Cupido

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Acosté a Noah en el colchón, necesitaba encontrarle medicina pues se encontraba con fiebre debido al celo. Incluso teniendo inmunidad al veneno y siendo lo más sano posible, el celo le afectaba. Era un omega después de todo, es lo normal.

-¿Crees que podrías estar solo por veinte minutos? Prometo que no tardaré- dije

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-¿Crees que podrías estar solo por veinte minutos? Prometo que no tardaré- dije.

-Quedate, estoy bien, solo te necesito a tí- coqueteó levemente agarrando mi mano.

Pasó mi mano por su pecho y la fue bajando, al llegar a su ombligo quité mi mano con molestia. Él era coqueto conmigo, pero con el celo se volvía aún peor.

-¿Por qué no me amas?- sollozó.

-No tardaré e intentaré no alejarme mucho- acaricié su mejilla.

Hice una cúpula gruesa de hielo a su alrededor y dejé dos monstruos guardianes controlados por mí. No dejaría que le pasara nada en mi ausencia.

Corrí para ir a alguna farmacia cercana (no la hubo así que tuve que ir a una bastante lejana). Hasta que la encontré. Pasé por la puerta hecha trizas y revisé por el suelo bajo las estanterías caídas.

Encontré tres cajas, tendría para unos meses. A Noah el celo le duraba una semana y le aparecía mensualmente como a la mayoría de omegas.

Al regresar corriendo, por el camino escuché un pensamiento.

{Maldito hielo, es muy grueso} maldecía el desconocido.

Mierda, alguien quería llegar a Noah. Noah estaba muy débil para siquiera defenderse.

{Se cree que me engañará con unas simples ilusiones que atraviesan mis flechas} oí mientras corría todo lo que podía.

Noah intentó engañarlo haciendo ilusiones, eso significa que se había cargado los monstruos que dejé. Lo único que lo protegía era el hielo.

Llegué tarde, pues le disparó una flecha a Noah mientras Noah le disparaba una flecha.

Ambos eran ángeles. ¿Tenían el mismo don? (eso explicaba porqué los monstruos no pudieron matarla).

La desconocida (pude ver que era mujer realmente) se durmió por la flecha de Noah, pero a Noah no le pasó nada o eso creía.

-¡¿Estás bien?!- pregunté exaltado.

-Si, solo me dolió un poco el corazón aunque me disparase en la pierna, pero estoy bien- contestó confundido.

Estaba preocupado, ¿que hace el don de esa desconocida? Seguro que algo hace.

Me encargué de hacerle unas cadenas de hielo y atarla.

Despertó después de una hora, eso era lo que duraba el somnífero de las flechas de Noah.

Noah dormía tranquilamente tras tomar el medicamento.

Vi que dirigía su vista al adormilado.

-¡Despierta omega, desátame!- le ordenaba.

El apocalipsis del poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora