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Elara.

Ya es medianoche.

Las escaleras que llevan a los calabozos son estrechas y serpenteantes, tan frías como el aire que se desliza por las grietas de las paredes de piedra. A cada paso, mi corazón late con fuerza, y el eco de mis pisadas resuena como un tambor en mi pecho. Sé que estoy yendo demasiado lejos, que un solo error podría costarme la vida, pero no tengo otra opción. Necesito saber dónde está el cristal.

Me detengo en el último escalón antes de llegar a la zona principal de los calabozos. El hedor a humedad, sangre y desesperación me envuelve. Los calabozos son una mazmorra laberíntica, oscuros y llenos de sombras donde los secretos más sucios del castillo se ocultan. Contengo el aliento mientras escucho a lo lejos unas voces. Dos hombres discuten en voz baja, como si supieran que cualquier ruido podría atraer a oídos indeseados.

Me pego a la pared y avanzo sigilosamente por el corredor hasta que logro divisar una pequeña habitación, apenas iluminada por antorchas. Las llamas parpadean con una intensidad débil, proyectando sombras ondulantes sobre las figuras de dos vampiros. Uno de ellos sostiene un pequeño objeto que, incluso desde esta distancia, reconozco al instante. El cristal marino.

Es más pequeño de lo que imaginaba, pero brilla con un resplandor azulado que parece emitir luz propia. El cristal blanco es uno de los amuletos más codiciados, y ellos lo tienen justo delante de mis ojos. Mi cuerpo entero se tensa, consciente del poder que tiene entre sus manos y del riesgo que estoy tomando al estar aquí.

-Este es el último intercambio -murmura uno de los vampiros, el de mayor altura. Puedo oír su voz grave y rasposa, cargada de impaciencia-. No habrá otro. Lo llevaremos al cuarto del sello, y nadie, absolutamente nadie podrá tocarlo.

Escucho cómo planean resguardar uno de los cristales que podrían restaurar el reino marino... mi mundo. Debo recuperarlo.

-¿El cuarto del sello? -pregunta el segundo vampiro, más joven, con un deje de inseguridad-. ¿No se supone que está reservado para objetos aún más peligrosos?

-Esto es más peligroso de lo que imaginas -responde el mayor-. Nadie puede entrar. No hay llave ni fuerza que pueda abrirlo desde fuera. Si los sirvientes de la reina sirena recuperan los tres cristales, podrían desatar un poder que pondría fin al dominio de los vampiros.

Mi estómago se revuelve. Todo el reino sabe lo que esos cristales significan. La oportunidad de resucitar el antiguo reino marino y restaurar el equilibrio perdido. Los vampiros, sin embargo, ven esto como una amenaza.

Quieren destruir lo que queda de nosotros.

-Déjalo aquí -ordena el mayor-. Lo transportaremos al amanecer junto al otro. Nadie sabrá dónde está hasta que sea demasiado tarde.

Espero unos momentos más, sin atreverme a respirar mientras los vampiros depositan el cristal sobre una mesa de piedra.

Parece inalcanzable, pero no puedo dejar que lo transporten al cuarto del sello. No sin al menos intentar robarlo.

Mi mente corre en todas direcciones.

¿Cómo lo hago?

Mis poderes apenas están despertando, y no sé si tengo la habilidad para usar el agua en un lugar como este. El aire aquí es seco, la humedad es mínima, pero hay una posibilidad. Hay humedad en las paredes de piedra, agua atrapada en las mismas estructuras.

Si logro invocarla... tal vez pueda acceder a ese cuarto inexpugnable.

Siento mi cuerpo vibrar con anticipación. Cierro los ojos y extiendo mis manos, concentrándome en el agua escondida en las piedras frías a mi alrededor. Una corriente de poder recorre mis venas, y un suave murmullo de agua me responde en lo más profundo de mi mente. No es mucho, pero es algo. Lo suficiente para hacer una brecha en la seguridad del castillo.

El legado de ElaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora