Capítulo 38: Revelaciones y Deseos

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El bullicio de la fiesta en el jardín de la villa era una cacofonía de risas, música y conversaciones animadas, pero para Alex, todo eso se desvanecía en el fondo mientras su mente giraba en torno a las revelaciones que acababa de recibir. La traición de Leo, un amigo que había creído en sus intenciones, le pesaba en el corazón como una losa. Las palabras de su hermano resonaban en su mente, mientras una tormenta de emociones se desataba dentro de él.

Cuando Julen apareció, la expresión en su rostro era grave, y Alex supo que algo importante estaba por decirse. Julen se acercó con paso decidido, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y determinación.

-Alex -comenzó Julen, su voz seria-. Necesitamos hablar.

La preocupación en la voz de su hermano hizo que el nudo en el estómago de Alex se apretara aún más. Sabía que lo que Julen había presenciado era grave.

-¿Qué pasa? -preguntó Alex, incapaz de ocultar la inquietud en su tono.

Julen agarro la mano de Alex para apartarse los dos de la multitud, donde nadie pudiera verlos, sacó su teléfono y, con un gesto casi ceremonioso, reprodujo la grabación que había capturado. La voz de la madre de Julen se alzó, clara y fría.

"Leo, asegúrate de seguir engatusando a Alex. No podemos permitir que se acerque a él. Necesitamos separarlos".

Cada palabra de la grabación le atravesó el pecho a Alex, como un cuchillo afilado. La realidad que había comenzado a temer se hacía palpable. Se sentía traicionado y confundido, preguntándose cómo había podido ser tan ingenuo.

-No... -susurró, su voz apenas audible.

Julen, sintiendo el dolor de su hermano, dio un paso adelante y, en un acto de empatía, acarició suavemente su cara. -Lo siento, Alex. Pero tenías que saberlo. No puedes dejar que te manipulen de esta manera.

Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de Alex. Era un torbellino de emociones que le resultaba difícil de manejar. La tristeza y la traición se entrelazaban en su interior, mientras el amor que sentía por su hermano brillaba en medio de la oscuridad.

-No sé qué pensar. Todo lo que viví con Leo... -dijo Alex, su voz temblando.

Julen se acercó más, casi como si su presencia pudiera disipar la tormenta que azotaba a Alex. Sin pensarlo, lo abrazó con fuerza, sintiendo la calidez de su cuerpo y la conexión que siempre había existido entre ellos. Era un abrazo lleno de consuelo, pero también de una intensa atracción que había crecido silenciosamente entre los hermanos a lo largo de los años.

-Alex, yo... -Julen dudó, y sus ojos se encontraron en un momento de vulnerabilidad que parecía desafiar el tiempo. En ese instante, ambos supieron que había algo más que solo un lazo fraternal, un deseo profundo y palpable que nunca habían explorado.

Sin pensarlo, Alex se inclinó hacia Julen, sintiendo una necesidad irrefrenable de cerrar la distancia que siempre habían mantenido. Sus labios se encontraron en un beso lleno de pasión, uniendo sus corazones de una manera que habían reprimido por demasiado tiempo. Era un beso que hablaba de amor, de dolor y de un anhelo que nunca se había desvanecido.

Las manos de Julen se deslizaron por la espalda de Alex, sintiendo la suavidad de su piel bajo la tela de su camiseta. Alex respondió al toque, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Julen y acercándose aún más. El mundo a su alrededor se desvanecía, dejando solo el cálido resplandor de sus cuerpos entrelazados.

Cada caricia encendía recuerdos de los momentos que habían compartido antes de que la verdad saliera a la luz: las risas en la playa, las noches interminables hablando sobre sueños y secretos, y los dulces susurros bajo las estrellas. Alex se dejó llevar por la intensidad de esos recuerdos, sintiendo que su corazón latía en sincronía con el de Julen.

-No puedo creer que esto esté sucediendo -susurró Alex, mientras sus labios se rozaban con los de Julen, sus respiraciones entrelazándose en la cercanía-. Me siento tan perdido.

Julen, con su frente apoyada contra la de Alex, sonrió con ternura. -Tienes que saber que siempre estaré aquí para ti. Lo que sea que pase, no dejaré que nadie te haga daño.

En ese momento, el deseo que había reprimido durante tanto tiempo emergió con una fuerza implacable. Alex, sintiendo una conexión inquebrantable con su hermano, cerró los ojos y se entregó al momento. Se olvidó del dolor, de Leo y de la traición; todo lo que importaba era Julen y el amor que compartían.

El beso se volvió más intenso, lleno de la pasión que habían mantenido oculta. Sus labios se movían con fervor, cada caricia encendiendo una chispa de deseo que había estado latente durante años. Las manos de Julen exploraban suavemente la espalda de Alex, mientras este se perdía en el calor y la dulzura del momento.

Pero a medida que se separaron brevemente, la realidad volvió a golpear a Alex como un balde de agua fría. Recordó lo que había llevado a este momento: el engaño de Leo y las manipulaciones de su madre.

-¿Qué vamos a hacer ahora? -preguntó Alex, su voz llena de incertidumbre.

Julen, con la mirada intensa y decidida, se acercó más, sus labios a un susurro de la piel de Alex. -Vamos a enfrentarlo. No podemos dejar que esto continúe. Tienes que saber que yo... -hizo una pausa, buscando las palabras correctas-. Te quiero, Alex. Siempre lo he hecho.

El corazón de Alex se aceleró ante la declaración. El amor que sentía por Julen era recíproco y real. Su conexión era más fuerte que cualquier plan de separación. Y, en un impulso, Alex se acercó aún más, su voz casi un susurro en el aire entre ellos.

-Deberíamos intentarlo de nuevo -dijo Alex, su voz temblando con la emoción de la posibilidad.

Julen lo miró a los ojos, su expresión de sorpresa se transformó en una sonrisa llena de esperanza. -Sí, deberíamos.

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