4. Las prioridades

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–Creemos que vemos un somier por allí –señalaron Rosa y después se acordaron de encender la triste bombilla del sótano–. Sí, ahí está –añadieron para intentar enmendarlo.

–Sí –contestó lacónicamente Violet–. Yo con tener un enchufe para la cafetera...

–¿La cafetera? –repitieron extrañadas.

–Es muy importante –aseguró mortalmente seria.

–Ya... claro... En la cocina –indicaron.

En la planta principal señalaron un roñoso enchufe de la cocina y se apoyaron disimuladamente contra la pared para proporcionarle energía a la máquina, que brilló radioactivamente rosa.

–También necesitaré agua –añadió Violet yendo a abrir el grifo, para alarma de Rosa.

Violet giró la llave oxidada, que chirrió como si no se hubiera abierto en décadas. Al principio no ocurrió nada, hasta que Rosa acudieron corriendo y las tuberías gimieron de forma poco halagüeña. El grifo soltó un escupitajo de barro negruzco y, finalmente, comenzó a manar el agua, bastante clara y fresca, si se obviaba que fuera ligeramente rosa.

–Es por el hierro –justificaron con una sonrisa clavada.

Violet se las quedó mirando con cara de "¿Crees que soy idiota?", pero olfateó el agua, se encogió de hombros y llenó el depósito de la cafetera. Rosa aguantaron con la mano en la pared hasta que la máquina hubo creado medio litro de café.

–Los he tomado peores –comentó Violet tras probarlo.

Rosa suspiraron disimuladamente.

–Bien, tómate el café con tranquilidad, ponte cómoda –invitaron–. Nosotras tenemos que... cosas.

Dejando a Violet en la cocina, retomaron la búsqueda de la caja de fusibles.

–¿Dónde estará? –se preguntaron en alto, abriendo todas las puertas que encontraban a su paso–. Aquí –celebraron al encontrar el cuartito donde se concentraban todos los cables de la mansión–. No puede ser tan difícil –se prometieron, toqueteando las palanquitas–. ¿Cuánto llevará sin usarse, un par de décadas? –asumieron, tirando insistentemente de una palanquita atascada, llegando a partirla–. Ups... Que no cunda el pánico –se dijeron para mantener la calma.

Al dar un paso atrás para reevaluar la situación, se toparon con Violet, que las había seguido sin hacer ruido, como una sombra maldita de la mansión.

–¡Ah! –exclamaron sobresaltadas.

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¡Que no panda el cúnico!

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