23. Malos olores

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–Chispas ha puesto cables y ahora podemos encender la cafetera, la bombilla de la cocina y la luz del porche –informaron Rosa con ilusión persiguiendo a Violet–. Tendremos que comprar lámparas bonitas.

–Pero seguimos sin agua, ¿no? –murmuró la vampira.

–Sí, el depósito está vacío. Bueno, está vacío ahora que lo hemos vaciado de agua pocha. Y el agua del suministro general vendrá por una tubería que está en algún lugar bajo todos esos árboles que han crecido, así que seguiremos talando y...

–Habláis demasiado –gruñó Violet yendo a servirse una segunda taza de café.

–Lo sentimos, es que nos emocionamos y...

–Iré a buscar esa fosa –cortó Violet–. Os la marcaré con algo.

–¿Y mirarás si la chica esa ha seguido por aquí? –se interesaron.

–Sí, será lo mejor –asintió y las paró con un gesto cuando se dio cuenta de que pretendían unirse a la búsqueda–. Sois demasiado ruidosas y... refulgentes. Se os percibe a gran distancia.

–Ah, que quieres ir en plan acechadora. ¡Vale! –aceptaron Rosa sin perder la sonrisa.

Violet apuró el café, suspiró pesadamente y salió en silencio como una sombra. Rosa se pusieron a buscar de inmediato qué hacer de mientras. Fantasear con dónde pondrían la tele, la consola de videojuegos y los asientos les consumió todo el tiempo.

–¿Qué habéis hecho con los sofás? –resopló Violet, de repente allí.

–Ah, estábamos pensando en redistribuir los muebles y...

–¿Y por eso teníais que hacer una torre con ellos?

–Ssssí, así ocupan menos –justificaron pretendiendo ser adorables–. ¿Has encontrado la fosa séptica?

–Sí, está en el patio de atrás. Mañana vais, ahora no –ordenó al verles las intenciones–. Ahora a dormir.

–¿Y has encontrado a nuestra posible futura amiga?

–No, se ha marchado. Esta mañana estaba por la zona del depósito, seguramente os haya estado vigilando. Después se ha ido.

–Oh, vaya, ¿la habremos espantado al limpiar el depósito?

–Si, como sospecho, tiene buen olfato como yo, es posible, porque ahora aquella zona apesta a muerte putrefacta. Tendríais que haber enterrado los cadáveres, no dejarlos sobre las zarzas.

–Oh, vaya, lo sentimos. Ahora vamos.

–No, no, no, que os conozco. Id a dormir, ya me encargo yo.

–¿Has enterrado muchos cadáveres? –curiosearon.

Violet no contestó, o tal vez asintió muy levemente.

–No me esperéis despiertas –dijo con una nota de amenaza.

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Sinceramente, ¿quién más podría querer quedarse en ese antro de mala muerte?

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