Elara.
El calor aún me quemaba la muñeca, no por el dolor de la mordida de Dante, sino por el impacto de su poder. Nadie nos había visto, nadie había escuchado lo que ocurrió entre nosotros, aunque yo había sentido su boca devorándome, robándome la fuerza, el aliento, y dejando en su lugar una marca invisible, que pesaba tanto como una cadena. Dante había jugado con mi mente, controlando la percepción de los demás, envolviéndonos en una burbuja invisible de silencio y sombras. Todo había ocurrido delante de todos y nadie lo había visto.
Cuando me dejó ir, traté de respirar, intentando recuperar el control. Mis piernas temblaban aún al recordarlo, pero él, con una calma casi cruel, me acomodó en el asiento como si no hubiera pasado nada. Mi mente era un torbellino, pero la cena continuaba como si aquel momento de vulnerabilidad nunca hubiera ocurrido. La tensión entre nosotros, sin embargo, seguía en el aire, palpable y abrasadora.
Los Thyraxis hablaban de los beneficios de la alianza, de cómo los recursos que compartiríamos fortalecerían ambos reinos. Mi mente vagaba, apenas escuchando los detalles mientras trataba de mantener mi postura firme. Mis ojos vagaban por la mesa. Y luego, el ruido de la conversación quedó interrumpido por un fuerte golpe que resonó desde la entrada.
Los Thyraxis enmudecieron, todos giraron sus cabezas hacia la puerta. Un segundo golpe retumbó, más fuerte, y una serie de empujones se escucharon contra la madera y el metal sellados por mi magia. El aire en la sala cambió, y sentí el sudor recorrerme la espalda. Sabía que la puerta estaba aguantando.
Mis manos temblaron debajo de la mesa, el temor invadiéndome. Los golpes continuaban, y cada uno parecía más desesperado que el anterior. Unos murmullos comenzaron a recorrer la sala. Yo era un nudo de nervios.
—¿Qué sucede? —preguntó uno de los nobles, con su copa aún a medio camino hacia sus labios.
Yo intentaba mantenerme tranquila, pero el miedo al fracaso se apoderaba de mí. La puerta estaba a punto de ceder. El esfuerzo me debilitaba, y las dudas me carcomían. ¿Qué estaba pasando afuera? ¿Habrían descubierto el plan? Ada... mi mente volaba hacia Ada.
Los recuerdos aparecieron en flashes. Su sonrisa cálida, el sonido de su risa. Las veces que me había protegido, como una hermana mayor. El calor de su abrazo cuando todo estaba mal. No podía soportar la idea de que algo le hubiera pasado. Si la hubieran descubierto, si la hubieran herido... Simplemente no podría.
Otro golpe sacudió la puerta, y me aferré al borde de la mesa. Sentía el hielo dentro de mí desmoronándose. Pensé en Ada, en cómo estaría ahora, en si estaría bien.
De repente, el Rey Vampiro se levantó, sus ojos puestos en la puerta cerrada. Y entonces, el hielo cedió. Mierda. Cerré los ojos momentáneamente por impulso. La puerta se abrió de golpe, trozos de hielo volando por el aire mientras el sonido estruendoso resonaba en la sala. El silencio se hizo espeso, pesado. Todos los ojos se volvieron hacia la entrada.
Dante giró su cabeza hacia mí. Sabía lo que había hecho: Nos había encerrado a todos. La expresión de su rostro era fría, pero sus ojos... en sus ojos, había confusión. No era tonto, no necesitaba palabras para entenderlo. Seguro que llevaba siglos y siglos vivo para saber que yo había conspirado contra ellos. Y me sorprendió que aún no sabía ni la edad que tenía.
Y entonces, tres guardias irrumpieron en la sala, manchados de sangre hasta el cabello, empapados de sudor, jadeando como si hubieran corrido kilómetros. El horror se reflejaba en sus ojos. Uno de ellos, el que parecía más herido, cayó de rodillas al llegar a Dante, sus palabras saliendo con urgencia, entrecortadas por el cansancio.
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El legado de Elara
Vampir"¿Qué harías si tu corazón y tu destino estuvieran en manos de tu enemigo?" En un reino dominado por vampiros, Elara es una joven humana proveniente del del linaje de las ninfas del mar. Atrapada entre el deseo y el peligro. Con la luna llena acercá...