Capítulo 14 (Segunda Parte)

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El balón ya era propiedad de los rivales a los primeros segundos. El joven que lo llevaba entre sus pies, estaba a un metro de mí y sin perder tiempo, corrí hacia él intentando arrebatárselo, pero Lolo, que estaba más cerca, logró apoderarse efectivamente del balón antes de que yo pudiera hacerlo. Pero en ese momento, mi amigo ya estaba rodeado de rivales y yo despejado. Así que...

—¡Ahí te va! —gritó Lolo hacia mi dirección y pateó la pelota con un tiro elevado hacia mí.

Creyendo que el pase era dirigido a mí, me aligeré en tomarlo, pero cuando intenté atrapar y controlar el balón con el pecho, Adrián se apareció repentinamente en mi camino y se abalanzó sobre él, interceptándolo con la cabeza y tumbándome en el trayecto.

El partido se detuvo en cuanto caí al suelo y lanzaba un grito de dolor.

—¿Estás bien? —el Lobo se apresuró en llegar hasta mí y acuclillarse.

—¡Acaba de sonar el silbatazo y tú ya estás arruinándome! —con una mueca de dolor en el rostro, le contesté mientras me sobaba el tobillo con insistencia, mismo que se me torció mientras caía.

—Pero fuiste tú el imprudente que se puso en mi camino. El pase era para mí —señaló el pelinegro.

—¿De qué hablas? —rechiné los dientes—. Era para mí.

—Temo decir que... el pase era para Adrián —comentó Lolo, que llegaba a mí lado, todo jadeante.

—Pero... ¡por qué le pasas el balón a él y no a tu mejor amigo! —exclamé indignado.

Lolo fingió toser.

—Sus admiradoras me lo pidieron desde la tribuna, ¿y cómo ignorarlas? —contestó apenado—. No pude con tanta presión.

—¡Eres el colmo! —enrabietado, le lancé rayos con la mirada al chico punk.

El árbitro se acercó corriendo en ese momento.

—¿Todo bien? ¿Puede seguir jugando o necesita asistencia médica?

—¡Seguiré jugando! —enfaticé y luego pasé a mirar al Lobo—, ¡y tú no lo impedirás!

Ignorando mis ataques de ira contra él, el pelinegro se cernió sobre mí y me ofreció una pomada que llevaba entre las manos.

—Cógela —me la ofreció—. No huele muy bien, pero es excelente para las torceduras. La traía por si me pasaba un desafortunado accidente como el que te acaba de pasar...

—¡Nada malo te pasará a ti, Adrián! ¡Porque tienes un pacto con el diablo! —gruñí y le arrebaté la pomada para dársela a Lolo y que él me la untara antes de que el Lobo decidiera hacerlo por su cuenta. Al fin de cuentas, mi mejor amigo era quien siempre atendía mis luxaciones que comúnmente sufría durante los partidos.

Después de un suave y cuidadoso masaje -y de un Adrián celoso-, logré levantarme y probar mi tobillo lastimado moviéndolo en círculos, descubriendo así, que afortunadamente mi lesión no había sido tan grave como aparentaba y que resistiría, por lo que el árbitro me permitió continuar en el juego luego de corroborar por él mismo mi buen estado.

Y el partido volvió a reanudarse en cuanto regresé a mi posición inicial.

Lento por mi reciente incidente, no corrí mucho durante los primeros minutos, pero conforme pasaba el tiempo fui recuperando mi velocidad normal, (que en realidad siempre ha estado por debajo del promedio).

Boy Love BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora