Jaxon.
Maya. Maya. Maya.
Su nombre golpeaba mi cabeza con fuerza haciendo que me mareara. A través de las personas volví a mirarla, su cabello rubio cenizo ya no era largo, estaba a la altura de su mandíbula en pequeñas hondas. Sus labios seguían teniendo ese hermoso tono rosa, sus pestañas igual de largas, su cuerpo estaba cambiado, había dejado de ser una muchacha medio plana para convertirse en una mujer con pechos firmes y culo redondo. Sacudí mi cabeza sintiéndome idiota por fijarme en semejantes detalles.
La última vez que la había visto lo último que se me había pasado por la cabeza habría sido eso, pensaba en cuándo volvería a verla, en si mantendríamos contacto o no... y de repente, ya habían pasado cinco años y ella lucía como alguien más. Tragué grueso recordando la frialdad en sus ojos grises cuando me miró, aunque tenía su punto, yo era un hombre desconocido que había llamado a su hija demonio.
En el instante siguiente mi mente fue azotada por el recuerdo de la manera tan brusca e incoherente en que había cortado contacto conmigo años atrás, pero lo pasé a último plano con una máscara de frialdad.
No iba a machacarme más, no había sido mi culpa.
Cuando me dieron el recibo salí rápido y me detuve al verla subir las bolsas a su coche, solo quería mirarla un poco más, fijarme en los demás cambios. Entonces, una naranja cayó de la bolsa rodando por el parking y salí disparado cuando vi a Maya acomodando sus compras distraída y a la niña persiguiendo la fruta. El pánico me tomó cuando vi a un taxi acercarse a toda velocidad, dejé caer mis compras y corrí como nunca lo había hecho.
Tomé a la niña y la alcé sacándola del camino. Ella me miró un par de segundos sosteniendo la naranja en sus manos, parpadeó, me reconoció y entonces sonrió. La calma regresó con un suspiro que me dejó sin fuerzas.
―Eres un pequeño demonio revoltoso. ―Ella sonrió con diversión―. No vuelvas a hacer eso, tu mamá podría asustarse.
―Lo siento ―murmuró y se quedó mirándome unos segundos―. Mami te conoce. ―Tragué grueso, ella tomó mis gafas y se las puso, reí al ver lo inmensas que le quedaban―. Ella dice que yo miento, pero tú eres Jaxon Samuels, ¿cierto?
Observé a Maya completamente sumida en su tarea a un par de metros de nosotros antes de regresar a la niña al suelo otra vez, manteniéndome agachado.
―Sí, soy Jaxon Samuels. ―Extendí mi mano―. ¿Cómo te llamas, pequeño demonio?
―Madeline. ―Sonreí al verla acomodar mis gafas en el puente de su diminuta nariz.
―Es un lindo nombre.
―Claro que lo es, es mío y lo escogió mi mamá. ―Reí.
―Cierto, falla mía pasar por alto lo obvio. ―Asentí.
―¿La conoces?
Observé a la rubia unos segundos antes de regresar a la pequeña.
―Hace mucho tiempo fuimos amigos. ―Ella abrió los ojos impresionada al escucharme.
―Mi mami fue amiga de Jaxon Samuels. ―Asentí.
―Y ahora tú tienes las gafas de Jaxon Samuels. ―No dejaba ir su asombro.
―¡Es el mejor día del mundo! ―Aplaudió, vi que Maya acomodaba la última bolsa por lo que me levanté.
Una sonrisa tiró de mis labios al ver que me llegaba a la rodilla.
―Tienes que regresar con tu mamá. ―Asintió.
―¿Somos amigos ahora, Jaxon?
―No, pequeño demonio. ―Abrió la boca ofendida―. Me robaste mis malvaviscos, tú y yo somos enemigos. ―Ella se cruzó de brazos y lo sopesó.
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Siempre fuimos nosotros.
Teen FictionHay miles de errores que se pueden cometer en el mundo. Como dejar las llaves dentro de casa, dejar un grifo abierto, tal vez ponerse la camiseta al revés, derramar un vaso de agua en tu comida. Pero créanme, ninguno de esos es tan grave como el que...