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Narrador omnisciente.


Quedan solo cuatro días para la luna llena. 

Elara lo siente en su piel, cada fibra de su ser se vuelve más sensible, sus emociones amplificadas, oscilando entre el deseo y la rabia, esa rabia antigua que corre por su sangre. Sabe que cuando la luna se alce en todo su esplendor, la necesidad de correr hacia el agua será incontrolable, una llamada que no puede ignorar. Sin embargo, ahora está atrapada en un castillo vampírico, bajo la atenta vigilancia de Dante, el rey que la evita a toda costa.

Caminando por los fríos pasillos de piedra, ha empezado a conocer a más de los sirvientes y guardias vampíricos de Dante, cada uno con personalidades marcadamente diferentes.

Está Lucius, un guardia vampiro que, a pesar de su naturaleza depredadora, parece siempre rodeado de una calma glacial.

 Está apoyado contra una de las paredes del corredor, sus ojos azul hielo fijos en ella antes incluso de que ella lo note. Elara se detiene al darse cuenta de su presencia. Sabe que algo en él le provoca incomodidad, pero no logra descifrar si es el silencio calculador o el aura depredadora que siempre parece emanar.

-Él no suele mantener a los prisioneros vivos por tanto tiempo.

Elara no puede evitar sentir cómo la mirada de Lucius la examina, como si tratara de descifrar un acertijo que lleva siglos sin resolver.

-Hay algo en ti... diferente. Lo huelo. 

Elara tensa la mandíbula, tratando de no dejar entrever el nerviosismo que crece dentro de ella.

-No soy diferente a ninguna otra persona en este castillo, excepto por el hecho de que no bebo sangre.-  Se defiende Elara.

Y excepto porque yo no he matado ni destruido un linaje entero.- pensó.

Lucius sonríe, pero no de una manera que le dé confianza. Es la sonrisa de un depredador que sabe que la presa está a su alcance.

-Veo que te has adaptado a tu nuevo 'hogar'."- Se mofa.

Elara levanta el mentón y habla secamente a la figura esbelta y enigmática de Lucius.

-Si a esto le llamas hogar, entonces prefiero estar perdida.

Lucius sonríe levemente, una sonrisa que no llega a sus ojos.

-Te convendría aceptar tu lugar aquí. No todos tienen el 'privilegio' de la misericordia del Rey.

Elara siente un nudo de frustración en su estómago. La mención de Dante siempre la desestabiliza, sobre todo ahora que él parece evitarla. Mientras el guardia la escolta hasta el lugar de su trabajo como sanadora, ella habla decidida.

-Misericordia... ¿Es eso lo que llaman mantener a alguien como prisionero? No veo mucha diferencia entre este castillo y una celda.- Se sincera.

Lucius levanta una ceja. -Me sorprende que aún respires, para ser sincero. Especialmente cuando Dante está... descontrolado.

Elara frunce el ceño, sintiendo que Lucius está jugando con sus palabras como de costumbre.

-¿Descontrolado? ¿Qué quieres decir?

Él da unos pasos hacia ella. -Dante ha estado pidiendo más donantes de lo habitual. Exigiendo sangre de una manera... poco característica de él. Su autocontrol se está desmoronando.

El legado de ElaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora