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Elara.

Las sombras de las paredes parecen alargarse y acercarse a mí, como si fueran manos tratando de alcanzarme. Mi respiración se vuelve rápida, descontrolada. El suelo de piedra fría bajo mis pies descalzos me hiela los huesos, pero no me atrevo a moverme. Él está frente a mí, sus ojos rojos fijos en los míos, llenos de un fuego que nunca había visto. Hay algo en su mirada que me atraviesa, que me hace sentir vulnerable... débil. No quiero mostrar miedo, no puedo, pero siento que mi voluntad empieza a flaquear.

Podría decir que han pasado dos, tres o cuatro días y que cada día baja aquí, pero he perdido la noción del tiempo. Viene a torturarme, quiere que confiese. A veces trae comida, agua y yo me pregunto que clase de tortura es la de que te alimenten.

-No te romperé... todavía.- murmura con una calma aterradora, como si ya supiera cuál será mi respuesta.

Entonces, algo cambia en el aire. Una bruma, un susurro. Las paredes del calabozo parecen distorsionarse, y de repente, ya no estoy allí. Estoy en el mercado, entre los puestos destartalados, las voces de los vendedores llenan mis oídos, y el olor de las especias se mezcla con la brisa salada. Miro alrededor, confundida. ¿Cómo he llegado aquí?

Y entonces la veo.

Ara. Mi amiga, mi única aliada en este maldito lugar. Ara está de pie frente a mí, pero algo no está bien. Hay pánico en sus ojos verdes, sus manos tiemblan mientras trata de sostener una cesta. De pronto, aparece un guardia a su lado, la agarra por el brazo. -¡No!- grito, pero mi voz se ahoga en el bullicio.

Veo cómo la empujan contra una pared, su cuerpo frágil se golpea con un sonido seco. Mi corazón late desbocado en mi pecho. Quiero correr hacia ella, detener lo que está pasando, pero mis piernas no se mueven. Estoy atrapada, impotente.

-Di lo que sabes.- oigo su voz, un eco que resuena en mi mente. -O tu amiga sufrirá las consecuencias.-

Ara levanta la mirada, sus ojos están llenos de miedo y dolor. -Elara... haz lo que te piden.- suplica. Un guardia saca una daga, el filo brilla bajo el sol, y lo acerca peligrosamente a su cuello.

-No, no... ¡por favor, no!- Mis palabras salen sin pensar. -No le hagas daño, ella no sabe nada... no tiene nada que ver.-

Las risas resonantes del guardia y los gritos de Ara perforan mis oídos. Mis ojos se llenan de lágrimas. No puedo dejar que esto pase. -¡Detente!- Mi voz es apenas un susurro tembloroso.

El vampiro está en mi cabeza, torturándome, pero puedo sentir cómo se acerca a mí en la celda, como me sostiene. Me agarra de la cintura para que no caiga y posiciona una mano en mi mentón. Sintiendo como su respiración choca contra mi oído - Entonces habla. Dame lo que quiero, y ella se irá en paz.- Susurra con esa voz tan poderosa.

Cierro los ojos, la desesperación llenando mi pecho.

La escena se desvanece como humo en el viento, y de repente vuelvo al frío calabozo. Su rostro sigue tan cerca, su expresión casi... dolida, como si odiara lo que acaba de hacer. No puedo evitar sentir una punzada de comprensión, una chispa de compasión. Pero la ahogo rápidamente.

-No juegues conmigo.- Le escupo, mi voz rota pero decidida. -Si quieres que te diga algo, llévame frente al Consejo. Que me juzguen allí, que se dicte una sentencia.-

Me suelta con brusquedad, dando un paso atrás. Sus ojos me recorren, buscando algo en mi mirada. Finalmente, asiente, pero hay una tensión en su mandíbula, una furia contenida.

-Muy bien.- murmura, -serás juzgada por el Consejo. Pero recuerda, pequeña- añade en un susurro. Sus ojos bajan a mis labios y no puedo evitar sentir el cosquilleo- Allí no puedo protegerte.

Se gira y sale del calabozo, dejándome sola con mis pensamientos y un temblor en mis piernas que no logro calmar. Respiro profundamente, acariciando el collar de flor de luna marina en mi cuello, aferrándome a su energía, a mi secreto.

Pero sé que este es solo el comienzo.


*


Unas voces comienzan a escucharse como si se acercaran.

-¿Has oído? El rey quiere interrogarla él mismo. Dante parece especialmente interesado en esta prisionera.-

¿Dante? ¿El Rey Vampiro?

Las palabras se arremolinan en mi cabeza. Son dos guardias reales. Me acerco lentamente a la puerta de la celda para seguir escuchando.

-Si, pero no creo que pueda hacer nada frente al consejo.- Se escuchan unas llaves, como si estuviesen agarrando un puñado de ellas.

Mis piernas se sienten débiles, mi mente gira en un torbellino de emociones cuando los dos guardias se paran frente a mi, observándome con sus expresiones desconfiadas. 

-Chica, ¿Estás lista para tu muerte?- El otro vampiro se echa a reír y yo solo puedo fulminarles con la mirada. Ahora entiendo la gravedad de mi situación... 

Me voy a enfrentar al consejo.

El legado de ElaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora