Maya.
Mis manos temblaban, mi pie se movía frenéticamente y Ashley sostenía mi otra mano intentando relajarme. Alcé la vista observando a las mujeres embarazadas, los tamaños de sus barrigas variaban, algunas apenas empezaban, otras ya estaban a punto de dar a luz. Algunas me ignoraban, otras me juzgaban preguntándose en silencio qué hacía alguien con más de media vida por delante y sin estudios finalizados ahí sentada.
―¿Maya Walker? ―Alcé la cabeza ante la dulce voz de la enfermera―. Acompáñame linda, la doctora te está esperando.
Ashley entró conmigo dándome una sonrisa de apoyo.
―Hola, Maya ―saludó una mujer pelinegra joven―. Soy la doctora Clarke, acuéstate en la camilla, por favor.
En silencio lo hice y ella rodó en su silla hasta mí, acomodó sus gafas y levantó mi blusa dejando caer un gel que me hizo jadear. Sonrió amablemente y deslizó el aparato por mi abdomen.
―¿Son familia? ―cuestionó la doctora con la mirada fija en la pantalla.
―Es... mi hermana ―murmuré, Ashley se mantenía a mi lado, más me dejaba encargarme de mi propia situación.
―¿Estás nerviosa, Maya? ―preguntó la mujer girándose hacia mí―. Es normal cariño, pero no debes estarlo, tienes... apenas tres semanas de embarazo aproximadamente ―aclaró tras un exhaustivo análisis a la pantalla en blanco y negro―. Aun no podemos detallar al feto, solo vemos el saco gestacional. ―Señaló la pantalla donde no distinguí nada y paseó el aparato nuevamente por mi piel―. No veo señales de quistes o algo similar, tu organismo se encuentra en perfectas condiciones, Maya. ―Sonrió.
Me pasó un pedazo de papel grueso para limpiarme, me incorporé en la camilla y pasé el cabello tras mis orejas luego de acomodar mi blusa. La doctora imprimió la ecografía alegando que era algo netamente rutinario antes de comenzar a apuntar un par de cosas en una planilla.
―¿Cuánto... cuánto tiempo tengo para amm... abortar? ―La doctora alzó la vista y agradecí que pareciera neutral, no espantada, ni enojada.
―Según la ley, hay un límite de entre doce y catorce semanas para realizar una intervención, veintidós si la madre corre riesgo por problemas de salud. ―Asentí y ella extendió la ecografía junto a un papel para mí ―¿Ya lo decidiste?
Mi cabeza estaba hecha un lío, mordí mi labio y mi negación sorprendió a Ashley, sin embargo, no argumentó nada. La doctora sonrió y me observó con atención.
―Entiendo, es una decisión importante, Maya ―comentó―. Pero si me permites me gustaría darte un consejo que no me has pedido, decide en base a lo que desees y estés lista para asumir en tu vida, un bebé es un gran cambio. ―Asentí―. Nos vemos en dos semanas, querida.
―Gracias, doctora Clarke.
―Un gusto, linda. ―Sonrió―. Ten un buen día.
Al salir de la clínica me mantuve en silencio, un silencio que se extendió hasta que ambas entramos en la camioneta de Ashley. Ella me miró en silencio durante catorce segundos que conté mentalmente.
―Creí que lo habías decidido, May.
―Yo... también lo creía, pero cuando ella lo preguntó yo solo... no pude... no tenía una respuesta, Ashley ―ella asintió comprensivamente y pasó una mano por mi cabello
―Está bien, cielo tienes tiempo. ―Asentí―. Por ahora, ¿qué dices si tú y yo nos vamos a comer unas hamburguesas grasientas al centro comercial? ―Sonreí―. Con extra queso.
―No puedo negarme al extra queso. ―Reí y dejé que el embarazo se reprimiera en un lugar recóndito de mi cabeza.
[...]
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Siempre fuimos nosotros.
Подростковая литератураHay miles de errores que se pueden cometer en el mundo. Como dejar las llaves dentro de casa, dejar un grifo abierto, tal vez ponerse la camiseta al revés, derramar un vaso de agua en tu comida. Pero créanme, ninguno de esos es tan grave como el que...