Engaño

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El claro del bosque era un lugar que solía darnos paz. Era amplio y despejado, con la hierba alta y suave que se mecía con la brisa nocturna, como si se inclinara ante la luna que brillaba en lo alto. Los árboles, altos y ancestrales, rodeaban el prado en un círculo protector, sus ramas formando un techo natural. En el centro, el fuego que habíamos encendido lanzaba destellos cálidos, su luz bailando en las sombras de la noche. Era un lugar que, bajo otras circunstancias, habríamos disfrutado por completo; un refugio donde, a pesar de todo, sentía que podía confiar en Adam y dejarme llevar por el encanto de la noche.

Mientras estábamos sentados frente al fuego, la chispa de atracción que había sentido por Adam comenzó a encenderse en algo más profundo. Su presencia tenía una serenidad que contrastaba con la violencia de mi pasado, y cuando nuestras miradas se cruzaron bajo la luz de las llamas, fue como si todo lo demás desapareciera. Sus ojos, reflejando la luz del fuego, me miraban con una intensidad que me hacía olvidar las cicatrices de lo que había vivido. Sentía que, con él, podría realmente ser yo misma.

Pero el encanto se rompió con un crujido en la espesura del bosque. Mis músculos se tensaron, y miré a Adam. Sus ojos también habían captado el ruido, y de inmediato su expresión cambió, pasando de la tranquilidad a una alerta intensa. Nos pusimos de pie casi al unísono, moviéndonos con una sincronización que me hizo darme cuenta de cuán fuerte era la conexión entre nosotros. Aquella sincronización nos unía de una manera que iba más allá de lo que habíamos compartido hasta ese momento. Sentí una corriente de confianza y seguridad fluir entre nosotros.

La tensión se volvió palpable cuando las sombras en el límite del bosque comenzaron a tomar forma. Varias figuras encapuchadas emergieron, y supe de inmediato que no venían con buenas intenciones. Mi cuerpo se enfrió y mi corazón se aceleró al ver a Luke entre ellos. Su presencia me sacudió con una mezcla de rabia y dolor, una sensación que hacía tiempo había tratado de enterrar. Aquella persona que pensé que alguna vez me amó, alguien que había significado tanto para mí, ahora estaba ahí, convertido en una amenaza.

—Luke... —susurré, mi voz temblando de indignación y desilusión—. ¿Qué haces con los vigías?

Él me miró con una frialdad que jamás había visto antes. Sus ojos, que alguna vez fueron mi refugio, ahora eran abismos de indiferencia.

—He estado detrás de ti casi diez años —respondió, su voz rebosando de desdén—. Fingí amor, fingí interés, solo para estar cerca de tus poderes. Al principio, intenté observarte desde las sombras, pero pronto comprendí que eso no me daría lo que buscaba. Así que fingí enamorarme de ti, acercarme... todo fue una estrategia.

Cada palabra era como una daga en mi corazón, desmoronando los restos de lo que alguna vez significó para mí. Pero antes de que pudiera derrumbarme, sentí la mano de Adam en la mía. Su toque era cálido, sólido, un ancla en medio de la tormenta. Al mirarlo, me encontré con unos ojos llenos de preocupación y, tal vez, algo más profundo. Aquella conexión que sentía con él se intensificó, y por primera vez comprendí que él estaba ahí para mí de una manera en la que Luke nunca lo estuvo.

—Elaine —dijo Adam en voz baja, sosteniéndome la mirada—. Tenemos dos opciones: podemos luchar o, si me das tus manos, nos podemos teletransportar lejos de aquí.

Por un momento, el mundo se redujo a nosotros dos, al refugio que él me ofrecía con una simple mirada y el toque de su mano. Me estaba dando una salida, pero también la libertad de elegir. Y elegí quedarme.

—Quiero luchar —le respondí con determinación, con la certeza de que, con él a mi lado, nada sería igual que antes—. No pienso huir. Si lo hacemos ahora, estaremos huyendo toda la vida.

Adam asintió, sus ojos llenos de aprobación y algo más. Se inclinó hacia mí, susurrándome en un tono tan bajo que solo yo podía oír.

—No importa lo que pase, recuerda nuestra conexión. Es nuestra fortaleza.

Su cercanía me dio un valor que nunca pensé tener. Nos volvimos hacia los vigías, y entonces la batalla comenzó.

Los vigías se abalanzaron sobre nosotros en un torbellino de movimientos precisos y letales, sus capas negras ondeando en la oscuridad. Uno de ellos lanzó un golpe hacia Adam, y él lo esquivó con agilidad, moviéndose como si el espacio a su alrededor le perteneciera. Yo, por mi parte, cerré los ojos por un segundo, concentrándome en los elementos que ahora podía sentir en el prado. Podía percibir el agua en la humedad de la tierra, la energía latente en el fuego que aún ardía en el centro del claro, y la solidez de la tierra bajo nuestros pies.

Un vigía se acercó, y sentí que el fuego dentro de mí se avivaba, reflejando mi rabia y mi voluntad de sobrevivir. Extendí una mano y logré manipular las llamas, lanzándolas hacia él en una ola incandescente. El vigía retrocedió, sorprendido, su capa empezó a arder y se vio obligado a alejarse para apagarla. Eso me dio un segundo de ventaja, y pude concentrarme en otro vigía que se acercaba rápidamente, su espada brillando bajo la luz de la luna. Sentí la tierra temblar bajo mis pies, y usé esa energía para lanzar una ráfaga de piedras que impactaron en su pecho, obligándolo a retroceder.

De repente, sentí que Luke se acercaba. Su mirada era fría y calculadora, su boca se torció en una sonrisa cruel. Vi cómo se preparaba para atacarme, su espada alzada y lista. Pero antes de que pudiera reaccionar, Adam estaba a mi lado, su cuerpo interponiéndose entre nosotros como un escudo.

—Ella ya no está sola, Luke —dijo Adam, su voz firme y desafiante—. Jamás le volverás a hacer daño.

Luke retrocedió un instante, sorprendido por la fuerza en la voz de Adam, pero pronto su sonrisa despectiva volvió.

—Eres patética, Elaine —escupió Luke, con una mezcla de burla y odio—. Te crees fuerte... pero no eres más que una ilusión.

Cada una de sus palabras intentaba hacerme flaquear, pero el toque de Adam y su mirada intensa me devolvían a mi centro. No iba a permitir que Luke me definiera, no iba a dejar que sus palabras me hicieran retroceder.

*

La batalla se extendió durante lo que parecieron horas interminables. Los sonidos de los ataques y el eco de nuestros pasos resonaban por todo el claro. En un momento de distracción, me detuve un segundo para asegurarme de que Adam estaba bien, pero en ese instante, todo se volvió negro.

Mi visión se desvaneció.Los sonidos se apagaron.

Dejé de escuchar.

Dejé de sentir.

Dejé de existir.

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