Capítulo 27.

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Jaxon.

Dos días después me encontraba componiendo en el balcón de mi casa. Era pasada la media noche y hoy Maya me había confirmado que el sábado iría a la fiesta de Andrew lo que me tenía en una nube, sobre todo ahora que Eric tenía un corto viaje de trabajo del que esperaba volviera... nunca. Sí, esa era una buena fecha.

Mi teléfono sonó y lo tomé en seguida al ver que era Maya.

―¿Están bien? ―Me levanté y comencé a ubicar mis zapatos por si tenía que salir.

―Lamento despertarte. ―Escuché el llanto de fondo y la preocupación fue in crescendo―. Madeline tuvo un mal sueño sobre ti y no deja de llorar, me pidió que te llamara, ¿puedes hablar con ella?

―Claro, pásamela.

―Bien. ―Esperé―. Cariño es tu papá, sí, él está al teléfono. ―Apreté los labios impaciente―. ¿Jaxon, puedes cambiar a video llamada?, quiere verte.

―Hecho. ―Esperé un poco más y entonces en la pantalla apareció el nuevo amor de mi vida.

Mi pequeña hija tenía el rostro rojo y húmedo. Su cabello estaba despeinado y no dejaba de sorber por la nariz.

―Hola, pequeño angelito.

―Jaxon... ¿estás bien? ―Sonreí por su preocupación.

―Claro que sí, cariño. Estoy en casa sano y salvo. ―Me senté más tranquilo y acomodé el teléfono para verla mejor―. Dice tu mami que tuviste un mal sueño.

―Tú morías y ya no me querías. ―Sorbió por su nariz y vi la mano de Maya acariciar su cabecita.

―Entiendo, yo también tengo sueños que me asustan a veces. ―Le sonreí y ella sollozó de nuevo―. Pero solo son sueños, Maddie, nada de eso es real. ―Ella me escuchó comenzando a limpiar su carita―. Como ves estoy bien y por supuesto que te amo.

Abrió los ojos sorprendida y reí por su reacción.

―¿Me amas?

―Muchísimo, pequeño angelito. ―Ella sonrió e hizo un puchero demasiado adorable, entonces ladeó la cabeza y me miró distinto―. Te amo muchísimo ―repetí.

―Como... como un papi, mamá... ¡mi papi me ama!

Mis ojos se cristalizaron al escuchar eso. Era la primera vez que me llamaba de esa manera.

―Claro que te ama, cosita. ―Maya acarició su mejilla con ternura.

―¡También te amo, papi! ―Me lanzó un beso que fingí atrapar para hacerla sonreír.

Al escucharla más lágrimas cayeron por mis ojos. Ella me miró desconcertada.

―¿Por qué lloras, papá?. El amor es bonito, no triste.

Asentí limpiando mis ojos.

―Son lágrimas de felicidad, Maddie. ―Reí―. Gracias, pequeño angelito.

―¿Por qué me dices gracias, papá?. Estás siendo raro.

―No importa, cosas bobas. ―Reí―. ¿Ya no estás asustada? ―Sacudió la cabeza.

―Ya no porque mami me ama y tú me amas. ―Sonrió y me lanzó un beso, fingí atraparlo de nuevo y suspiré sin comprender cómo podía caberme tanto amor en el pecho por esta pequeña niña―. ¿Puedes quedarte hasta que me duerma?

―Lo que tú quieras, dulzura. ―Sonrió y se inclinó para besar a su madre en la mejilla.

Hubo un poco de movimiento y cuando el plano volvió pude ver a Madeline apoyando la cabeza sobre el pecho de su madre que acariciaba el puente de su nariz y entre sus cejas con calma. Era una imagen perfecta que capturé arriesgándome a parecer un desquiciado.

Siempre fuimos nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora