Capítulo 20

529 23 51
                                    


«Nos abrazamos, rodeados de las coloridas flores del jardín de mamá. Sonreí y bajé la mirada con la timidez de un niño mientras me aferraba a su chaqueta de cuero. Él me levantó del mentón con delicadeza y nos miramos un momento; posteriormente, se inclinó sobre mí, sumergiendo su rostro dentro de mi capucha roja y nos besamos en esa oscuridad que nos proporcionó intimidad...»

Espera... ¿qué?

¡Qué son estas escenas románticas con él! ¿De qué va la historia de mi vida? ¿Qué retorcida dirección está tomando esto? ¡Adrián y yo éramos rivales! ¡Ambos peleábamos por Carla!

Imagínenlo, es como si en un cuento de hadas aparecieran dos apuestos caballeros que están próximos a enfrentarse por el amor de una princesa. Y de pronto, en medio de su lucha bravía, de la nada arrojan sus espadas... ¡y se besan entre ellos!; mientras que la princesa los mira horrorizada y decide acabar con su vida arrojándose desde el balcón ante lo absurdo del universo.

¿Podría alguien tener la mente tan retorcida como para desviar una historia de amor entre un chico y una chica de esa manera?

¿Podría ser esa mi desastrosa historia?


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Capítulo 20: Adrián, el chico no creyente con un crucifijo en el pecho


La claridad de la mañana me hizo abrir los ojos.

Sorpresivo, tragué saliva al hallarme aferrado a su pecho.

Había recibido el amanecer cobijado entre sus brazos...

Parpadeé un par de veces, con estupor. Y entonces lo vi, tendido en mi cama, el cuerpo desnudo de Adrián: Después de haber devorado a su presa, el Lobo Feroz se encontraba sumido en un profundo sueño. Por otro lado, el ingenuo Caperucito Rojas, contemplaba el peligroso faz de su acompañante, preguntándose en qué momento se había enamorado perdidamente de su depredador.

Sobresaltado, respiré atropelladamente y me fui levantando lentamente conforme me iba despabilando, siendo cada vez más consciente de la situación, recordando poco a poco, todas aquellas locuras que hicimos anoche, provocando así, que entrara en un pánico repentino.

«Anoche... él y yo...»

— No, no es posible —reí nervioso y sacudí la cabeza en negación—. Debe tratarse de una broma. Sí, una broma muy pesada. O quizá estoy en algún tipo de trance. Estoy alucinando. Esto es un sueño —Intenté convencerme mientras buscaba controlar el temblor que comenzó a atacar a mis manos.

Y por si la situación ya no fuera lo suficientemente bochornosa, de pronto, bajé la mirada y me percaté que al igual que Adrián, también me encontraba completamente desnudo, tal y como diosito me había traído al mundo.

Boy Love BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora