Encuentro en la cafetería

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ADAM

Era una mañana soleada en Madrid, y el aire estaba impregnado del aroma a café y pasteles recién horneados. Caminé por las calles que conocía tan bien, cada paso resonando con recuerdos de días pasados y risas compartidas. La familiaridad de la ciudad me envolvía como un abrazo, pero hoy había un propósito más allá de la nostalgia.

Decidí que mi primera parada sería mi cafetería favorita, un acogedor rincón en Malasaña que siempre había tenido un encanto especial. Al abrir la puerta, el tintineo de la campanita sobre mi cabeza me recibió, trayendo consigo una oleada de recuerdos y calidez. Las mesas estaban ocupadas por parejas y amigos que reían y disfrutaban de la calidez del ambiente, pero mi atención se centraba en encontrar a Elaine.

Me dirigí al mostrador y pedí un café negro y una porción de tarta de chocolate, uno de mis postres favoritos. Mientras esperaba, mis ojos escaneaban el lugar en busca de algún signo de su presencia. De repente, la vi: sentada en una esquina, concentrada en su portátil. Elaine tenía ese brillo especial en los ojos, como si llevara consigo una luz que iluminara todo a su alrededor.

A medida que la observaba, una mezcla de nerviosismo y determinación me invadió. Sabía que debía encontrar una manera de acercarme a ella. Tomé una profunda respiración, sintiendo que el momento se acercaba.

Cuando la llamaron para recoger su pedido, supe que era el momento adecuado. Me armé de valor e hice como que iba a recoger mi pedido en el mostrador. En el proceso, nuestros caminos se cruzaron levemente, y vi cómo levantó la mirada del mostrador, posándola sobre mis ojos.

—Lo siento —dijo, con una cálida sonrisa en su rostro que hizo que mi corazón latiera más rápido.

—No te preocupes —respondí, intentando sonar despreocupado mientras trataba de ocultar mi nerviosismo—. Culpa mía. ¿Eres de Madrid?

—De hecho, sí —respondió—. He vivido aquí durante años, aunque he estado fuera un tiempo. Estoy de vuelta para disfrutar de la ciudad un poco.

Era el momento perfecto para dar un paso más.

—Soy Adam, por cierto —dije, extendiendo la mano.

—Elaine —respondió, estrechando mi mano con firmeza—. Es un placer conocerte.

La conexión era palpable, y en ese instante supe que este encuentro "casual" podría ser el comienzo de algo interesante. Mientras continuábamos hablando, me di cuenta de que había tomado la decisión correcta al acercarme a ella. Con cada palabra, la emoción crecía dentro de mí, y el bullicio de la cafetería se desvanecía, dejando solo el sonido de nuestras risas y el aroma del café.

Continué sonriendo mientras Elaine y yo intercambiábamos historias sobre nuestros viajes y experiencias. La forma en que iluminaba la conversación me cautivaba, y pronto me encontré compartiendo más de lo que había planeado.

—La última vez que estuve aquí, me perdí en el barrio antiguo —dijo ella, riendo—. Terminé comprando una planta que no sabía cómo cuidar. Ahora está medio muerta en mi salón.

—Eso suena como algo que haría yo —reí—. Siempre he tenido un talento especial para las plantas, pero solo cuando son de plástico. Las de verdad tienen un talento para morir en mis manos.

Elaine soltó una carcajada, y su risa resonó como música en mis oídos. A medida que la conversación avanzaba, noté que había una conexión más allá de las palabras, algo que no podía ignorar.

—Entonces, ¿estás de vuelta en Madrid por mucho tiempo? —preguntó, su mirada curiosa e interesada.

—Al menos un par de semanas —respondí, tratando de no sonar demasiado ansioso—. Quería desconectarme un poco y reconectar con la ciudad.

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