Capítulo 31: Otra Vez?

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El aire nocturno era cálido y estaba lleno de la risa de Alex y Leo mientras se besaban en la piscina. El agua, iluminada por la suave luz de la luna, reflejaba sus cuerpos desnudos, creando un ambiente mágico. Cada beso que compartían era un mundo aparte, un momento robado donde las preocupaciones se desvanecían. Alex, riendo y jugueteando con el agua, sentía cómo el corazón le latía más rápido con cada caricia de Leo.

"¿Sabes que esto es increíble?" dijo Alex, sonriendo entre besos.

"Solo increíble, ¿eh?" respondió Leo, bromeando. "Vamos a tener que hacer algo al respecto".

El ambiente estaba cargado de tensión y deseo, como si cada gota de agua entre ellos amplificara la conexión que estaban formando.

En la otra punta de la isla, en el jardín de su casa, Julen se encontraba sentado en un banco, mirando hacia el cielo estrellado mientras su madre lo observaba con preocupación. Habían estado hablando sobre su relación con Alex, y ella seguía intentando convencerlo de que ese chico no era el adecuado para él.

"Julen, cariño, sé que Alex te gusta, pero no es alguien en quien debas confiar. He oído cosas sobre él", comenzó su madre, su voz llena de esa mezcla de amor y preocupación que solo una madre puede tener.

Julen se giró hacia ella, sus ojos reflejando confusión. "¿Como qué? Alex es un buen chico, mamá. No entiendo por qué insistes en esto".

"Porque quiero lo mejor para ti", respondió ella con firmeza. "No quiero que te lastimen. Hay otros chicos, más adecuados para ti. Te mereces a alguien que te haga feliz sin drama".

Julen suspiró, sintiendo el peso de las palabras de su madre. "No hay drama entre Alex y yo. Solo estamos conociéndonos". Sin embargo, el tono de su madre comenzó a hacer mella en su confianza. "Pero... ¿y si tiene intenciones ocultas? Es mejor que te concentres en tus estudios y en otras cosas".

Mientras la conversación continuaba, la inseguridad comenzaba a asentarse en el corazón de Julen, y aunque intentaba mantenerse firme, la presión de su madre empezaba a hacerle dudar.

En la piscina, Leo y Alex seguían disfrutando de la calidez del agua y la compañía mutua. El ambiente estaba cargado de risas y miradas cómplices, creando un pequeño mundo solo para ellos. De repente, la risa fue interrumpida por la voz de Sandra.

"¡Chicos, he vuelto!" La voz de Sandra resonó desde la entrada, y en un instante, el aire ligero se transformó en una mezcla de sorpresa y vergüenza. "Separaros si estáis haciendo algo raro", gritó riendo, sabiendo que había arruinado el momento.

Alex, al escuchar a Sandra, se volvió rápidamente, tratando de cubrir sus partes con las manos a pesar de estar en el agua. Su rostro se sonrojó intensamente, y la risa nerviosa escapó de sus labios mientras Leo hacía lo mismo, ambos sintiendo la incomodidad de la situación.

Sandra, divertida, no pudo evitar reírse al ver sus reacciones. "No puedo creer que ustedes dos estén así", dijo antes de dirigirse de nuevo a la casa. La puerta se cerró detrás de ella, dejando a Leo y Alex avergonzados y riéndose de la inesperada situación.

Sandra, con una sonrisa divertida, decidió que era el momento de actuar. "Esperen aquí", dijo mientras regresaba a la casa. En un instante, volvió con dos toallas enrolladas bajo el brazo. Se acercó a la piscina, dejando caer una de las toallas sobre Leo.

"Usa esta para cubrir a Alex, no quiero que me lo traigas desnudo", bromeó, guiñándole un ojo mientras le pasaba la segunda toalla a Alex.

Leo, riendo, tomó la toalla y rápidamente la envolvió alrededor de Alex, asegurándose de que estuviera bien cubierto. "No quiero que mi hermana tenga una visión que no deba", dijo, sonriendo mientras miraba a Alex con complicidad.

Alex, aun con un tono sonrojado, sonrió al ver que la toalla lo protegía de las miradas. "Gracias, hermano", respondió con ironía, sintiéndose un poco más cómodo.

Ambos, ahora envueltos en las toallas, se sentaron en una butaca cerca de la piscina. La brisa nocturna les acariciaba la piel mientras se secaban y esperaban a que Sandra se encargara de las pizzas.

"Voy a pedir las pizzas. ¿Qué quieren?", preguntó Sandra mientras sacaba su teléfono, preparándose para hacer el pedido.

Alex y Leo comenzaron a discutir sobre los ingredientes. "Yo quiero pepperoni", dijo Alex entusiasmado. "Es lo mejor".

"¿Pepperoni? Siempre lo mismo", respondió Leo con una sonrisa burlona. "Deberías probar algo diferente, como piña".

"¡¿Piña en la pizza?! No, gracias", se rió Alex, sacudiendo la cabeza. "Eso es un crimen".

"Está bien, entonces me quedaré con el pepperoni, pero solo si prometes no robarme", bromeó Leo, haciendo que ambos estallaran en carcajadas.

Una vez que Sandra terminó de hacer el pedido, se sentó frente a ellos, sus ojos brillando de emoción. "¡Listo! Pizza en camino", dijo con satisfacción. Luego, se volvió a mirar a sus dos amigos, con una expresión de ternura en su rostro.

Los tres comenzaron a charlar, compartiendo anécdotas y risas, mientras el tiempo pasaba volando, ajenos a las complicaciones que se desarrollaban en otro lugar de la isla.

Latidos ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora