Capítulo 7: Parte 2 - La Conexión

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La noche continuaba en su esplendor, y mientras Alex respondía a Luna, la música resonaba en la distancia, creando un ambiente festivo que parecía alejarse del mundo real. El mensaje de Luna lo había hecho sentir como si estuviera dividido entre dos mundos; la vida que había dejado atrás y la nueva que empezaba a formarse en la isla. Con un suspiro, guardó el teléfono y se volvió hacia Julen.

—Lo siento —dijo Alex, sintiendo que las palabras no eran suficientes. —No quería que nuestra noche se interrumpiera así.

Julen, con su habitual sonrisa, encogió los hombros. —No te preocupes. A veces las cosas se interponen, ¿no? —dijo, tratando de restarle importancia. Sin embargo, había un brillo de decepción en sus ojos.

Alex sintió una punzada de culpa. Sabía que había algo especial en la conexión que había comenzado a formarse entre ellos, algo que no podía ignorar. Pero su mente seguía divagando entre los sentimientos por Luna y la inexplicable atracción que sentía hacia Julen.

—¿Quieres volver a la fiesta? —preguntó Julen, intentando cambiar de tema.

Alex miró hacia la villa iluminada a lo lejos. La música aún resonaba, y las risas seguían llenando el aire. Pero algo dentro de él deseaba más la intimidad de ese momento con Julen.

—No lo sé. La verdad es que me gustaría quedarme aquí un poco más contigo —respondió Alex, sintiendo que sus palabras eran sinceras.

Julen sonrió, y en ese instante, Alex se dio cuenta de cuán especial era su compañía. Era como si todo el mundo desapareciera y solo quedaran ellos dos en esa noche mágica.

—Entonces, ¿qué te parece si simplemente disfrutamos de la vista un rato? —sugirió Julen, señalando el horizonte. —Esta isla tiene unas puestas de sol increíbles, pero la luna llena es aún más impresionante desde aquí.

Alex asintió y se acomodó en la barandilla del mirador, disfrutando de la suave brisa que pasaba entre ellos. Ambos se quedaron en silencio, mirando hacia el mar, donde las olas rompían suavemente contra las rocas. La belleza del paisaje los envolvía, y el momento se volvió casi sagrado.

—¿Qué te trae a la isla, Alex? —preguntó Julen, rompiendo el silencio. —No pareces el típico chico que solo busca fiestas y diversión.

Alex pensó por un momento, sintiendo que era el momento de abrirse un poco más. —Vine con mi padre. Es un nuevo comienzo para nosotros. Mi vida en la ciudad era... complicada.

Julen lo miró con interés, y Alex sintió que podía confiar en él. —Mi madre nos dejó cuando era pequeño, y aunque mi padre es un hombre exitoso, siempre hubo un vacío en nuestra familia. Vine aquí con la esperanza de encontrar algo más, algo diferente.

La mirada de Julen se volvió seria y comprensiva. —Lo siento, amigo. No debe ser fácil llevar eso. A veces los cambios pueden ser un buen comienzo, aunque a veces también duelan.

Alex sintió un alivio al compartir parte de su historia. Era reconfortante encontrar a alguien que pudiera entender su carga, aunque fuera un poco. —Sí, a veces pienso que el dolor forma parte de crecer, ¿no crees?

Julen sonrió. —Definitivamente. Pero también hay que aprender a dejarlo ir. Lo importante es aprender a vivir con el dolor y no dejar que nos defina.

La profundidad de sus palabras resonó en Alex, y sintió que la conexión entre ellos se estaba fortaleciendo. La conversación se volvió más ligera, y pronto comenzaron a hablar sobre sus sueños y ambiciones. Julen mencionó que quería convertirse en fotógrafo, capturando la belleza del mundo.

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