Capítulo 22.

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Maya.

Miré a Madeline que tenía un puchero en sus labios y los ojitos llenos de lágrimas. Era viernes y luego de ir al parque un rato y haberle dado muchos dulces para compensar mis actos, un mensaje de Jaxon llegó preguntándome si ya se lo había dicho, así que tomé valentía y con una larga explicación lo más adecuada posible para su edad se lo traté de explicar. Y gané esto... mi hija estaba triste y a punto de llorar mientras me miraba de una forma en la que nunca antes me había visto.

―¿Jaxon es mi papi?

―Sí, cosita. ―Ella frunció el ceño y limpió sus lágrimas antes de levantarse y caminar hasta su habitación.

Conté hasta diez antes de seguirla y cuando llegué lo que vi destrozó mi corazón. Ella estaba metiendo juguetes en una mochila junto al pijama.

―¿Qué haces cariño? ―Alzó la vista hacia mí con mucho enojo.

―Quiero ir con la tía Ash y con Kevin, también con el tío Luka. No quiero estar aquí.

Sus palabras me golpearon demasiado fuerte, pero decidí sentarme en la cama y tomar la mochila de sus manos con suavidad. Ella se cruzó de brazos mientras contenía las lágrimas.

―Puedes hablar conmigo, Line. Soy mami ―dije en un susurro.

Ella hizo un puchero más profundo que me mató y entonces dejó ir el primer sollozo.

―¡Me dijiste que no tenía papi! ―Su vocecita salió en un gritito agudo.

―No, mi cielo. Yo no dije que no tenías.

―Pero... ¡pero lo escondiste! ―Razonó demasiado bien para su edad.

―Y lo lamento, cariño.

Ella negó.

―No quiero perdonarte, mami.

Asentí limpiando las lágrimas de mis ojos.

―Y lo entiendo.

―Dijiste que mentir está mal. ―Sollozó de nuevo.

―Lo sé, mi amor, y sí que está mal. Pero mami se equivocó y tomó una mala decisión. ―Me aclaré la garganta―. Es como cuando tú escogiste regalar tu muñeca favorita a Carlota, luego la querías de vuelta, ¿recuerdas? ―Asintió sorbiendo por su naricita―. Te arrepentiste luego, pero no la pediste de vuelta.

―Pero yo no le mentí a Carlota, yo la quiero y no le mentí. ―Sollozó―. Y yo no soy un juguete.

Escuchar que había aprendido tan bien lo que le había enseñado y que en ese momento estaba contra mí, me partió el alma al tiempo que me llenó de orgullo. Mi niñita...

―Dijiste que no le mentimos a las personas que queremos, entonces tú... ―Hizo un puchero más profundo―. ¿Tú no me quieres, mamá?

Dejé la mochila en la cama y me arrodillé frente a ella para llevarla contra mi pecho y darle un fuerte abrazo mientras ella humedecía mi vestido.

―Te amo, mi niña. Mucho, mucho, mucho. Te amo desde que escuché los latidos de tu corazoncito por primera vez.

―Pero... pero... me mentiste.

―Mamá lo siente, cielo. Mami lo siente mucho y te promete que nunca va a mentirte de nuevo ―dije desesperada llenando su cabecita de besos.

―No mientas de nuevo, mami. ―Rogó abrazándome fuerte.

La alcé en mis brazos y nos senté en su camita.

―Nunca más, mi niña ―repetí―. Jamás, jamás, jamás. Mamá lo siente muchísimo.

Siempre fuimos nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora