Capítulo 41: Lo Que Las Estrellas Callan

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El aire frío de la noche envolvía sus cuerpos expuestos, pero la calidez entre ellos lo hacía todo irrelevante. Cada beso, cada caricia, era un recordatorio de los momentos felices que habían compartido antes de que el secreto familiar lo destrozara todo. Ahora, en el mirador que había sido testigo de tantos recuerdos, se reencontraban, y el fuego entre ellos era más fuerte que nunca.

Julen dejó escapar un suspiro mientras las manos de Alex viajaban lentamente por su pecho desnudo, explorando cada rincón, cada curva que conocía tan bien pero que ahora se sentía nueva, como si estuviera redescubriendo el cuerpo de su hermano bajo la luz de las estrellas.

-No puedo creer que estemos aquí otra vez -susurró Alex, su voz temblando ligeramente mientras sus labios rozaban el cuello de Julen.

-Nunca debimos alejarnos -respondió Julen, su voz ronca por la emoción mientras acariciaba la espalda de Alex, sus dedos trazando líneas suaves en su piel.

Cada palabra, cada susurro, parecía más íntimo en medio de la oscuridad que los envolvía. A su alrededor, las olas rompían suavemente contra las rocas, el único sonido que acompañaba el ritmo de su respiración entrecortada.

Alex, aún apoyado contra Julen, se inclinó hacia él, dejando que sus manos recorrieran lentamente su torso. Sentía el calor de su piel bajo sus dedos, y cada toque parecía provocar una nueva chispa de deseo. Julen respondió de inmediato, sus manos firmemente apoyadas en las caderas de Alex, atrayéndolo más cerca, hasta que ya no quedaba espacio entre ellos.

-Te he extrañado tanto -murmuró Alex, su voz quebrada por la emoción mientras sentía el pecho de Julen subir y bajar rápidamente. El ritmo de su respiración era un reflejo de la tensión que había estado acumulándose entre ellos durante tanto tiempo.

-Yo también, Alex -Julen apenas pudo articular las palabras antes de que sus labios volvieran a encontrar los de Alex. Esta vez, el beso fue más urgente, como si el tiempo se estuviera acabando y no quisieran perder ni un segundo más. Sus bocas se movían en perfecta sincronía, explorando cada rincón, redescubriendo cada sensación.

Mientras el beso se profundizaba, las manos de Julen comenzaron a deslizarse lentamente hacia abajo, sus dedos rozando la cintura de Alex antes de aventurarse aún más. El contacto provocó un gemido ahogado de Alex, que se aferró con más fuerza a los hombros de Julen, su cuerpo temblando ante la intensidad del momento.

Sin romper el beso, Julen comenzó a despojarse del resto de sus prendas, dejándolas caer descuidadamente al suelo. Alex lo siguió, sus movimientos rápidos pero torpes, como si estuviera desesperado por sentir más de Julen, por estar más cerca de él. El frío de la noche golpeaba su piel desnuda, pero la calidez de su conexión lo hacía soportable. Estaban solos, apartados del mundo, y nada más importaba.

Los cuerpos de Alex y Julen se entrelazaron en una danza de caricias y besos. Se tumbaron en el suelo, Julen sobre su chaqueta y Alex sobre Julen, las estrellas sobre ellos se convirtieron en testigos silenciosos de su amor. Los dedos de Alex recorrieron los abdominales de Julen, provocando un leve estremecimiento en él. Julen, a su vez, lo tomó con delicadeza, abrazándolo, mientras sus cuerpos comenzaban a moverse al compás de su propio deseo.

El calor entre ellos era palpable. Cada roce, cada susurro al oído, parecía incendiar el espacio que compartían. Julen se inclinó sobre Alex, besándolo una y otra vez, con una pasión que había estado contenida durante tanto tiempo. Alex correspondía con la misma intensidad, aferrándose a Julen como si temiera que el momento pudiera desvanecerse.

-Esto es real -susurró Alex, sin aliento, mientras sus dedos se enredaban en el cabello de Julen.

-Lo es -respondió Julen, bajando la cabeza para besarle el pecho suavemente, dejando un rastro de besos que provocaban en Alex escalofríos de placer. Sus manos se movían con suavidad pero con firmeza, explorando cada rincón del cuerpo de Alex, como si quisiera memorizarlo todo.

El mundo exterior dejó de existir. La villa, Leo, el plan de la madre de Julen... todo quedó relegado a un segundo plano. En ese momento solo importaban ellos, su conexión, su amor. Había algo en la quietud de la noche, en el silencio roto solo por sus respiraciones y suspiros, que hacía que todo pareciera más intenso, más real.

Julen se inclinó para susurrar algo en el oído de Alex, pero sus palabras se ahogaron en otro beso apasionado. Alex lo tomó por la nuca, profundizando el contacto, y ambos se dejaron llevar por la corriente de deseo que los envolvía.

Las horas pasaron sin que lo notaran, como si el tiempo hubiera perdido su significado. Bajo las estrellas, compartieron todo, dejando que la pasión, el cariño y el entendimiento que siempre habían tenido el uno por el otro los guiara. La brisa nocturna acariciaba sus cuerpos sudorosos, pero ni siquiera el frío de la noche lograba enfriar lo que sucedía entre ellos.

Finalmente, cuando la respiración de ambos se calmó y sus cuerpos quedaron entrelazados bajo la manta, Alex miró a Julen con una mezcla de agotamiento y satisfacción. Su corazón latía con fuerza, no solo por la pasión que acababan de compartir, sino por lo que habían revivido esa noche.

Julen sonrió suavemente, sus dedos acariciando el rostro de Alex con ternura, como si estuviera intentando grabar cada detalle de ese momento en su memoria. -Nunca debería haberte dejado ir.

Alex cerró los ojos por un momento, dejando que esas palabras se hundieran profundamente en su corazón. Abrió los ojos nuevamente, encontrando el azul familiar de los de Julen, y supo que no había vuelta atrás.

Latidos ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora