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Elara.

Los días en el castillo han sido largos. Cada mañana, al abrir los ojos, siento el peso del mundo sobre mis hombros. Aún no entiendo cómo he llegado hasta aquí, cómo he sido empujada a un papel que nunca pedí. Las clases de etiqueta, las lecciones de política, y el constante recordatorio de que soy una sirena en un mundo de vampiros me están desgastando. Seren ha sido mi ancla, la única constante que me mantiene firme en este océano turbulento.

"Una reina sin control no es una reina poderosa", me lo repiten una y otra vez mientras practico con el agua. Cada gota que surge de mis manos, cada pequeña corriente que puedo crear, me recuerda quién soy, y lo lejos que estoy de mi hogar. Seren ha estado a mi lado todo el tiempo, enseñándome cómo sanar con el agua, cómo utilizar ese poder no solo para defenderme, sino también para proteger. 

Pero nada de esto me quita la confusión que siento cuando pienso en Dante. Desde aquella noche en su despacho, la tensión entre nosotros no ha disminuido. Su presencia me llena de un deseo que no quiero reconocer. Cada vez que lo veo, algo se remueve en mi interior, una parte de mí que lucha entre el odio y algo mucho más peligroso: la atracción. Lo evito en la medida de lo posible, temerosa de lo que podría suceder si nos encontramos a solas otra vez. He asistido a reuniones y me ha explicado cómo funcionan los roles en ellas y qué métodos usan para solucionar los asuntos. Sin embargo, sé que no puedo escapar de él para siempre. Sobre todo porque esta noche, bajo la Luna de Sangre, todo cambiará.

Hoy es el dichoso día de la coronación. Hoy... me convierto en Reina.

Me dijeron que la coronación se haría bajo la Luna de Sangre, un evento que ocurre cada mil años y que coincide con el despertar de Vaelion, el abuelo de Dante. La luna roja será testigo de mi destino y del reino que estoy obligada a gobernar. No soy bienvenida en el trono, lo sé. Los susurros de los cortesanos a mis espaldas lo hacen evidente. "Una sirena no puede ser reina", "Es débil, no es una de nosotros", "Nunca podrá gobernar", he oído cientos de veces cuando creen que no escucho. Cada vez que paso por los pasillos con Seren a mi lado, sus miradas me queman. Pero me mantengo callada, apretando los puños con las uñas clavándose en mis palmas. No es momento de reaccionar. No les daré la satisfacción de ver cómo me afectan sus palabras.

Yo soy mucho más fuerte que todo esto. 

Extraño a Ada. Su ausencia ha sido como un vacío constante en mi corazón. Si estuviera aquí, ella sabría qué decirme. Ella siempre tenía una forma de calmar mis miedos, de hacerme sentir que, pase lo que pase, estaré bien. Pero ahora estoy sola en esto. Incluso con Seren a mi lado, siento que estoy luchando una batalla que no sé cómo ganar. Y aunque ella siga diciéndome que ahora, siendo Reina, podré acceder a los amuletos y obligar a mis secuaces que liberen el reino marino, no estoy segura de cómo. Una parte de mí desea renunciar, correr lejos de aquí, pero otra parte sabe que no puedo. Mi destino está entrelazado con el de Dante, y aunque no quiero admitirlo, ese vínculo es irrompible.

Los preparativos para la ceremonia de esta noche están en marcha. Las cortinas de terciopelo rojo cuelgan de los muros del castillo, y las antorchas iluminan los pasillos con un brillo ominoso. Todo parece más oscuro hoy, como si la misma atmósfera del castillo supiera lo que está por venir. El poder de la Luna de Sangre se siente en el aire, cargado de magia antigua y promesas de cosas terribles. Sé que algo está a punto de cambiar.

La incertidumbre me carcome por dentro. ¿Qué pasará después de la coronación? ¿Podré seguir evitándolo? ¿O seré arrastrada irremediablemente hacia él? El vínculo entre Dante y yo ha crecido, pero mis sentimientos son confusos, contradictorios. Hay momentos en los que siento que lo odio por lo que me ha hecho, por cómo ha intentado controlarme. Pero luego hay otros momentos, como cuando me mira, como si pudiera ver hasta lo más profundo de mi alma, que no puedo evitar sentirme atraída por él. Es una guerra constante dentro de mí, y no sé qué lado ganará.

El legado de ElaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora