole las lágrimas y la besó fue un beso tierno y delicado que la elevó un palmo del suelo, la gente gritaba de lo más feliz y cuando Sarocha se apartó de ella y la cogió por la mano, la giró y la presentó a los parroquianos como su esposa, se sintió volar; llegaron hasta el salón principal, que ya estaba preparado y dispuesto para iniciar el banquete nupcial. Las novias ocuparon su puesto en la cabecera de la mesa y esperaron hasta que todos estuvieron sentados Sarocha cogió la mano de Rebecca y la ayudó a levantarse, después agarró la copa de vino que tenía frente y la alzó. —Mis queridos amigos, deseo de corazón que hoy sea un día para vosotros tan feliz como lo está siendo para mí comed y bebed todo lo que queráis y después bailaremos para celebrar nuestra unión con gesto teatral acercó la copa a los labios de Rebecca y le dio de beber, seguidamente bebió del lugar donde su esposa había posados sus labios las personas reunidas vitorearon a su señora y el banquete comenzó; Rebecca se sentía terriblemente cansada Sarocha la había sacado a bailar, y desde entonces no había parado, había pasado por tantas parejas de baile que apenas las podía recordar se sentó en su sitio, al lado de Sarocha la recibió con una maravillosa sonrisa no había podido dejar de admirarla, desde que había bailado con ella y se la habían arrebatado de las manos, no había tenido la suficiente fuerza de voluntad como para dejar de mirarla después de haber bailado con infinidad de mujeres, había decidido sentarse a descansar y a deleitarse con su maravillosa esposa, que no paraba de reír y de moverse al compás de la música, aunque había que decir que no todas sus parejas eran elegantes y distinguidas pero eso a ella no le importó y disfrutó del momento —¿Cansada? —Un poco ¿y vos? —Un poco, también. —Disculpe, mi señora—interrumpió Amata—, es hora de preparar a la novia Rebecca se sonrojó, su cara adquirió un gracioso tono rojo. —Muy bien Amata, proceded Rebecca se puso en pie sin apenas mirarla y siguió con paso firme a las mujeres que la acompañaban a su nueva habitación.

 —Muy bien Amata, proceded Rebecca se puso en pie sin apenas mirarla y siguió con paso firme a las mujeres que la acompañaban a su nueva habitación

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Sarocha se revolvió en su asiento de impaciencia y Jim, sentado a su lado, soltó una carcajada.

Las palmas de las manos le sudaban y dio un brinco cuando escuchó unos golpes en la puerta.—Rebecca, ¿puedo pasar? —le preguntó Sarocha al otro lado. —Eh... sí, creo que sí... atravesó el umbral y cerró tras de sí. Sus ojos oscuros se clavaron en el rostro de la mujer que estaba sentada en la cama, tapada con las pieles casi hasta el cuello tuvo ganas de reír.

—Hola... esposa. —Hola, esposa... Se acercó despacio y los ojos de ella se abrieron desmesuradamente se sentó al lado de ella y se quitó las botas sin dejar de mirarla. —Estás muy hermosa las pálidas mejillas adquirieron de pronto el color. —Gracias —Rebecca, no debes temerme. —No lo hago. —Bien, me alegra saberlo. ¿Confías en mí? —Con mi vida —Entonces no debes estar asustada ni nerviosa; se acercó a ella como un felino lo haría a su presa ella admiró sus movimientos gráciles, al avanzar lentamente por la cama cuando estuvo junto a ella surcó su rostro en una ligera caricia con sus dedosy se acercó un poco más la miró fijamente a los ojos —¿Sabes? Hoy me has hecho muy feliz, la mujer no apartó la mirada. —Espero que no os arrepintáis, Sarocha sonrió la sujetó con cuidado por la nuca y la atrajo pegando sus labios con delicadeza Rebecca la recibió con los labios entreabiertos aprovechó para profundizar más el beso en apenas unos segundos el fuego se apoderó de sus cuerpos y toda la intención que tenía en un principio de ser sumamente cuidadosa, quedó relegada al olvido, al incorporarse las pieles cayeron, dejando a la mujer cubierta tan solo con el fino camisón las manos de Sarocha la rodearon por la cinturay la acercaron más a su cuerpo su excitación era más que visible y ella la notó en su vientre.

Coraje OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora