Capítulo 11

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*~Capítulo: El parque de diversiones~*



Era un caluroso día de domingo, donde el ardiente sol amenazaba con derretir todo debajo de él. Pese a mi lamentable y empobrecido rendimiento físico, corría como un loco por toda la cancha intentando anotar gol, mientras impulsaba y motivaba a mis compañeros, adoptando según yo, aptitudes de líder que me pusieran a la expectativa del entrenador (que en realidad lloriqueaba ante mi patética actuación).

Delirante me pasaba la mano por la frente cuando podía, para secarme las gotas de sudor que empapaban mi extenuado rostro.

Estaba esforzándome al extremo. Aunque sólo se tratara de un entrenamiento más.

Miré mi botella de agua sobre las gradas. Aún no había podido darle ni un sorbo. Desatendiéndome de lo refrescante que se veía, con velocidad fui por el balón una vez más, cuando Julio puso malvadamente su pie en mi camino y me hizo tropezar. Volé por algunos segundos, sintiéndome cuál ave primeriza y aleteé con desesperación, para después aterrizar violenta y dolorosamente contra la explanada enterregada. El silbatazo sonó y dio por terminado el partido de práctica. Y yo quedé ahí, estampado en el suelo, con el trasero parado y mi boca sumida en la tierra. Rodeado de risas burlescas, me puse de pie como mejor me lo permitió mi tambaleante cuerpo. Molesto, hice una rabieta, escupiendo y limpiándome la lengua con las manos que, irónicamente también estaban sucias.

—No puede suceder algo peor —dije con los dientes pastosos, totalmente asqueado. Pero realmente había hablado demasiado pronto, pues el día apenas estaba comenzando.

Sediento y deshecho, me dirigí con paso cojo hacia mi ansiosa agua, cuando vi aparecer a Carla, de pie en las gradas, dirigiéndome un saludo con la mano. Engrandecí los ojos ante la agradable e inesperada sorpresa. Ella, tan perfecta como siempre, llevaba calzado deportivo, un short de mezclilla demasiado corto y deshilachado, una blusa delgada que trasparentaba el color de su sostén y su rubio cabello recogido con una cola de caballo.

Llegué hasta ella con actitud cohibida, preguntándome qué le había hecho venir al club. ¿Acaso Yo? Formulé con una chispa de esperanza. Pero de la misma forma que estaba ilusionado, también me sentí inmediatamente afligido al tomar en cuenta que sus celestes habían presenciado mis lamentables habilidades en el deporte y así, probablemente decepcionado de mí.

Algo ya era seguro, Carla desistiría de convertirse en mi primera seguidora después de mi pésima actuación. Bueno, eso si es que lograba un día tener alguna, lo que parecía nunca suceder si tenía un punto de vista realista.

Boy Love BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora