Jugador

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14 de agosto

Noah estaba en su cuarto mes de embarazo y ya subió 3 kilos, muy poco.

Lo raro era que él si comía lo necesario, y tenía sus antojos cómo los embarazados normales.

Íbamos de camino a otro hogar, necesitábamos alejarnos de la ciudad todo lo posible. En el bosque era menos probable que se escuchase al futuro bebé, además no era bueno movernos de un lado a otro con un crío tan pequeño, teníamos que quedarnos fijos por un tiempo.

Los cambios no eran buenos para un omega embarazado, el instinto y cuerpo del ojiazul necesitaban sentirse seguros y en un hogar cálido.

Empezó a llover.

El rubio cargaba con una mochila, decía que no se sentía tan débil cómo para no hacerlo

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El rubio cargaba con una mochila, decía que no se sentía tan débil cómo para no hacerlo.

-¿Tienes frío?- pregunté preocupado.

-Si, pero no te preocupes, no pillaré un resfriado- comentó.

-Igualmente, necesitas estar cálido- dije cogiéndolo en brazos.

Hice un paraguas de hielo y plantas el cuál controlaba para que estuviera sobre nosotros.

Tenía a Noah contra mi cuello, intentaba que no perdiera temperatura.

La razón por la que no sacaba sus alas para arroparse era porque pesaban bastante, y sabía que yo no aguantaría más peso sobre mí.

Con esfuerzo llegué a una casa en medio del bosque, era amplia. Estaba abandonada.

Entré rompiendo la puerta y acosté al ojiazul en el sofá.

Le eché tres mantas encima, ropa mía y aire caliente de mi don.

No tardó en dejar de sentir escalofríos, y comenzar a sudar.

-Ya está- habló molesto.

Le quité todo de encima, él estaba molesto debido a mí sobre protección, yo no podía evitarlo.

Era tarde así que dormimos en la nueva casa. Me sentía muy agotado.

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Desperté en un cuarto extraño, estaba atado y al mirar frente a mí vi cuatro alfas atados igual que yo.

No podía utilizar mis dones. Buscaba a Noah por todo el lugar, ni rastro de él, eso me hizo sentir pánico. ¡¿Donde está el ojiazul?!

Los demás se despertaron igual que yo, desorientados.

A mí lado izquierdo tenía otro alfa, y en el derecho otros dos. Éramos ocho alfas en un mismo cuarto.

Nos mirábamos con odio, era obvio que desconfiamos de todos los demás.

Oímos una interferencia, era de un altavoz en una esquina.

El apocalipsis del poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora