Capítulo 21.

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Maya.

Ya era lunes en la noche cuando regresé a casa sola de la guardería. Madeline había rogado por horas que la dejara en casa de su primo, ya que durante su tiempo en el hospital lo había echado de menos y al ver que se había recuperado a una velocidad inhumana lo permití haciendo que me prometiera que, en caso de que se sintiera mal, me llamaría. Salí del ascensor con un suspiro agotado mientras masajeaba mi espalda baja, hoy había sido día de deportes y a falta de la profesora, que estaba de baja por un esguince, tuve que hacerlo yo.

Me detuve de golpe al ver a Jaxon sentado frente a mi puerta. Lo miré mientras apretaba las llaves en mi mano que sonaron contra el llavero captando su atención. Su mirada azul me dejó helada, pero hice el debido recorrido hasta la puerta y se puso de pie.

―Maya. ―Asintió.

―Hola, Jaxon.

Sonreí, la última vez habíamos terminado en buenos términos gracias a las tortitas, pero lucía... extraño.

―¿Llevas mucho aquí?

―Dos horas ―respondió con sequedad, mientras abría la puerta.

―¿Estás... en problemas? ―pregunté con preocupación dejando espacio para que entrara y yo pudiera cerrar la puerta detrás de él.

―Si te digo que sí, ¿vas a desaparecer otros cinco años?

Fruncí el ceño al dejar mi bolso en el mostrador de la entrada.

―Creí que habíamos dejado atrás esa fase.

Él asintió y caminó hasta que se recostó en el espaldar del sofá, sus manos descansando a los lados y asiéndose con fuerza al material y sus ojos azules llenos de sentimientos incomprensibles mezclados en una tormenta.

―¿Qué ocurre? ―pregunté cruzando los brazos.

―Desde que volví no he dejado de perseguirte y casi implorarte para que me digas por qué demonios me sacaste de tu vida ―Me tensé en el acto―, pero tú siempre me das evasivas y cuando comienzo a hacer preguntas te pones a la defensiva.

Alzó la mirada del suelo, su rostro era la muestra de la rabia más pura, retrocedí un paso temiendo el lugar donde esto desembocaría. No era posible que él supiera.

―Te voy a dar una última oportunidad para que me digas la verdad, ¿qué ocurrió hace cinco años, Maya?

Alzó una ceja como si no estuviera dispuesto a recibir nada más que la verdad, pero para su mala suerte llevaba demasiado tiempo ocultando este secreto por lo que le ofrecí una verdad a medias que sabía mejor que nada.

―Siempre fuiste talentoso ―dije en voz baja, él no reaccionó―. Deseaba que tuvieras éxito y no quería interferir en ello, realmente merecías todo lo que pudieras conseguir con tus canciones. ―Continuó inmóvil―. Así que tomé la decisión de alejarme para que pudieras crecer y no creo que me haya equivocado, es decir, resultó bien, ¿no? ―Le sonreí, tensa―. Tú eres una súper estrella, yo tengo una guardería y... estamos haciendo las paces.

Soltó una risa seca.

―¿Ah sí?, ¿estamos tratando de ser amigos de nuevo?

―Creí que sí ―dije, dubitativa―. Fue tu idea, de hecho.

―Sí, lo fue ―dijo con cierto grado de burla―. Pero, ¿qué puedes esperar de mí cuando no sé cómo fueron las cosas?, por otro lado tú... ay, Maya, tú siempre lo supiste.

Vi una lágrima caer de sus ojos mientras sacaba un sobre doblado a la mitad de su bolsillo, sentí que palidecía y mis pies comenzaban a temblar, podía sentir incluso una gota de sudor helado resbalar por mi espalda.

Siempre fuimos nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora