27. La Ley

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Al día siguiente, Rosa estaban muy pendientes de si llegaba alguien acudiendo a su llamada. Mientras echaban un vistazo a los cienos negros de la fosa séptica, estaban atentas a lo que ocurría en la parte delantera; al cavar y cercenar raíces para levantar las viejas tuberías del depósito, tenían el oído puesto en la carretera; y al talar los árboles del camino, directamente estaban allí, dando la bienvenida con el hacha rosa.

Por suerte o por desgracia, el coche llegó en un momento calmado, cuando habían parado a merendar. Rosa lo miraron ilusionadas, hasta reconocer el emblema de la Policía y el uniforme del tipo que desmontó. No parecía que fuera a ser su próxima compañera.

Rosa fueron a recibirlo con una sonrisa y esperaban arreglar aquello sólo con palabras. Su amable saludo fue respondido con un seco "¿Tenéis los papeles?". Rosa hicieron un juego de manos y sacaron un taco de papeles color salmón, escritos con letra pequeñísima y lenguaje obtuso. El policía hizo como que leía para ocultar su aturdimiento por no comprender de dónde habían salido los documentos y que no alcanzaba a entenderlos.

–De hecho, nos alegramos de que esté aquí. ¿Cree que tiene potestad para firmar este certificado? –preguntaron señalando uno de los papeles.

–Claro que tengo potestad –respondió altivo, por asegurar que tenía el poder, y estaba firmando antes de pararse a intentar comprender qué era aquello–. ¿Certificado de qué?

–De que no vas a hablar sobre lo que has visto aquí –respondieron simplemente Rosa–. De hecho, no podrás ni mencionar este sitio. En realidad todo esto es una lista muy detallada de lo que no vas a poder hacer.

–¿Estás de broma, muchacha? –gruñó el policía.

–No, no, ya lo verás. El caso es que te vemos muy preocupado porque se ocupe ilegalmente esta casa, ¿pero qué hay de tu sobrino?

–¿Qué pasa con él?

–Te has enterado de que hay gente aquí porque le escuchaste comentar muy emocionado que le habíamos dado una propina tremenda. ¿Por qué lo que sacaste de eso es venir a mirar si hay alguien incumpliendo la Ley aquí, y no te preguntas cuántas leyes están incumpliendo contra tu sobrino para que se emocione tanto por unos billetes? –plantearon serenas.

El policía boqueó impactado por todo lo que sabían.

–¿Por qué te preocupa más lo que se haga aquí que el hecho de que tu sobrino cobre el salario mínimo a duras penas, las horas extras no y no pueda sindicarse? Venga, pues a solucionar eso antes que esto.

–Wow –exclamó Chispas cuando el hombre se alejó en el coche sin dar más problemas–. No entiendo cómo lo has manejado tan bien, pero viéndolo firmar he caído en que nosotras no hemos hecho un contrato.

–Pero nosotras somos amigas, nunca te haríamos algo tan brutal.

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Cuando te tienen trabajando sin contrato y se supone que es algo bueno.

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