14. Cables

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Al final Rosa durmieron en las tripas mohosas de un colchón. Resultó que estaban tan cansadas que durmieron del tirón hasta el amanecer. Al levantarse tenían la ropa un tanto desastrada y un breve olfateo indicó que el cuerpo mortal tenía sus cosillas, pero lo arreglaron con un espolvoreo de purpurina mágica.

Salieron al porche a esperar a la electricista y entonces vieron que había un par de colchones desastrados más tirados a un lado. Violet había aportado durante la noche, así que entraron a dejarle una nota de agradecimiento.

El sol comenzaba a asomar por entre las ramas de los apretados árboles cuando la electricista regresó con el coche cargado de rollos de cable, transformadores, fusibles y enchufes.

–No he conseguido convencer a nadie para que me ayude –fue el resignado saludo de la electricista–. Es más, me han dejado caer que haga el testamento.

–Cuánto drama –se carcajearon Rosa.

–¿Verdad? Ni que tuviera yo nada que dejar en herencia...

Rosa la ayudaron a descargar las bobinas.

–Resulta que el tendido eléctrico va bien hasta llegar al bosque –informó la electricista–, pero luego la línea que sale para aquí está, si me permites el lenguaje técnico, bien jodida.

Rosa se rieron por el lenguaje técnico.

–¿Y qué tendríamos que hacer?

–De entrada, ampliar el camino, que hay árboles donde un día fueron los cables. Pero yo no sé de eso.

–¿Crees que si hablamos con el ayuntamiento...?

–Supongo que una vez hayáis presentado toda la documentación...

–Ya. Documentación. No conocerás a una leñadora, ¿verdad? –preguntaron en tono bromista por si colaba–. Y alguien que pilote de fontanería –se acordaron de añadir.

–De lo segundo puede que sí... y puede que sea lo suficiente cabra loca como para venir aquí.

–¡Chachi!

–El caso es que mientras se despeja el camino, yo voy a ir renovando el cableado de la casa, ¿qué te parece?

–Suena bien, ¿te echamos una mano?

–Pues generalmente te diría que no, que eres la clienta, pero siendo la mansión de los crímenes a la que nadie se atreve a venir... te agradecería que me ayudaras a quitar los cables viejos.

–¿Así? –preguntaron agarrando un enchufe, tirando y sacando tres metros de cable rajando las paredes del vestíbulo.

–Hala, sí que necesita una reforma esta casa.

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Ni yo tengo claro qué tiene la electricista para tomárselo todo con tanta calma.

Tal vez sea eso, que no quiera preocuparse y Rosa le cumplan el deseo.

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