Capítulo 25.

3 1 0
                                    

Maya.

Bebí un sorbo de mi copa de vino y Eric sonrió copiando mi gesto. Estábamos en un restaurante bastante acogedor y elegante que se encontraba a un par de cuadras de mi casa y aunque no habíamos hablado mucho durante el camino ahora estábamos comenzando a entrar en calor.

―¿Estás incómoda?, ¿quieres que vayamos a otro sitio?

―No. Estoy escuchándote, lo prometo. Es solo que... hace mucho que no tengo citas. ―Sonrió.

―No hay problema, lo estás haciendo bien.

Asentí sin saber qué responder y miré los alrededores.

―Es un sitio bonito.

―Lo descubrí gracias a las redes sociales de Mask Off. Han estado frecuentando este sitio desde que llegaron a la ciudad.

―Interesante.

―¿Puedo hacer una pregunta algo indiscreta?

―Claro.

―¿Jaxon es el niñero de tu hija o algo así?

―Esa es una... buena pregunta. ―Reí con nerviosismo.

¿Qué debía decirle?

Jaxon y yo no habíamos acordado qué decir al respecto sobre este tema en vista de que no se había dado la ocasión de coincidir con alguien fuera de nuestro círculo. Miré a Eric y bebí otro sorbo de mi copa antes de ofrecerle una sonrisa tensa.

―No todos los días ves a uno de tus ídolos cuidando de la hija de la mujer que te interesa.

Mis mejillas se tiñeron de rojo por su comentario. Era lindo que por primera vez en mucho tiempo un hombre se refiriera a mí como la mujer que le interesaba.

―¿Por qué mejor no hablamos de otra cosa?

―Tienes razón, lo siento. ―Alzó las manos en una disculpa―. Ya que estamos aquí me gustaría comentarte que el proyecto se extenderá más de lo pensado y me quedaré un año completo, tal vez más.

Abrí los ojos, sorprendida.

―Wao, eso es... impresionante. Te ves feliz.

Comenzó a explicarme todo sobre su puesto y el nuevo contrato. Poco después me preguntó sobre mi trabajo y comencé a contarle anécdotas graciosas sobre la guardería que nos sacaron un par de sonrisas.

En más de una ocasión resistí mi tentación de llamar a Jaxon porque sabía que necesitaba este tiempo con nuestra hija y que me llamaría si necesitaba mi ayuda. Así que, por primera vez en años, me permití divertirme con un hombre guapo sin sentirme culpable.

Una vez que salimos del restaurante quiso caminar de vuelta a casa y, aunque los tacones comenzaban a pasarme factura, acepté con tal de extender un poco más el momento. Ya lo lamentaría mañana.

Reí de un par de chistes, él sonrió por algunas de mis ideas y todo fue calmado. No sentí mariposas, chispas ni nada parecido y de algún modo fue tranquilizador.

Una vez que llegamos al edificio y nos metimos al ascensor nos sonreímos.

―Gracias por la cita, Eric.

Tomó mi mano y le dio un suave apretón, nuevamente no sentí nada distinto a la calma.

―Me divertí mucho y... si estás de acuerdo me gustaría repetirlo.

El ascensor se detuvo en mi piso y ambos salimos y caminamos hasta mi puerta.

―Eso me gustaría también ―respondí insegura.

Siempre fuimos nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora