Los días pasaban lentos en el castillo. Rebecca comenzaba a agobiarse sin nada que hacer, por lo que pidió a Sarocha que la dejara practicar con la espada, aunque fuera ella sola en algún lugar lejos de las miradas indiscretas. Durante algunas horas en la mañana Rebecca y Billy practicaban con la espada, pero ese día en especial, Rebecca prefirió observar a los soldados practicar. Rebecca se sentó en els uelo, abrazándose las piernas mientras disfrutaba de la vista. A ellos no parecía molestarles tenerla de espectadora ocasional. Billy se acercó por detrás y se sentó a su lado. —¿Qué haces? —Hoy no estoy de humor para coger la espada, prefiero ver como lo hacen otros. —Yo voy a practicar un poco con el arco, tal vez te apetece probar. A Rebecca se le iluminaron los ojos. —¿Crees que podría? A mi padre nunca le gustó esa arma, decía que era vil y cobarde matar con flechas. —Tu padre era un hombre valiente y temerario. —Sí —afirmó en un suspiro— y a veces creo que no lo conocí en absoluto... Billy la miró . —Creo que contigo él siempre fue él mismo, nunca fingió a tu lado, simplemente evitó herirte e hizo lo que creyó necesario. Te amaba mucho. —Lo sé... Rebecca se puso detrás de Billy y observó como lo hacía él. Pasados unos minutos le cedió el turno. Después de varios intentos fallidos, Rebecca comenzó a familiarizarse con el arco, su textura, la fuerza con la que tenía que tensar, la manera de sujetar las flechas. La emoción de aprender algo nuevo y la ilusión con la que practicaba, convirtieron sus días en algo más llevadero. Por las tardes se dedicaba a dar paseos por los alrededores del castillo, procurando no alejarse mucho pasaba las horas hablando con las mujeres, que por lo general se mantenían calladas en su presencia, mientras bordaban o cosían, una actividad que a Rebecca no se le daba especialmente bien y que detestaba con todas sus fuerzas. Rebecca bajó al salón principal, otro día que estaba lloviendo, por lo que no podría salir al exterior.. Tinna se acercó lentamente hasta ella. Era una chica menuda y tímida con la que mantenía charlas amenas mientras intentaba, en vano, hacer algo decente con su costura. —Buenos días, mi señora. —Buenos días, Tinna. ¿Qué planes tienes para hoy? La muchacha se quedó pensando unos minutos. —Primero haré mis tareas y luego, con el tiempo que hace, seguramente me busque algún entretenimiento para pasar la tarde. ¿Y vos? —No pienso ir a coser, Tinna soltó una carcajada al ver el ceño fruncido de su señora y el mal humor impreso en sus palabras. Todas sabían que la aguja no era su fuerte, pero la joven dama persistía en mejorar, aunque al parecer hoy no estaba para la labor. —Yo creo que tampoco —logró decir Tinna— Supongo que me reuniré con mi hermano y jugaremos al ajedrez o algo parecido. Rebecca alzó la mirada hacia la cara de la muchacha. —¿Tienes un hermano? Ella afirmó con la cabeza. —Nutt, y estamosmuy unidos, tanto como Billy y vos. Rebecca desvió la mirada hacia el fuego. Hacía días que no estaba con Billy, ahora prácticamente nunca estaban juntos, se veían poco y sintió con pesar, lo mucho que lo echaba de menos. —Me alegro por ti, tener alguien a tu lado que te cuide, te proteja y te quiera es una bendición. —Sí, muy cierto, mi señora... quizá os apetezca uniros a nosotros. Sorprendida por la propuesta, durante unos instantes no supo muy bien qué decir. —Oh... eres muy amable, pero no quiero interrumpir una reunión familiar, además, esta tarde estoy ocupada. Tinna pareció decepcionada... y algo más, a Rebecca le dio la impresión de que la chica quería decir algo. Durante unos segundos estuvo pensando hasta que al final dijo: —No pasa nada... quizá en otro momento. —Sí, seguro que habrá otra ocasión, por lo visto en estas tierras llueve mucho... Tinna volvió asonreír. —La lluvia en este tiempo es muy constante. Rebecca frunció el ceño.¡Menudo fastidio! Pero tendría que aguantar. —Me tengo que ir, mi señora. —Muy bien Tinna, que pases un buen día. —Lo mismo os deseo, mi señora..... Una vez sola volvió a fijar su mirada en el fuego, esa muchacha parecía simpática e inofensiva, pero había algo en ella que no terminaba de encajar... Sumida en sus pensamientos la encontró Sarocha, durante unos instantes la observó fijamente. Ella le daba la espalda y ella se deleitó en la sinuosa silueta y en los sensuales movimientos (de los que ella no era consciente) cada vez que se movía, frotándose las manos. El vestido se le ajustaba a la perfección, dejando bien marcadas sus curvas, lo que le produjo inmediatamente el deseo atroz de poder tocarla. Se sorprendió a sí misma imaginando como debería ser de suave el tacto de su piel, mientras recorría con sus dedos todos los recovecos de su cuerpo. Durante unos segundos, que le parecieron eternos, se vislumbró a ella misma viviendo feliz arropada por los brazos de esa mujer, recibiendo cobijo en su cuerpo y sintiendo el anhelo de poder verla sonreír. Un profundo dolor le oprimió el corazón, deseaba, no, más bien necesitaba sentir el apoyo, la confianza y el amor de una mujer. Suspiró para sus adentros, tal vez se estaba haciendose vieja. —Buenos días, Rebecca. Rebecca dio un respingo al oír la voz suave y melodiosa de Sarocha. Se giró lentamente y la miró. —Buenos días,mi señora. — ¿Tenéis frio? Ella la miró confundida durante unos segundos, luego se dio cuenta de que estaba frotando sus manos con fuerza frente a las llamas cuando ella la encontró. Se enderezó.—No, no tengo frío, tal vez se deba a la humedad del ambiente, hace días que no deja de llover. Sarocha se acercó a ella despacio. No pudo dejar de fijarse en la belleza de la muchacha. Sus maravillosos ojos verdes, su pelo castaño con hebras doradas, sus preciosos labios, rojos como las fresas, que pedían a gritos ser besados, y su cuerpo...ese cuerpo hecho para el pecado, perfecto a sus ojos y ahora remarcado a la perfección por la hermosa tela del vestido. Sin duda estaba perdiendo la cabeza. Era su tutora ¡Por todos los Santos! ¿En qué estaba pensando? Ella no se merecía a una mujer así, ella no se merecía conocer la felicidad que proporcionaban los brazos amorosos de una esposa, las dulces caricias de una mujer que fuera suya, en cuerpo y alma —En esta época del año aquí suele llover mucho, —consiguió decir— las primaveras son húmedas, el verano templado y el invierno muy frío. Rebecca frunció el ceño, y a Sarocha le hizo mucha gracia ese adorable gesto, tuvo deseos de besar las suaves marcas que ahora asomaban en su frente. —Sí, eso es lo que me han dicho varias personas hoy, deberé acostumbrarme a la lluvia. — ¿No os gusta? Rebecca alzó la vista y la fijó en los ojos de Sarocha, cuando sus miradas se cruzaron, sintió un golpeen en el pecho, una sensación de lo más extraña que hizo que se ruborizara sinquerer. —La lluvia no me disgusta, lo que me molesta es no tener nada en lo que ocupar mi tiempo. Sarocha se detuvo a escasos metros de ella. La tenía en frente, lo suficiente cerca como para tocarla si alzaba el brazo y a una buena distancia para poder observarla completamente, deberíamos buscaros un entretenimiento. —No os molestéis, no deseo ser una carga, ya encontraré algo que me divierta. —¿Cómo qué? Rebecca se quedó en silencio durante unos segundos. —Pues no tengo ni idea —dijo después, a lo que Sarocha se echó a reír. Se quedó maravillada observando el magnífico cambio surgido en los rasgos de Sarocha, tenía la sonrisa más increíble que Rebecca hubiera visto jamás, le hacía parecer más joven y algo traviesa. El corazón comenzó a latir a buena velocidad, tuvo el impulso de acercarse más a ella y tocar su cara, pero se contuvo, sin embargo, no podía apartar la mirada de la dulce boca de Sarocha sonriendo. —Sarocha, mi señora... Fueron interrumpidos por la suave voz de Peter, que lentamente se les acercaba. —¿Qué ocurre Pet? —Oh... nada, simplemente pensé... tal vez... —No tartamudees hijo, simplemente dime lo que quieres. —Me aburro, mi señora, no puedo salir fuera y mi amigo Luis no puede venir a verme, encima Amata me persigue por todos lados para darme un baño. — Y yo no deseo darme un baño, ya me bañé la semana pasada y es horrible, me frotan por todos lados como si fuera un perro pulgoso, tanto que me dejan la piel colorada. Sarocha lo miró divertida, tenía ganas de reír al ver el disgusto del niño, pero hizo un esfuerzo y le dijo muy seria: —Peter, bañarse es algo importante, si estás limpio no tendrás algunas enfermedades que son terribles, el niño le miró con los ojos muy abiertos. —¿En serio? ¿Hay algo más horrible que bañarse? Sarocha miró pasmada a Rebecca, que tenía los ojos muy abiertos por la sorpresa y sin querer las dos rompieron a reír a carcajadas, mientras el pequeño Peter las miraba sin entender que les hacía tanta gracia.
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Coraje Oculto
FanfictionEsta historia es una adaptacion cuyo autor legal es A. Lawrence, Una novela histórica-aventuras-romance que hará las delicias de cualquier lector.