Vínculos

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El miedo se había instalado en mi pecho como un nudo imposible de desatar. Me quedé en la habitación, sosteniendo el teléfono con fuerza, y la lámpara en la otra mano. Tenía que pensar, pero el pánico nublaba mi mente. La amenaza era real, y mi única esperanza parecía ser Adam.

—Elaine, no tengas miedo.

La voz de Adam resonó en mi mente y, cuando me giré, allí estaba él, de pie en mi habitación. No había puerta abierta ni ventana rota. Simplemente apareció, como si el aire mismo lo hubiera traído. Su silueta brillaba con un resplandor cálido, y sus ojos verdes parecían aún más intensos, como si ardieran desde dentro.

—¿Cómo...? ¿Qué haces aquí? —pregunté, retrocediendo un paso. El instinto de huir estaba ahí, pero una parte de mí se sintió aliviada al verlo, como si su presencia, de alguna manera, me diera un poco de calma.

—Te dije que vendría a buscarte —respondió, dando un paso hacia mí. —Sé que esto es confuso, pero no hay tiempo para explicaciones largas. Lo único que necesitas saber es que no estás sola en esto.

—¿Qué significa eso? —dije, sintiendo la frustración hervir en mi interior. —Primero apareces en mis sueños, ahora aquí. ¿Qué eres tú?

Él suspiró, su mirada se suavizó, pero había algo en sus ojos que no me gustaba, como si escondiera un secreto demasiado grande.

—Estamos conectados, Elaine. Los sueños que estás teniendo no son solo tuyos. Son nuestros. Yo también te veo en ellos.

Lo miré, tratando de procesar sus palabras. —¿Cómo es eso posible?

—Es complicado. No sé cómo empezó, pero nuestras almas están entrelazadas. Desde hace meses, apareces en mis sueños, igual que yo en los tuyos. Y en esos sueños, los elementos te llaman, pero por alguna razón nos conectan. El fuego, el agua, la tierra... todo tiene un propósito.

—¿Un propósito? —repetí, sin poder creer lo que escuchaba. —Esto suena como algo sacado de un cuento de hadas, Adam. No puede ser real.

—Sé que es difícil de creer, pero no estoy aquí para convencerte. Estoy aquí para protegerte —dijo con firmeza. —Lo que pasó esta mañana, la amenaza que recibiste, es solo el comienzo. Hay fuerzas que saben de nuestra conexión, y no se detendrán hasta separarnos.

—¿Separarnos? —La palabra quedó suspendida en el aire, y sentí un escalofrío. —¿Quiénes son ellos?

—No puedo decirte todo aún —respondió, y vi la lucha en sus ojos. —Lo importante ahora es que te mantengas a salvo. Y para eso, necesito que confíes en mí.

—¿Confiar en ti? —repetí, sintiendo la incredulidad en mi voz. —¿Cómo puedo confiar en alguien que aparece en mi vida de esta manera y me dice que estamos unidos por algo que no entiendo?

—Porque, Elaine, si no confías en mí, no podremos romper el ciclo. Este vínculo es una bendición y una maldición. Si no lo manejamos bien, podría consumirnos a ambos—. Adam me miró con una intensidad que me hizo temblar.

Las palabras quedaron flotando en el aire, y por un momento, nos quedamos en silencio, mirándonos. Había tantas preguntas en mi mente, tantas cosas que quería entender, pero en sus ojos vi algo que me hizo dudar menos: sinceridad. Y miedo.

—¿Qué hacemos ahora? —pregunté, sintiendo que, aunque todo esto me aterraba, no tenía otra opción que seguirlo.

—Primero, tenemos que salir de aquí. Ellos vendrán por ti, y no podemos dejar que te encuentren. Luego, te contaré todo lo que necesitas saber—. Me dijo mientras me extendía su mano.

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