La fiesta se había desvanecido con el correr de las horas, dejando tras de sí el silencio de la noche. Las risas y la música ahora eran solo un eco lejano, algo que apenas se sentía en la brisa cálida que envolvía la villa de Leo. En su habitación, sumida en la penumbra, la respiración profunda de Alex era lo único que perturbaba el silencio absoluto. Dormía plácidamente, su cuerpo relajado tras la adrenalina de la carrera y las emociones del día.
En cambio, Leo no lograba dormir. El nudo en su estómago seguía ahí, como una sombra que no lo dejaba en paz. A pesar de que Alex estaba a su lado, abrazado a él como si el día hubiera terminado en una nota de tranquilidad, algo dentro de Leo no podía soltarse. Los pensamientos oscuros y las dudas lo atormentaban desde que había presenciado esa carrera con Julen.
La manera en que ambos se miraban, cómo se enfrentaban en cada curva, había dejado una sensación de incomodidad que Leo no podía sacarse de encima. La incertidumbre se había apoderado de él, y aunque trataba de ignorarla, esa duda insidiosa continuaba royendo sus entrañas.
De pronto, un sonido suave y vibrante rompió el silencio de la habitación. El teléfono de Alex vibraba sobre la mesita de noche, su pantalla iluminándose en la oscuridad. El corazón de Leo se detuvo por un segundo antes de comenzar a latir frenéticamente. Algo en su interior le decía que no debería mirar, pero al mismo tiempo, una fuerza irresistible lo empujaba a hacerlo.
Extendió la mano lentamente, con cuidado de no despertar a Alex, y tomó el teléfono. En la pantalla parpadeaba un nuevo mensaje. Y ahí, el nombre que más temía leer: Julen. El simple hecho de ver su nombre fue como una bofetada para Leo, quien se quedó inmóvil por un segundo, con el teléfono en la mano.
Sabía que no debía abrir el mensaje. Sabía que no era lo correcto, pero la ansiedad que lo consumía era más fuerte que su sentido común. Deslizó el dedo sobre la pantalla, revelando el mensaje que lo haría arder de rabia.
"No dejo de pensar en el beso de la carrera, aunque, aun besándote, te noté ausente..."
El impacto fue inmediato. Las palabras se clavaron en su pecho como una daga helada. Alex lo había besado. Lo que tanto temía, lo que sospechaba pero no quería creer, era ahora una realidad imposible de negar. El beso entre Alex y Julen había ocurrido, y Alex había preferido mantenerlo en secreto.
La furia se apoderó de Leo en cuestión de segundos. Su respiración se aceleró, su mente se llenó de preguntas, de dolor y de rabia. Quería despertar a Alex en ese instante, sacudirlo y exigirle una explicación. ¿Cómo había podido hacerle esto? ¿Acaso Alex seguía sintiendo algo por Julen? ¿No había sido suficiente lo que habían compartido?
Pero entonces, leyó de nuevo la última parte del mensaje: "...aunque, aun besándote, te noté ausente..."
Esa frase, por alguna razón, fue un rayo de esperanza en medio de su tormenta. Julen había sentido algo en Alex. Algo que lo mantenía distante, ausente, incluso en medio de ese beso. Quizá, aunque se hubieran besado, el corazón de Alex no estaba con Julen. Quizá había algo más profundo, algo que no permitía que Alex se entregara por completo a ese beso.
El dolor seguía ahí, pero esa frase fue suficiente para detener a Leo de hacer algo impulsivo. Guardó el teléfono de vuelta en la mesita de noche, su mente todavía luchando por procesar lo que acababa de descubrir. El beso había ocurrido, sí, pero eso no significaba que Alex lo hubiera querido realmente.
Leo observó a Alex, quien seguía dormido a su lado, ajeno a todo. La luz tenue de la pantalla había iluminado su rostro por un breve instante, revelando su expresión tranquila, despreocupada. Alex parecía tan inocente, como si no tuviera idea del caos que estaba causando en la mente de Leo. ¿Cómo podía estar tan enojado con él? Después de todo, Alex lo había abrazado al dormir, buscando cercanía y calidez.
A pesar de la traición, una parte de Leo no podía evitar sentir una profunda ternura al mirarlo. Alex, aunque había cometido un error, parecía tan vulnerable, tan ajeno a lo que había ocurrido. ¿Podía realmente culparlo por sentirse confundido? Leo suspiró, tratando de calmarse.
Poco a poco, la ira comenzó a disiparse. El cuerpo de Alex, aún dormido, se movió de manera inconsciente. Se giró hacia Leo, acercándose aún más, envolviéndolo con un brazo, apoyando su cabeza contra su pecho. El contacto inesperado de Alex en su sueño, ese abrazo natural y genuino, hizo que la rabia de Leo se desvaneciera por completo.
Era imposible seguir enojado al sentir a Alex tan cerca. La forma en que su cuerpo buscaba el de Leo, como si en su subconsciente lo necesitara más que a nadie, lo llenó de una paz inesperada. Alex, incluso en su sueño, lo había escogido a él.
Leo lo observó en silencio, mientras su respiración se calmaba poco a poco. La frustración, los celos, el dolor... todo se desvanecía a medida que el peso del cuerpo de Alex se acurrucaba contra él. Una suave sonrisa apareció en su rostro mientras lo rodeaba con sus brazos, acercándolo aún más. Alex era suyo en ese momento, en esa habitación, en esa cama.
Queriendo transmitir todo lo que sentía, Leo se inclinó sobre Alex y le besó suavemente la frente, como si ese gesto fuera su manera de decirle que, a pesar de todo, aún lo amaba. Aún lo quería a su lado.
Justo en ese instante, cuando los labios de Leo rozaron la piel de Alex, este murmuró algo en sueños. Apenas un susurro, pero lo suficiente para que Leo lo escuchara.
"Te quiero..." murmuró Alex, su voz suave y somnolienta.
Leo sintió una ola de calidez en su pecho. Alex lo quería. A pesar de todo, esas dos palabras eran lo que necesitaba escuchar para que su mente se calmara por completo. Era como si, en su sueño, Alex le hubiera confesado lo que no había podido decirle estando despierto.
Leo se relajó, su corazón finalmente en paz. Pero justo cuando el alivio lo llenaba, un pequeño destello de duda cruzó su mente. ¿Y si ese "te quiero" no era para él? ¿Y si Alex, en su sueño, no estaba pensando en él, sino en Julen?
El pensamiento lo golpeó con fuerza. La inseguridad volvió a colarse en su mente, pero antes de que pudiera dejar que se arraigara, Alex se acurrucó aún más contra él, hundiendo su rostro en su pecho, como buscando refugio. Leo decidió que, por esa noche, dejaría esos pensamientos a un lado.
La realidad era clara: Alex estaba allí, en su cama, en sus brazos, no con Julen. Lo había escogido a él, y eso era lo que importaba en ese momento. Si lo que había entre ellos era lo suficientemente fuerte, lo superarían.
Leo acarició la espalda de Alex, deslizando sus dedos con ternura por su piel, mientras sus propios ojos empezaban a cerrarse. El abrazo de Alex lo calmó por completo, y, finalmente, después de lo que pareció una eternidad de tormento, Leo sintió que el sueño lo invadía.
Antes de dormir, susurró en voz baja, como si quisiera asegurarse de que Alex, aunque en sueños, lo escuchara:
"Yo también te quiero..."
Y, envueltos en el calor del otro, Leo finalmente se dejó llevar por el sueño, abrazando a Alex con fuerza, decidido a enfrentar lo que viniera juntos.
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Latidos Prohibidos
RomansaAlgunos secretos están destinados a nunca ser revelados... y otros, simplemente, son imposibles de ocultar. Alex lo tiene todo: una vida cómoda, un futuro asegurado en los negocios de su familia y una novia que encarna la perfección. Pero, detrás de...