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Elara.

Lancé un chorro de agua a sus pies, congelándola en el instante en que lo tocó. Sus movimientos se volvieron torpes, patinó y cayó al suelo. No perdí tiempo. Me levanté de un salto, ignorando el dolor que ardía en mi abdomen, y creé un látigo de agua afilado como una cuchilla. Lo lancé contra su cuello, y en un segundo, su cabeza rodó por el suelo. Mi respiración era rápida y descontrolada, y mis piernas temblaban bajo mi peso.

Los ataques no cesaban. El siguiente fue un vampiro, su rostro distorsionado por la sed de sangre. Se movía con una velocidad aterradora, y antes de que pudiera reaccionar, sus garras arañaron mi hombro, rasgando la piel y empapando mi ropa en más sangre. Solté un grito de dolor, pero aproveché su cercanía. Le envolví con una burbuja de agua que lo aprisionó, vi cómo su rostro se distorsionaba por la falta de aire y cómo luchaba inútilmente por liberarse.

—Solo representas vergüenza. —gruñó entre burbujas de agua, sus ojos llenos de desprecio—. Y ahora pagarás por todo.

—Dítelo a ti, que voy a matarte.— Y le sonreí sádicamente.

Apreté la burbuja, hasta que su cuerpo dejó de moverse. El vampiro cayó al suelo con un ruido sordo, su cuerpo inerte bajo la luz mortecina de la cripta.

Sentía que no podía seguir. El dolor en mi costado y en mi hombro eran como llamas ardiendo, y cada movimiento era una tortura. La falta de sangre me hacía marearme, mi visión era borrosa.

Y entonces, la vi. Una figura entre las sombras, luchando con una gracia feroz. Su pelo blanco platino, brillante como la luna, y sus ojos verdes llenos de una furia que reconocí. El fuego bailaba en sus manos, formando explosiones ardientes que consumían a sus enemigos. Los Drakthyr caían a su paso, sus cuerpos envueltos en llamas.

Me miró en ese instante. Me sonrió y pude leerle los labios entre en caos.

—Por Ada —dijo, con su voz firme y decidida, y todo encajó. Era Seren. Y estaba luchando a mi lado. Seren era la amiga que quería presentarme Ada...

Una conexión se formó entre nosotras en ese instante. El agua y el fuego se fusionaron en una danza letal, protegiéndonos mutuamente, cubriendo nuestras espaldas. Cada vez que un vampiro o Drakthyr se acercaba a ella, lanzaba una ráfaga de agua para frenarlo, y ella respondía con llamaradas que consumían a nuestros enemigos.

Un Drakthyr, gigantesco, sus cuernos curvados como los de un toro, se lanzó hacia Seren, dispuesto a atravesarla con sus garras. Vi el ataque antes de que ella pudiera reaccionar. Mi cuerpo se movió antes de que mi mente lo procesara, mi poder se desató con fuerza inhumana.

Me abalancé sobre él, saltando hacia su cuello. Mis piernas se cerraron alrededor de su garganta, y mis manos se aferraron a sus cuernos. Mi cuerpo gritaba de dolor por el esfuerzo, pero no solté. Con un gruñido, tiré con todas mis fuerzas, apretando sus cuernos mientras sentía su piel áspera y caliente contra mí. Su rugido de ira resonó en la cripta, rugió, sacudiéndose, intentando liberarse de mi agarre, pero no solté. Tiré con más fuerza, usando todo el poder que me quedaba, hasta que sentí un crujido.

Su cabeza se separó de su cuerpo.

El cuerpo del Drakthyr cayó pesadamente al suelo, y su cabeza conmigo, aún con los ojos abiertos, rodó por el suelo. Mi respiración era pesada, mis músculos ardían por el esfuerzo, pero había salvado a Seren. Le dediqué una mirada rápida antes de volver al caos de la batalla.

—Gracias.— Dijo y levantó una de sus comisuras, a pesar de todo, esta mujer seguía sonriendo, acabando con todo a su paso.

—Por Ada.— Le contesté. Como si eso nos uniera, como si nos diera fuerzas para seguir.

El legado de ElaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora