22. Aguas negras

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Había corrido la noticia y la gente que llegaba en coches o motos a llevarles la comida ya no iba con temor, sino con esperanza de una buena propina. Rosa les daba lo mismo llegaran pronto que tarde, no era un premio por portarse bien, simplemente lo repartía porque tenía una bolsa repleta de billetes. Y porque la parte demoníaca se alimentaba de la gratitud y la esperanza de cumplir deseos.

Rosa siguieron talando árboles para ampliar el camino y provocaron otras tantas catástrofes al grito de "¡Árbol va!". Si el bosque estaba maldito, iba a terminar poniéndoles una reclamación.

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Al anochecer, antes de marcharse, Chispas usó el generador de gasolina para alimentar la pequeña red eléctrica y que pudieran tener encendidas tanto el farol del porche como la bombilla de la cocina y la cafetera.

–¡Esto macha! –celebraron Rosa levantando los brazos.

–Yo... –empezó Mario y suspiró ante el agujero que había ahora donde antes había estado la pila de fregar–. Es la primera vez que hago esto yo solo y...

–Seguro que tú puedes –dijeron dándole unas palmaditas de ánimo en la espalda–. Pero recuerda que no puede inundarse el sótano –canturrearon a continuación.

–Que tu amiga duerma de día y en el sótano da mucho mal rollo, ¿sabes? –murmuró él incómodo.

–Algún día podríais quedaros a cenar y os la presentamos –propusieron sin contemplar posibles problemas.

–Eh... yo es que... a mi madre no le gustaría que...

–Lo dejamos para cuando esa cafetera pueda llenarse con agua corriente –intervino Chispas, reprimiendo malamente la sonrisa socarrona por el nerviosismo de su primo.

–Vale, suena bien –aceptaron Rosa y les tendieron la mano para convertirlo en un trato.

Cuando la pareja se hubo marchado, Rosa pensaron en seguir cortando árboles, pero había anochecido y decidieron dar un descanso al bosque. Así que se pusieron a buscar la fosa séptica, pero no había ninguna escalera que diera acceso desde el interior, por lo que prepararon un café y bajaron al sótano.

–Buenas noches, ¿hay un acceso a la fosa séptica por aquí?

Violet aceptó la taza ardiente de café y le dio un trago largo antes de responder.

–Eso tiene que estar fuera de la casa, que huele.

–Es que no hemos encontrado ninguna alcantarilla que...

–Tapas. Tiene que tener tapas de registro. Puede que hayan quedado ocultas bajo tierra, hojarasca y vegetación.

–Vaya, cuánto sabes.

–Demasiado tiempo viva –gruñó Violet y apuró la taza–. Yo la busco.

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Que Violet tenga el rol de madre implica que diga "A que voy yo y lo encuentro".

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