Capítulo 6.

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Maya.

Eran cerca de las cuatro de la madrugada cuando me di cuenta de que no conseguiría dormir. Así que tomé mi computadora y busqué aquella película que había visto tanto de niña como de adolescente, y a la que recurría ya de adulta para limpiar mi cabeza.

Los primeros segundos de Brave comenzaron a reproducirse mientras le daba vueltas a las palabras de mi hija. No, ese hombre no podía ser Jaxon, y según los medios, Mask Off no llegaría hasta la próxima semana.

Apreté los labios al tiempo que Mérida robaba una manzana y entraba al salón del trono. Todos la juzgaban con la mirada y me recordó a mis primeros tiempos de embarazo, cuando todos me juzgaban por mi edad y el tamaño de mi barriga. Cuando mis padres me gritaron y luego se volvieron unos controladores que pretendían decidir por mí lo que era mejor para Made, aún los escuchaba decir cómo y cuándo debía hacer las cosas. Ese fue el detonante para que me marchara de su casa, me tomó tiempo, pero lo logré lo suficientemente rápido como para evitar que nuestra relación se deteriorara del todo y, aun así, tenía mis reservas con ellos.

Bajé la vista a mi abdomen y recordé lo mucho que me asusté cuando me dijeron que Madeline se había enredado con el cordón umbilical. A día de hoy podía decir con certeza que había sido la experiencia más aterradora de mi vida. No había estado sola, Ashley siempre estuvo. Pero a veces había llegado a fantasear sobre lo distinto que hubiera sido ese proceso con él. Tal vez no hubiera estado tan asustada o tal vez hubiera tenido a alguien que entendiera mi miedo de la misma manera.

Bastaba con recordar las veces que lo había espiado años atrás con una cuenta falsa para quitarme esa idea. En las fotos salía con infinidad de chicas con un abdomen plano que yo ya no poseía, una cintura de reloj de arena que no se parecía a la mía menos marcada, y no es que me sintiera insegura de mi cuerpo. Después de todo, este había sido quien había traído a la mejor cosa de mi vida a este mundo. Pero, era duro ver que ellas podían tener lo que yo tanto había anhelado en su momento, era un recordatorio de que yo no podría haberlo hecho feliz, de que solo lo hubiera frenado en su crecimiento.

No era el tipo de chica que él disfrutaba y eso estaba bien, pero en algún punto me dolió saber que no me había escogido a mí, ni siquiera en la adolescencia. Me dolió saber que el destino me había escupido en el rostro «nunca fueron ustedes».

Él lucía feliz, y nosotras no formábamos parte de esa felicidad, por ello necesitaba que mi camino no se cruzara con el suyo. Lo que menos necesitaba Madeline era inestabilidad y todo lo relacionado a Jaxon era inestable. Digo, era un cantante y guitarrista excelente, pero no era lo que ella necesitaba, no era lo que yo necesitaba. Renuente a sobre pensar la hipotética situación, centré mi vista en la pantalla perdiéndome en las geniales animaciones hasta que el sueño me tomó cerca de las cinco y media.

Me levanté con el departamento sumido en un silencio sepulcral, por lo que asumí que mi pequeña seguía durmiendo. Preparé los huevos fritos y las tiras de tocino y dejé los vasos de zumo para ambas en la isla donde siempre cenábamos a falta de mesa. El departamento era bastante grande, pero aún había cosas que necesitaba establecer poco a poco. La guardería era lucrativa, pero tampoco me hacía millonaria y aún tenía ciertas cosas que pagar relacionadas con el acondicionamiento de Wonder Land.

Una vez que Maddie estuvo despierta, repetimos la rutina de cepillarnos y chocar palmas al revisar sus dientes. La dejé vestirse mientras yo hacía lo mismo y se acercó, mientras yo terminaba de desayunar, con sus tenis de Barbie, hizo un puchero y detecté el problema casi al instante.

Cordones.

―No me acuerdo de cómo se hacía, mamá. ―Sonreí y la alcé poniéndola en la banqueta a mi lado.

Siempre fuimos nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora