–¿Ocurre algo? –se preocupó la electricista.
–¿Recuerdas que te hemos dicho que nuestra amiga duerme de día y tiene muy mal despertar?
–Sí.
–Pues a nosotras se nos ha olvidado un momento –reconocieron Rosa dejándose caer en una silla cochambrosa de la cocina–. Sí que tiene mal despertar, sí.
–¿Se ha enfadado mucho?
–Bueno... es como si pudiera sorbernos las almas y ponernos el cuerpo del revés como un calcetín –confiaron con los ojos fucsias muy abiertos de la impresión–. En fin –añadieron aligerando el ánimo de golpe–, sigamos con el curro –proclamaron poniéndose en pie.
–Oye, ¿y no le molestará que yo esté aquí? –quiso asegurarse la electricista.
–No, no, para nada, tú no molestas –aseguraron saliendo de la cocina–. Bueno –añadieron con cautela volviendo a asomar–. Ha dicho que no dejes caer más cajas de herramientas.
–Ah, claro, sí, tiene sentido –aceptó y salió también de la cocina, en su caso de puntillas, por si acaso.
La electricista recorrió buena parte de la mansión tomando notas y medidas, y al atardecer salió a hacer unas llamadas por el móvil, aunque tuvo que estar en constante movimiento.
–Uf, aquí casi no hay cobertura –comentó regresando al porche junto a Rosa–. Mal sitio para tener una emergencia.
–Nos gusta como lema: "La Mansión de los Crímenes, mal sitio para tener una emergencia" –proclamaron con efecto.
La electricista las miró de reojo.
–¿Estás segura? Puede que no le dé mucha confianza a la gente que piense alojarse aquí –advirtió con cautela.
–Estamos seguras de que habrá a quien le guste.
La electricista se lo pensó y terminó encogiéndose de hombros.
–Sí, supongo que hay gente para todo –consideró haciendo una mueca–. Por cierto, espero que no te importe que haya pedido una pizza. Me muero de hambre.
–Claro, claro, tú pide lo que quieras. Sentimos no poder ofrecerte nada más que café. ¿Pero no decías que nadie quiere trabajar aquí? ¿La traerán?
–Puede negarse quien puede permitirse rechazar un curro. Me temo que la gente del reparto a domicilio no tiene mucha elección –murmuró resignada.
A la hora llegó una moto pilotada por un chaval con cara de esperarse una broma pesada. Rosa le soltaron un par de billetes extra por las molestias y al chaval se le olvidó de golpe la mala fama de la mansión.
–Lo que decía, necesitamos demasiado el cochino dinero –suspiró la electricista.
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¿Que si esto es una crítica al capitalismo?
Naaaaaah, para naaaaaada.

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La Residencia
HumorRollo sitcom de capítulos cortísimos con demonios, vampiras, brujas.. Una colección de personajes basados en un meme de "decidme qué vibes os doy" y que van a compartir casa. Minicapítulo cada día de octubre. Portada por Ana Castillo