31. Tres son multitud

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–¿Y... te parece bien? –preguntó Chispas.

–¿Nos preguntas si es ético? Mmmh, quién sabe. Pero nosotras sabemos que esa chica necesita un hogar, que lo quiere. Pero también ansía un lugar propio. Por eso hemos podido hacer esa habitación. Ahora es su turno de hacer suyo ese espacio.

La respuesta no pareció convencer a Chispas, pero no le replicó y fue a seguir trabajando. Al rato apareció Cobalto y Rosa le indicaron que cogiera lo que quisiera para comer. La chica se sentó procurando no ocupar mucho y cada vez que iba a coger algo, miraba como si pidiera permiso. Aún llevaba el vestido con el que había llegado, no se había puesto nada más cómodo.

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Al atardecer, Chispas y Mario recogieron para marcharse, pero antes ella les hizo un gesto a Rosa para hablar aparte.

–Cuida de ella, ¿vale? –encomendó Chispas–. Es muy joven, no sé si será mayor de edad...

–Cuidaremos de ella –prometieron Rosa–. Queremos cuidarla. Y tú lo quieres. Y ella quiere ser cuidada. Pero también quiere libertad. Aquí estará bien.

–Eso espero –murmuró Chispas yendo a montarse en el coche y enfiló con él por el camino cuyo lado derecho estaba quedando deforestado unos metros poco a poco.

Rosa les despidieron con la mano y después volvieron al porche.

–Ven –le dijeron a Cobalto entrando en la casa–. Queremos presentarte a alguien.

La chica las siguió y se quedó mirando cómo preparaba el café. Por estar ella delante, Rosa hicieron el paripé de sacar el agua rosada del grifo. Del grifo tono salmón de la fregadera cobriza que ocultaba el boquete que había dejado Mario.

–Ya debe de estar levantándose –supusieron.

Cobalto las miró interrogante y algo preocupada. Entonces la cafetera pitó para avisar de que había terminado y una sombra silenciosa entró en la inusitadamente iluminada cocina.

–Ah, Violet, te presentamos a Cobalto.

La vampira fue directa a servirse una taza de café y Cobalto se quedó sin saber si saludar a la inquietante sombra.

–Podría decirse que hasta que no se toma su café, no es persona –declararon alegremente Rosa.

Violet le dedicó una mirada de sus ojos opacos mientras se bebía la taza de un solo y largo trago. Aquel anochecer parecía apremiarle más que nunca el tomarse su ración de cafeína.

–Cobalto, ésta es Violet. Vive en el sótano –continuaron presentando–. Violet, ésta es Cobalto, o Balt, y va a vivir en una de las torrecillas.

Violet dejó seca la taza y procedió a rellenarla. Mientras, miraba fijamente a Cobalto, que se estaba poniendo muy nerviosa.

–Así que una bruja que se ha escapado de casa. Maravilloso –dijo con frío sarcasmo.

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Sin café no será persona, pero bien que ha calado a Balt.

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