Capítulo 4: Nuevas Conexiones

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Los días pasaban en la isla, y la realidad de su nueva vida comenzaba a asentarse en la mente de Alex. A pesar del sol brillante y las aguas cristalinas que lo rodeaban, su corazón seguía atado a la ciudad de la que había partido, y a Luna. Aunque cada día era un nuevo comienzo, la nostalgia se sentía como una sombra que nunca se desvanecía.

Se despertó una mañana con el sonido de las olas rompiendo en la costa. La luz del sol entraba a raudales por la ventana, iluminando su habitación y trayendo consigo la promesa de un nuevo día. Sin embargo, el peso de la distancia con Luna seguía presionando en su pecho. Decidió que era hora de salir y explorar la isla, algo que había evitado hasta ahora, encerrándose en su propia tristeza.

Mientras caminaba por el vecindario, notó lo vibrante que era la vida en la isla. Las calles estaban llenas de colores, con casas pintadas en tonos alegres, y el aire estaba impregnado de un aroma a mar que resultaba refrescante. Con cada paso que daba, una sensación de emoción crecía en su interior. Quizás este nuevo lugar no era tan malo después de todo.

Al llegar a la playa, se encontró con un grupo de jóvenes reunidos alrededor de una fogata. La música sonaba fuerte y las risas resonaban en el aire. A medida que se acercaba, pudo distinguir a dos chicos y una chica que estaban en el centro de la diversión. Uno de ellos era Julen, el chico rubio que había visto la noche de la fiesta. A su lado estaba Ana, una chica de ojos verdes que brillaban como esmeraldas bajo la luz de la luna, y un chico con rizos negros y piel morena llamado Marco.

Alex se sintió un poco nervioso al acercarse. No conocía a nadie aquí y la idea de interactuar con ellos lo intimidaba. Sin embargo, la energía del grupo lo atrajo. Decidió dar un paso adelante y, a pesar de su timidez, se acercó.

—"Hola" —saludó Alex, sintiendo que su voz se perdía en la música.

Julen se volvió hacia él, sonriendo con confianza.

—"¡Hey, tú eres el chico nuevo! ¿Cómo va todo?" —dijo Julen, su tono relajado invitando a Alex a unirse.

—"Sí, soy Alex. Acabo de mudarme aquí."

—"Genial, bienvenido a la isla. ¡Aquí siempre hay algo que hacer!" —dijo Marco, mientras pasaba una botella de agua a Alex. —"¿Te apetece unirte a nosotros? Vamos a hacer una pequeña fiesta esta noche."

Ana lo miró con curiosidad, sus ojos verdes centelleando.

—"¿Qué te parece la isla hasta ahora?" —preguntó, su voz dulce y amigable.

—"Es hermosa" —respondió Alex, sintiendo que poco a poco se relajaba. —"Pero, sinceramente, me cuesta un poco adaptarme."

Julen asintió comprensivamente.

—"Lo entiendo. Cuando llegué aquí, también me sentí un poco fuera de lugar. Pero te prometo que pronto te sentirás como en casa. La gente aquí es increíble."

Ana sonrió, apoyándose en la fogata.

—"Es cierto. Esta isla tiene una forma de abrazarte. A veces, solo necesitas dejarte llevar."

La conversación fluyó naturalmente, y Alex comenzó a sentir que estaba encajando. Con cada risa y cada comentario, sus preocupaciones comenzaron a desvanecerse. Era un alivio ver que había personas amigables en su nueva vida.

A medida que la tarde se convertía en noche, la fogata crepitaba y la música se mezclaba con el sonido de las olas. Julen, Marco y Ana le mostraron a Alex los diferentes lugares de la isla. Había algo en la forma en que se movían juntos, como si compartieran una historia que Alex aún no conocía. Era un sentimiento reconfortante, y Alex sintió que quizás podría formar parte de algo nuevo.

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