Capítulo 31

81 5 3
                                    


La luz tenue del foco baña de calidez la casa.

En un rincón de aquella pequeña sala se erige el viejo árbol navideño, iluminado y adornado por una gran variedad de esferas y tentetiesos desgastados que cuelgan de las puntas de sus ramificaciones.

Y entre los holanes del árbol salpicado de nieve artificial se halla oculta una figura de mármol ya enmohecida de un angelito trompetista.

Un angelito desquebrajado,

con las alas arrancadas

y mejillas ennegrecidas.

Un angelito corrompido por satán.

.

Ese angelito...

...soy yo.

soy yo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Capítulo 31: Un milagro en navidad


Qué sombrío está este veinticuatro de diciembre. Qué desolador.

¿Por qué todo el mundo sonríe? ¿Por qué no soy capaz de sonreír yo?

Estoy siendo consumido por una espesa melancolía, y, sin embargo, me mantengo inmóvil y pasivo ante tal acto destructivo. No soy capaz de mostrar resistencia ni lucha ante el enorme vacío que me carcome el pecho y me aniquila.

—¡Ángel, baja ya!

El llamado de mi madre me sacó de mi propio ensimismamiento.

Corrí la cortina de aquella ventana alta desde donde había estado contemplando a la gente pasar por la calle durante un par de minutos, quizá; y, al girarme hacia mi habitación, me encontré con una oscuridad casi tan total como la de la boca de una cueva. Me acerqué a tientas hasta la cabecera de mi cama y encendí, con la única ayuda de mi tacto, las lucecitas azules con forma de estrellas que había colocado como decorado navideño para este año, pero, por alguna curiosa razón, la iluminación de las mismas eran opacas y a cada destello, a cada parpadeo, se desvanecía un poco su intensidad; era como si fueran las últimas exhalaciones de algo que se está dejando morir, de algo que se está apagando para siempre.

¿Será que las estrellas también mueren?

¿Cuál es aquel mal mayor capaz de apagarlas?

¿Son igual de frágiles como lo es el ser humano? ¿Justo como lo soy yo ahora?

El parpadeo intermitente de las lucecitas se proyectaron en mi rostro, pero estas no lograron darle color ni calor a mi pálido e inexpresivo semblante.

Boy Love BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora