Volví a mi habitación, encendiendo la luz y cerrando la puerta con llave. Necesitaba sentirme segura, aunque una parte de mí sabía que no había cerradura que pudiera protegerme de lo que estaba sintiendo. Me recosté en la cama, mirando el techo, pero las imágenes del fuego y los ojos verdes no me dejaban en paz.
Al cabo de un rato, sin saber en qué momento exacto me quedé dormida, volví a caer en un sueño. Esta vez no hubo fuego ni luz, solo oscuridad. Caminaba por un bosque, la hierba alta rozando mis piernas y el crujido de las hojas resonando en cada paso que daba. De repente, la bruma se fue aclarando, y vi un sendero iluminado por pequeñas llamas danzantes. Seguí el camino, con el miedo y la curiosidad luchando dentro de mí.
Y entonces, ahí estaba él, de pie al final del sendero, esperándome. Adam. Su figura parecía más nítida, más real que antes, y sus ojos, verdes como esmeraldas, brillaban con una intensidad que me paralizaba.
—Te estaba buscando —dijo, y su voz, aunque suave, resonó como un eco profundo que vibró en mi interior. No era una simple frase; se sentía como un susurro cargado de significados que no lograba comprender.
—¿Por qué? —pregunté, pero él no respondió. Se limitó a extender una mano hacia mí, como invitándome a dar un paso más.
Sentí una fuerza tirando de mí, un magnetismo imposible de ignorar. Quería acercarme, pero algo en mí también me gritaba que retrocediera. Cuando di un paso hacia él, todo a mi alrededor comenzó a arder. Las llamas crecieron a mi alrededor, y el calor era asfixiante. Quería gritar, pero mi voz no salía. En medio del fuego, su figura se desvaneció y, de repente, todo se tornó en un torbellino de calor y luz cegadora.
Desperté con un grito ahogado, sentándome en la cama, mi respiración agitada y mi cuerpo cubierto de sudor frío. Miré alrededor, asegurándome de que estaba en mi habitación, en la seguridad de mi apartamento. Pero al girar la cabeza, algo en el suelo llamó mi atención: un pequeño trozo de papel, quemado en las esquinas. Me acerqué lentamente, como si cualquier movimiento brusco pudiera hacer que se esfumara.
Lo levanté con cuidado y leí las palabras garabateadas en él. Era un mensaje, escrito con una caligrafía que no reconocía, pero que me provocó un escalofrío: "Nos veremos de nuevo. Pronto."
La realidad se mezclaba con mis sueños, y la línea entre ambos se hacía cada vez más delgada. Algo me decía que ese no sería nuestro último encuentro.
*
A la mañana siguiente, me desperté con los primeros rayos del sol colándose por las cortinas. Sentí el peso del cansancio en mis huesos, como si no hubiera dormido en absoluto. El papel quemado aún estaba en mi mano, y por un instante, pensé que todo había sido producto de mi imaginación. Pero ahí estaba, tangible, un recordatorio de que algo real y oscuro estaba ocurriendo.
Me levanté, tratando de sacudirme la sensación de inquietud que se había apoderado de mí desde la noche anterior. Me dirigí al baño, dejando el papel sobre la mesa de noche. Abrí el grifo, dejé que el agua fría fluyera entre mis dedos y luego me la eché al rostro. El golpe helado me ayudó a centrarme un poco. "Solo un sueño", me repetí a mí misma, "solo un sueño".
Al salir del baño, algo no encajaba. El apartamento estaba sumido en un silencio extraño, como si todo a mi alrededor se hubiera congelado en el tiempo. Me dirigí a la cocina para prepararme un café y despejar mi mente, pero al pasar por el salón, noté que la ventana estaba abierta. Fruncí el ceño. Recordaba haberla cerrado anoche, después de ver aquella figura en la calle. Me acerqué con cautela, revisando cada rincón de la habitación.
Fue entonces cuando lo escuché: un susurro. No era un sonido claro, era más como un murmullo apenas audible, pero provenía del pasillo. Sentí cómo cada músculo de mi cuerpo se tensaba. Respiré hondo, tratando de calmarme. Quizás eran los vecinos, me dije, aunque en el fondo sabía que no era así.
Avancé lentamente por el pasillo, con los pies descalzos haciendo apenas ruido sobre el suelo de madera. Al llegar a la puerta de entrada, noté algo que hizo que mi corazón se detuviera por un instante. La cerradura estaba rota, forzada. La puerta no estaba completamente cerrada; se había quedado entreabierta, como si alguien la hubiera empujado para entrar.
Una oleada de pánico me recorrió. Di un paso atrás, retrocediendo hacia el salón, con la mente en blanco. ¿Alguien había entrado mientras dormía? ¿Seguía aquí?
Fue en ese momento cuando el teléfono sonó, haciendo que diera un respingo. Corrí hacia la cocina, tomé el teléfono con manos temblorosas y respondí sin siquiera mirar la pantalla.
—¿Hola? —dije, mi voz temblando.
—Elaine. —La voz al otro lado era suave, familiar y, sin embargo, me provocó un escalofrío. Era Adam.
—¿Cómo conseguiste mi número? —pregunté, tratando de mantener la calma, pero el temblor en mi voz me traicionó.
—Eso no importa. Lo que importa es que estás en peligro —respondió, y su tono cambió, volviéndose urgente. —No salgas de tu apartamento. Alguien te está buscando, alguien que no debería haberte encontrado.
Mi corazón latía con fuerza, cada palabra suya resonando en mis oídos como una advertencia que no podía ignorar.
—¿Qué está pasando, Adam? —pregunté, desesperada por respuestas.
Hubo un momento de silencio, y por un segundo, pensé que había colgado. Pero entonces, su voz volvió, esta vez en un susurro.
—No tengo tiempo para explicarte todo ahora. Confía en mí y quédate donde estás. Iré a buscarte.
La llamada se cortó, dejándome con un vacío en el estómago. Miré el teléfono, tratando de decidir qué hacer. La sensación de peligro era real, pero quedarme allí sin saber qué estaba pasando me hacía sentir vulnerable. En ese momento, escuché un ruido proveniente del pasillo. Eran pasos, lentos y calculados.
La adrenalina me inundó. Corrí de vuelta a mi habitación, cerrando la puerta con llave otra vez. Busqué algo con lo que defenderme, pero lo único que encontré fue una lámpara de escritorio. La sostuve con fuerza, mis nudillos blancos por la tensión.
Los pasos se acercaron a mi puerta y luego se detuvieron. Todo quedó en silencio. Me quedé conteniendo la respiración, esperando escuchar algo más, cualquier cosa. Sentí que el tiempo se estiraba, cada segundo se volvía eterno.
Finalmente, alguien golpeó la puerta, suave pero insistente. Me estremecí. La voz al otro lado no era la de Adam.
—Elaine, sé que estás ahí. —La voz era grave, desconocida y amenazante. —No tiene sentido que te escondas. Sabes que tarde o temprano te encontraré.
La sangre se me heló. No reconocía la voz, pero la amenaza era clara. Di un paso atrás, sosteniendo la lámpara con más fuerza, mientras la puerta temblaba bajo los golpes que se volvían cada vez más insistentes.
—Sal de ahí y todo será rápido. No te haré daño si cooperas —dijo la voz, pero había algo en su tono que me hacía dudar de cada palabra.
Mi mente se aceleró, buscando una salida, una manera de escapar. Pero entonces, todo se quedó en silencio. Escuché pasos alejándose y luego nada. Me quedé inmóvil, esperando, con el corazón martilleando en mi pecho.
Después de unos minutos que se sintieron como horas, me acerqué a la puerta con cautela, pegando el oído para escuchar. No había nada, solo el silencio de mi propio apartamento. Solté un suspiro tembloroso, pero justo cuando creí que se había ido, mi teléfono vibró de nuevo. Era un mensaje de un número desconocido.
"Nos vemos pronto."
Las palabras se clavaron en mi mente como un puñal. Sabía que no estaba segura. Sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentar lo que estaba ocurriendo. Pero una cosa era clara: Adam sabía más de lo que me había contado, y si quería sobrevivir, tendría que averiguar la verdad.
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Elemental
Romance"Después de romper con su pasado, Elaine se embarca en un viaje por el mundo en busca de libertad y autodescubrimiento. Pero extraños sueños y un poder elemental que apenas entiende la llevan a un camino inesperado. Cuando se encuentra con Adam, un...