Elara.
Hoy es Luna llena.
La invitación a la cena de esta noche llegó con una sirvienta de Dante.
-Vendrán invitados importantes, condes y figuras clave. No tienes opción.- Me hablaba mientras peinaba mi cabello.
Mi estómago se revolvió cuando la escuché. No era por la cena en sí ni por los invitados. Era por la luna. La luna llena.
Sentía cada fibra de mi cuerpo gritar, un tirón casi doloroso que me llamaba hacia el agua. Sabía lo que tenía que hacer esta noche, pero Dante acababa de complicarlo todo. Me obligaba a presentarme, a estar bajo su control. ¿Lo hacía a propósito? ¿Sabía lo que estaba en juego?
Una doncella con un semblante frío entró en la habitación con un vestido azul, de seda, colgado de una percha que ella sujetaba.- Este será el vestido de la cena.- Informó.
Era precioso, elegante, fresco y se ceñía a mis curvas pronunciadas. Era de tirantes y se ajustaba al pecho sin necesidad de sujetador.
-No sé si estoy lista, no pinto absolutamente nada allí.- Reproché a las dos mujeres que me ayudaban para quedar impoluta ante los condes. La que trajo el vestido subió sus hombros y sin preámbulos soltó.-Tampoco puedes elegir.
A vale pues perfecto muchas gracias por tener en cuenta mi opinión.
*
La cena con los condes transcurría entre murmullos de poder y acuerdos sellados con miradas tensas y palabras veladas. El aire estaba cargado de expectación, casi tanto como mi propio cuerpo. Sabía que la luna llena me llamaba desde el exterior del castillo, pero allí estaba, prisionera entre sus muros, bajo las atentas miradas de Dante y sus poderosos invitados.
Los condes intercambiaban susurrantes diálogos sobre tierras, poder y alianzas, mientras los sirvientes pasaban platos que no podía ni mirar. Cada gesto era cuidadosamente calculado, una danza de política entre vampiros que sabían jugar con la vida y la muerte. Pero sentía su juicio en cada mirada furtiva. Me recordaban que yo era una intrusa en su mundo.
Dante estaba sentado en la cabecera de la mesa, vigilante. Yo a su izquierda y Lucius a su derecha. Cada vez que sus ojos se encontraban con los míos, un escalofrío recorría mi espalda. Sabía que algo en mí estaba cambiando, pero lo peor era que él también lo notaba. Lo veía en la forma en que sus ojos se estrechaban, como si pudiera leer mis pensamientos.
El agua en mi copa tembló. Apenas perceptible, pero lo suficiente para que mi cuerpo entero se tensara. Al principio creí que era mi imaginación, un producto de mis nervios y la urgencia por salir de allí. Pero no, el agua estaba respondiendo a mí, a mi llamado, como siempre lo hacía cuando la luna llena se acercaba.
—Conde Alaric, veo que finalmente ha reconsiderado mi propuesta sobre el puerto —dijo Dante, su tono suave, pero cargado de autoridad, mientras brindaba con una copa de vino oscuro. Si si... Vino... Claro... El conde, una figura imponente de cabellos plateados, asintió con una sonrisa educada, claramente midiendo cada una de sus palabras.
—Solo tras recibir las... garantías adecuadas —respondió Alaric. Sus ojos destellaron un momento hacia Dante, antes de que su mirada se deslizara brevemente hacia mí, evaluándome con la frialdad que solo los vampiros podían poseer.
Mi piel se erizó. No podía evitar sentirme atrapada en esa sala. No solo por las paredes, sino por los ojos que me rodeaban, las miradas penetrantes de aquellos seres inmortales. Y, por supuesto, la de Dante. Él no se perdía nada. Me sabía el nombre de todos los condes porque siempre se había hablado de ellos, además, de haberse presentado antes de comenzar la cena.
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El legado de Elara
Vampire"¿Qué harías si tu corazón y tu destino estuvieran en manos de tu enemigo?" En un reino dominado por vampiros, Elara es una joven humana proveniente del del linaje de las ninfas del mar. Atrapada entre el deseo y el peligro. Con la luna llena acercá...