Nada pudo salvarla

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ADAM

La pelea se desataba a mí alrededor, pero todo se volvió lento, como si el tiempo se hubiera detenido por un instante. Vi como Elaine se detenía en medio de la batalla, su mirada, buscándome con urgencia, y en ese preciso momento el disparo resonó en el aire.

El sonido me atravesó, helando la sangre de mis venas. Todo pasó en una fracción de segundo. La vi estremecer, su cuerpo convulsionando por el impacto. Un chorro de sangre brotó de su pecho, justo sobre su corazón. Sus ojos se abrieron con sorpresa y dolor, y, sin que pudiera reaccionar, cayó al suelo como una muñeca rota.

—¡Elaine! —grité, pero mi voz me pareció lejana, ahogada por el ruido de la batalla y el caos que nos rodeaba.
Sin pensarlo, me teletransporté hacia ella. Mi único pensamiento era llegar a ella, como si todo lo demás careciera de sentido. Caí de rodillas junto a su cuerpo, mis manos temblando mientras las deslizaba bajo su cabeza y la levantaba con cuidado.
Sus ojos estaban entrecerrados, su respiración débil y entrecortada, y la sangre se derramaba por su pecho, empapando su ropa y mis manos.
—No, no, no... —murmuré, mi voz quebrándose mientras la desesperación me invadía. Le aparté un mechón de cabello de la frente, intentando no perder el control, pero me resultaba imposible. Sentí una ola de impotencia, como si todo mi poder, mi habilidad de teletransportarme y de protegernos, no fuera suficiente para salvarla.
Un hilo de sangre se deslizó por la comisura de sus labios. Sentí que me rompía por dentro al verla asi, tan vulnerable, tan frágil.
—Elaine, quédate conmigo, ¿sí? —le susurré, mi voz ahogada por la emoción. Apreté sus manos con fuerza, como si de alguna forma mi contacto pudiera evitar que se desvaneciera-.Voy a sacarte de aquí, pero tienes que aguantar, por favor. No me dejes.

La conexión que siempre habíamos sentido, esa energía que compartíamos, parecía desvanecerse con cada segundo que pasaba. Elaine estaba perdiendo fuerzas, y yo lo sentía como un vacío creciente en mi interior, un abismo que amenazaba con tragarnos a ambos.
Tomé una decisión. No había tiempo que perder. Con el corazón latiendo en mi garganta y mis manos manchadas de su sangre, la levanté en brazos, sosteniéndola con cuidado. Su cabeza reposaba sobre mi hombro, y pude sentir la calidez de su aliento, aunque cada vez se hacía más débil.
Miré a mi alrededor; Luke guardaba la pistola con la que había disparado a Elaine, el resto de los vigías habían desaparecido, y con una tétrica sonrisa Luke se dio la vuelta y desapareció en el bosque.

Había perdido el control de la batalla, y lo único que importaba ahora era salvarla.

—Aguanta un poco más, Elaine —le susurré mientras me concentraba en la imagen de otro lugar, uno seguro, lejos de allí. Cerré los ojos, sintiendo cómo mi energía se canalizaba, intentando teletransportarnos. Era más difícil de lo normal, como si algo me estuviera frenando. La desesperación y el miedo me distraían, pero no podía permitirme fallar. Ella dependía de mí.

La conexión que teníamos, esa chispa que siempre nos unía, me dio la fuerza que necesitaba. Me aferré a ella con todo lo que tenía, sintiendo cómo su vida pendía de un hilo. Invoqué el lugar: un claro cerca de donde la veía entrenar con un anciano en Islandia. Visualicé cada detalle, desde el brillo de la hierba hasta el sonido del agua corriendo por un arroyo cercano. Era su refugio, un lugar que conocía bien.

Un tirón, una sensación de vacío en el estómago, y el mundo se desvaneció a nuestro alrededor. El claro surgió frente trente a mis ojos como un destello, y, al siguiente parpadeo, estabamos alli, solos en la quietud de la noche. El ruido de la batalla quedó atrás, pero la realidad me golpeó con fuerza cuando vi a Elaine en mis brazos, su cuerpo inerte, su rostro pálido bajo la luz de la luna.
La coloqué con cuidado sobre el suelo, apoyando su cabeza en mi regazo. La herida seguía sangrando, y por más que presionara con mis manos, la vida se le escapaba. Su respiración se hizo más débil.

—Elaine, por favor... —le rogué, las lágrimas corriendo por mis mejillas—. No me hagas esto. No me dejes.

Pero sus ojos se cerraron, y su pecho dejó de moverse. El silencio se apoderó del claro, un silencio que se sintió como un vacio infinito. Me quede alli, arrodillado junto a ella, sosteniendo su cuerpo sin vida, y todo mi mundo se desmoronó. La única persona que realmente me había importado, la única con la que compartía esa conexión, se había ido.
Un grito de desesperación escapó de mis labios, un grito que resonó en el claro vacío. No pude hacer nada para salvarla, y esa verdad me pesaba como una losa en el corazón. Apreté los dientes, sintiendo la rabia y la impotencia quemándome por dentro.

Después de meses estudiándola, enamorándome cada día un poco más de ella...y ahora, la vida me la arrebataba sin más.

—No puede ser así... —murmuré, como si mis palabras pudieran cambiar algo, como si negarlo bastara para devolverle la vida.

Me incliné sobre ella, apretando su mano fría, buscando en su rostro algún indicio de vida, pero todo se había desvanecido. La conexión que siempre había sentido con Elaine ahora era un vacío, un eco lejano de lo que alguna vez fue.
Me quedé allí, aferrado a su mano, con la luna como único testigo de mi desesperación. Pero en medio de esa oscuridad, sentí algo, una chispa débil.
Un resquicio de energía que provenía de ella, como si aún quedara un hilo que nos conectaba. Me aferré a esa sensación con todo lo que tenía, cerrando los ojos y concentrándome en ella. Era como si, a pesar de todo, una pequeña parte de Elaine se resistiera a irse, como si nuestra conexión no hubiera desaparecido por completo. La energía era frágil, casi imperceptible, pero estaba allí, y yo estaba dispuesto a aferrarme a ella con todo lo que me quedaba.

—No te vayas... -susurré, mi voz apenas un suspiro—. Por favor, no me dejes solo.

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