Capítulo 15 (Tercera Parte)

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Permanecí quieto y sereno atrapado dentro de los brazos de Adrián contemplando esa estrella parpadeante, hasta que sentí la sangre de su herida humedeciendo mi abrigo. Me aparté de sus brazos y noté claramente que la herida comenzaba a sangrarle considerablemente.

Limpiándome los últimos vestigios de lágrimas, me quité el macuto deportivo que atravesaba mi espalda y lo dejé caer al suelo.

Adrián se tocó el costado derecho, con extremo cuidado, y noté que le dolía al respirar.

Con la yema de mis dedos, rocé levemente la parte dañada y me atreví a mirar a través de la tela desgarrada. Con la preocupación dibujada en mi rostro, me tomé mi tiempo para serenarme antes de hablar.

—Adrián, gracias a Dios, la herida es superficial, la navaja sólo te rozó, como ya me lo has confirmado anteriormente. Pero aún así, necesitas atenderte inmediatamente.

Presuroso, abrí mi macuto deportivo y rebusqué dentro, con desesperación.

—Qué haces...

—Tú no te muevas —le reprendí con las mejillas infladas, y atolondradamente me apresuré en sacar el botiquín de emergencias de mi macuto y que siempre suelo cargar. Saqué un puñado de gasas absorbentes, algodón, y un botecito con agua oxigenada mientras Adrián se quitaba la camisa de resaque que había quedado reducida a jirones, y la arrojó al suelo, desechándola.

Con un esfuerzo sobrehumano intenté ignorar el hecho de que estaba semidesnudo para no perder de vista el objetivo.

—No cuento con el material para hacerte puntos de sutura, por lo que tendrás que conformarte con comprensas frías y gasas por ahora —le dije, arremangándome las mangas del abrigo—. Te lavaré y cubriré la herida. Pero prométeme que te atenderás de inmediato si es necesario. Y agradece a que siempre cargue mi kit de curación cuando voy a los partidos, es por eso que ahora tengo los materiales necesarios para atender tu herida.

Volví a mi macuto, buscando otro elemento faltante. Respiré aliviado. Afortunadamente había rellenado mi botella de agua en los bebederos del club antes de que Adrián me raptara, por lo que, pude contar con la suficiente para enjuagarme las manos y así atender de manera más higiénica su herida, misma que froté repetidamente con un algodón humedecido de agua oxigenada.

Ya después de desinfectarle perfectamente la zona afectada, tomé un puñado de gasas absorbentes y comencé a cubrir todo el largo de su herida con ellas.

Cuando hube terminado, le miré el rostro, también lastimado.

—Ya no cuento con más gasas —resoplé y me removí el mechón de cabello que me cubría el rostro y bloqueaba mi campo de visión.

Boy Love BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora