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Dante.

Elara desaparece de mis brazos, de mi vista, de mi mundo.

Vaelion se la ha llevado, y estoy paralizado. El rugido de la desesperación me atraviesa el pecho como una estaca, pero no puedo dejar que me consuma. No ahora. No cuando ella me necesita. Miro el suelo, el collar de luna marina esparcido. Mis manos tiemblan mientras lo recojo.

No... no puedo perderla.

Todo en mi mente es un caos. La luna de sangre, la ceremonia, las palabras de Vaelion, todo se mezcla en una tormenta de furia. Esto no debía suceder. Hice todo lo posible por asegurarme de que Vaelion quedara atrapado, de que no pudiera escapar de su cripta. Colocamos guardias, sellos, protecciones... y nada de eso importó.

¿Una traición? ¿Alguien dentro del castillo? No lo sé. Pero lo único que puedo pensar ahora es en Elara.

 Voy a encontrarla.

—¡Buscadla! —mi voz retumba en el salón, llena de desesperación. Mi mente trabaja a mil por hora, y aunque trato de mantenerme enfocado, todo lo que puedo sentir es su ausencia. Me volteo hacia los guardias, hacia mis consejeros, todos expectantes, asustados. Pero yo solo tengo una cosa en mente—. ¡No importa dónde la lleve, no importa qué obstáculos ponga en mi camino! La traeré de vuelta.

Con mi control mental intento atravesar sus barreras ahora alzadas en la conexión que nos une. El vínculo está dormido. No lo siento como antes. Y sé perfectamente que es culpa de Vaelion.

El collar en mi mano tiembla, las cuentas brillan bajo la luz de las antorchas. Aprieto los puños con fuerza, sintiendo cómo el metal me corta la piel.

Elara es mía.

Si tengo que dar mi vida por ella, lo haré.

Te encontraré. Aunque eso signifique destruirlo todo.


*


Elara.

El frío es lo primero que siento cuando recobro la conciencia. Mis ojos tardan en ajustarse a la penumbra que me rodea, y me doy cuenta de que estoy atada a una pared de roca áspera. El contacto de la piedra contra mi piel desnuda me provoca escalofríos. Intento moverme, pero las cuerdas, o lo que sea que me mantiene sujeta, están bien apretadas. No tengo control sobre mi cuerpo.

Mi corazón late rápido, y la desesperación comienza a instalarse. Trato de recordar cómo llegué aquí, pero todo se siente confuso, fragmentado. Lo último que recuerdo... es a Dante. La ceremonia. Vaelion. La sangre.

Dante.

El pensamiento de él me sacude con fuerza. Algo cambia dentro de mí. No es solo el miedo por mi vida, sino el miedo por él. El vínculo. Ahora lo siento, una conexión invisible entre nosotros, creada por la sangre compartida. Si yo muero, él también lo hará.

Oigo un susurro de movimiento y, de repente, está allí. Vaelion. A mi lado, su presencia es como una sombra que lo envuelve todo. Su mirada me estudia con esa frialdad calculada, como si yo fuera una pieza más en su tablero, un objeto útil y nada más.

—Finalmente despiertas —dice con voz suave, pero llena de una fuerza oculta—. No esperaba que fuera tan rápido.

—¿Qué... qué quieres de mí? —pregunto, tratando de que mi voz no tiemble. Mi garganta está seca y siento la opresión en el pecho. Muevo mis manos ancladas con cadenas y el sonido fino del hierro inunda toda la sala rocosa. Sé que no estoy en posición de negociar. No tengo control aquí.

El legado de ElaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora