Jaxon.
El acto de convencer a Nancy de que me diera el número de Ashley, con quien compartía grupo en el gimnasio, al que iba una vez al mes, fue impulsivo. Convencer a Ashley de que me diera el número del departamento de Maya me hizo quedar como un acosador muy perturbado, pero la veterinaria se apiadó de mí y terminó siendo un éxito. Pedirle a mis amigos consejo sobre cómo abordar la situación me marcó con la etiqueta de «desesperado», y ahora no entendía muy bien en qué me convertía estar en el sofá de Maya usando un par de prendas infantiles mientras un montón de muñecas me observaban. Eran bonitas y se veían cuidadas lo que lo volvía menos perturbador.
Una vez que la mujer en toalla se marchó solté un suspiro intentando sacar esa imagen de mi cabeza. Joder. Verla de esa manera me había descompuesto en más de un maldito sentido, se suponía que estaba enfadado, pero si volvía a mostrarse así delante de mí podría hacer una excepción y olvidar el motivo de mi enojo. Bueno, no. Debía mostrar algún tipo de voluntad y no ceder a la tentación que esa rubia representaba para mí. Pero, Dios, esa mujer había sido creada por Satanás para hacer que simples mortales como yo cayéramos rendidos a sus pies. La forma en que las gotas de agua recorrieron su suave piel hasta sus labios, labios con los que había soñado toda la puta noche. La forma en que esa toalla apenas llegaba a la mitad de sus muslos... era demasiado para mi sistema. Sacudí la cabeza.
Piensa en otra cosa.
Suspiré y asentí intentando obedecer a la racionalidad. Lo último que quería era tener una dura situación en esta casa que visitaba por primera vez, donde, además, había una niña presente. Así que eso hice, miré desde mi posición el hogar de esas dos chicas y una sonrisa tiró de mis comisuras al ver los dibujos y pegatinas que cubrían las puertas del frigorífico. Se entendían bastante bien, a diferencia de los que hacía Lochan, que parecían manchas y líneas sin sentido aunque los amaba igual. La puerta de cristal de uno de los armarios me permitió ver toda una vajilla con princesas estampadas en ella. No parecían de plástico y he de admitir que lucían tan bonitas, que hasta yo quise un plato para mí.
Luego estaban esas cajas apiladas en una esquina que parecían un mueble sin armar. Si no temiera que Maya me jalara de las orejas por intentar armarlo, lo hubiera hecho encantado. De algo tenían que servir los años que papá se dedicó a enseñarme cómo usar un destornillador y un martillo. En general la casa estaba repleta de detalles infantiles y colores pasteles mezclados con todo el mundo adulto lo que me pareció demasiado tierno para soportar.
Observé nuevamente las muñecas y recordé la sonrisa con la que Line abrió la puerta cuando respondí con mi nombre a su pregunta de quién era. Debí imaginar que su madre no la había autorizado a abrirme la puerta, mucho menos si estaba en la ducha. Pero cuando envolvió mi pierna en un abrazo y me preguntó si me habían gustado los choco-malvaviscos que le dio a Nancy para mí algo se derritió en mi pecho y la razón tomó unas vacaciones. Era demasiado adorable.
―Bien, ahora dime, ¿qué haces aquí? ―Alcé la vista encontrando a Maya con un vestido celeste de tirantes que le llegaba hasta la mitad de los muslos, su cabello aún estaba húmedo, pero ya comenzaba a ondearse con su forma habitual.
Si esto es un sueño que nadie me despierte.
―Creo que lo sabes ―dije antes de aclararme la garganta. Ella en serio era demasiado para mí.
―La verdad es que no. ―Tomó un par de muñecas y las dejó con cuidado sobre el suelo para poder sentarse en el sofá―. Lo que pasó ayer...
―Di que fue un error, vamos Maya, te reto ―dije acercándome hasta que nuestras rodillas se tocaron, ella se tensó y me miró con esos ojos grises llenos de nerviosismo―. Dime que no querías besarme, dime que no disfrutaste ese beso tanto como yo y que definitivamente no has pensado en eso ni una sola vez hoy.
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Siempre fuimos nosotros.
Fiksi RemajaHay miles de errores que se pueden cometer en el mundo. Como dejar las llaves dentro de casa, dejar un grifo abierto, tal vez ponerse la camiseta al revés, derramar un vaso de agua en tu comida. Pero créanme, ninguno de esos es tan grave como el que...