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Elara.

El silencio de la biblioteca era abrumador, casi asfixiante. El aire estaba impregnado con el olor a cuero antiguo y polvo, pero no había nada que me tranquilizara. Sabía que quedaban apenas dos días para la luna llena, y mis emociones estaban descontroladas. Cada pensamiento parecía explotar dentro de mí como una tormenta eléctrica, y esa urgencia por descubrir la verdad sobre mi linaje se hacía cada vez más insoportable.

Me refugié entre las estanterías altas y oscuras, buscando cualquier información sobre las sirenas que los vampiros guardaran celosamente. Necesitaba saber qué papel jugaba mi familia en todo esto. ¿Por qué nuestros artefactos eran tan importantes? ¿Qué significaban realmente los amuletos que el reino de los vampiros buscaba desesperadamente?

Abrí un libro de tapa gruesa, sus páginas amarillentas crujían con cada movimiento. Me llamó la atención un grabado de tres amuletos: el mío, el collar de la flor de luna marina, junto a dos cristales de formas irregulares y colores vibrantes, uno blanco y otro rojo. Leí con rapidez, casi sin respirar.

El Amuleto de la Reina Sirena, rezaba el título.

"La leyenda dice que estos tres amuletos representan la conexión entre las emociones más poderosas de la naturaleza y el mar. La concha marina es el vínculo con la luna misma, controlando el flujo de los sentimientos y la sensibilidad extrema de las sirenas. El cristal blanco, llamado La Perla de la Pureza, guarda la esencia de la paz . y la unión. Mientras que el cristal rojo, conocido como La Gema del Océano Sangriento, encierra el poder del deseo, la rabia y la venganza del mar. Solo cuando los cuatro amuletos se unen, el reino marino puede resurgir. El portador de estos será capaz de restaurar el equilibrio entre las especies."

Un momento. Pone que se necesitan cuatro.

Cuatro? No eran tres? 

Me detuve en seco, mi mente acelerada procesando todo lo que acababa de leer. No solo mi amuleto robado tenía un poder inconmensurable, sino que existían otros tres, y si conseguía reunirlos... el reino de las sirenas volvería. Mi gente volvería. Era un destino mayor del que jamás habría imaginado. Pero ¿por qué me pertenecía a mí? ¿Por qué lo tenía mi familia?

De repente, escuché voces al otro lado de la sala. Me acerqué sigilosamente, intentando que mis pasos no hicieran el más mínimo ruido. Dos guardias, con sus capas oscuras y actitud relajada, conversaban con un tono bajo pero claro. Me oculté detrás de una estantería, aguzando el oído.

—...entrega del cristal marino será en los calabozos a medianoche. El maestro quiere asegurarse de que no haya interferencias —dijo uno de ellos.

—¿Estás seguro de que es uno de los cristales de la leyenda? —preguntó el otro con escepticismo.

—Totalmente. Uno de los vampiros que regresó de las tierras del norte lo trajo. Dicen que es el cristal blanco, el de la paz. Mañana se presentará ante el consejo.

Mi corazón latía con fuerza. La Perla de la Pureza. El primer cristal. Estaba aquí, en el castillo. Y lo entregarían en los calabozos a medianoche. ¿Qué debía hacer? Si lograba apoderarme de él, ya tendría una pieza del rompecabezas. Pero era demasiado peligroso, y el tiempo corría en mi contra.

Mis pensamientos volvieron a la luna llena. Quedaban apenas dos días. Cada fibra de mi ser sentía la llamada del agua, la necesidad de sumergirme en el océano y dejar que mis raíces como sirena se despertaran. Durante generaciones, las sirenas habían evolucionado, infiltrándose entre los humanos, mezclándose con ellos. Ya no éramos las criaturas mitológicas que una vez gobernaron los mares, pero la luna llena tenía el poder de revelarnos lo que realmente éramos. Solo una vez al mes, la sirena dentro de nosotras se activaba, y si tocábamos el agua en esa noche sagrada... nos transformaríamos de nuevo.

El legado de ElaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora